Es palabra de Dios
REFLEXION
El desafío del evangelio nos lanza a la aventura dignificante del don que significa ser, ser humano, más allá de las coyunturas sociales, morales, estructurales e incluso biológicas…nos sitúa frente a dos realidades: la alianza que parte de la unión de un hombre y una mujer, como proyecto de Dios, “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” y el don de la alianza del que deja todo por el Reino «No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos”. En ambos casos la iniciativa siempre es de Dios.
Lo sorprendente del relato, es la actitud moralizante de los fariseos, que solo aceptan como falta la infidelidad de la mujer, del varón infiel ni palabra. Es imagen de la forma solapada que tenemos para afirmarnos en nuestras teorías condenatorias, que nos llevan a acciones extremas, convenciéndonos de estar en la verdad: “Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse»
Pero la lógica de Dios tiene otro sello, el sello del Espíritu, que sondea lo profundo del corazón para ayudarnos a ver con los ojos del alma y descubrir que su proyecto es un proyecto eterno, que nos une con El irresistiblemente, que va más allá de lo que percibe nuestra pobre mirada humana.
Es un proyecto de amor, que da consistencia a esa alianza: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, ¿y serán los dos una sola carne”? De modo que ya no son dos, sino una sola carne”. Solo el amor unifica. Y solo el amor mantiene vivo el deseo de entregar la vida por la causa de Jesús “El que pueda entender, entienda”.
Sería bueno preguntarnos si en nuestro corazón arde el fuego del amor o ponemos medida a la fidelidad y nos cuestionamos hasta donde puedo llegar. Cuando el amor brilla en el corazón mi fidelidad cubre la desnudez del otro.