12/8/22

EVANGELIO SABADO 13-08--2022 SAN MATEO 19, 13-15 XIX SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo:
«Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos».
Les impuso las manos y se marchó de allí.

                         Es palabra de Dios

REFLEXION

El Maestro de Nazaret nos presenta una gran enseñanza con este pasaje del Evangelio. Esa instrucción nos está implicando en cómo ser grandes en el Reino y el llamado a entrar, formar parte y heredar el Reino de Dios como un proyecto de alegría y de plenitud para toda la humanidad. Este Reino predicado por Jesús tiene unas características concretas, basándose, en la imagen de un “niño”, se nos da la clave del hacerse «pequeño». De la necesidad de trabajar e implantar, desgastarse en la construcción del Proyecto de Jesús. Tarea principal abrir los ojos para comprender, sorprenderse ante la dimensión novedosa del Reino, acoger para hacer tuyo este ideal que nos habla de amor. Más o menos lo que viene a expresar el diálogo de Jesús con Nicodemo: «Nacer a una realidad nueva» (Jn 3,3).

Con la imagen de un niño Jesús trata de darle toda la profundidad que tiene la dimensión del Reino. El Reino de Dios se rige por otros registros distintos a los de las categorías humanas y sociales. Tener más, abarcar más, el poder, la autoridad, sacar beneficio de todo, intereses particulares… Que de alguna manera están latentes en el corazón del discipulado, cuando en cierta ocasión Pedro le lanza la pregunta a Jesús: ¿Qué nos va a tocar? (Mt 19,27) O cuando iban de camino esos discípulos hablando de ser grandes y Jesús les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? (Mc 19,33). Clara es la respuesta del Maestro: Heredar la vida eterna y la clave de la grandeza del corazón es el servicio.

Prejuicios, etiquetas, distinciones, razas, color de piel… Que nos llevan a crear barreras entre los seres humanos. Jesús dice que no es así en el mundo del que se hace pequeño. Todo aquel que vive desde la inocencia y la humildad es grande en el Reino. Todo aquel que vacía su corazón de rencor y odio, todo aquel que es capaz de admirarse de la belleza de las cosas, todo aquel que no hace de su vida un problema por pedir ayuda, todo aquel que es capaz de pedir perdón con pureza de corazón, todo aquel que es capaz de perder la sensación de ridículo y entra espontáneamente a jugar, bailar, divertirse, para alegrar la vida de los demás, está sembrando el Reino y es feliz. Dichoso.

Han venido niños salidos del difícil conflicto en Ucrania. Salen a las distintas plazas de nuestras ciudades y se encuentran con otros niños. Qué poco necesitan para entrar en un mundo distinto, sin malicia, un mundo con sueños, proyectos, ilusiones: «De los que son como ellos es el reino de los cielos». Comienzan a jugar, a entenderse, a comunicarse, a empatizar, sin necesidad de un diccionario, sin necesidad de dominar los elementos esenciales de un idioma. El idioma que allí se mueve entre ellos es el del amor. El amor lo perdona todo, lo excusa todo, no lleva cuenta del mal. Esa es la tarea de hacerse pequeño y de implantar el Reino.

Acoger desde el perdón y con una sonrisa. Acoger al diferente con una mirada Limpia. Acoger las contrariedades de la vida y vivir alegre. Acoger y compartir desde lo poco que en algunas ocasiones se puede tener. Acoger y entregarse para servir a los demás. Eso habla del sabor del Reino de Dios.

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Convento de Santo Tomás (Sevilla)