Juan anunciaba la conversión, el arrepentimiento, la vuelta de los corazones hacia Dios, porque el tiempo está cumplido. Su testimonio llega al gentío, y hasta el mismo Herodes reconoce en Juan un hombre honrado y santo, una persona cabal, consecuente y ejemplar. Una persona religiosa, devota y valiente. Lleva su labor de precursor, “Señor, ¿eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”, hasta las últimas consecuencias. Por su testimonio y su predicación, es apresado, encarcelado y finalmente decapitado y ofrecido a la hija de Herodías como chantaje para acallar la voz del incesto de Herodías con Herodes. Juan es asesinado por la causa de Jesús, es una ofrenda martirial por su fidelidad al anuncio de la próxima venida del Mesías. Su vida austera, su ejemplo de devoción al Señor, su bautismo de conversión, su mensaje de mesianismo y salvación son un estímulo para nuestra condición cristiana. Jesús recoge esa tradición joánica y le da un giro trascendental. Juan os bautizó con agua, pero yo os bautizo en Espíritu y en verdad, dice Jesús en Hechos. La conversión y el arrepentimiento llevan a la misericordia del evangelio. Dios que entregó a su hijo para reconciliar al mundo y fundar la nueva creación, nos llama al misterio del amor. Juan nos pide mirar y volver nuestros ojos hacia Dios. Y mirar hacia Dios es tener puesta la vista en el otro, significa disponer la propia vida en servicio y ofrenda a los demás. Es salir de nuestros egoísmos y comodidades para atender las necesidades de nuestros semejantes. Jesús instaura un nuevo sistema de justicia, una nueva relación entre los hombres. La salvación significa que entramos en una comunión de fraternidad y hermandad con la naturaleza y entre los hombres de manera que nadie nos es extraño ni ajeno. Y ello tiene un gran peso en nuestra forma de creer. No me salvo yo sólo, en mi conversión enclaustrada. Me salvo con los demás, me salvo cuando ayudo a que todos estemos en hermandad entre nosotros y con Dios.
¿Potencio mi don de profecía haciendo partícipes de mi fe a quienes conviven conmigo?