Es ´palabra de Dios
REFLEXION
No lo tuvieron fácil los discípulos ni en la hora de la muerte del Señor y menos aun cuando comienzan las mujeres del grupo a alarmarlos con supuestas visiones del Resucitado. Nunca llegaron a entender los avisos de Jesús que los aleccionaba y preparaba para tan dura prueba. Les daba miedo preguntarle. Juan dedica gran parte del relato de la cristofanía a narrar cómo Magdalena no reconoce a Jesús inmediatamente. María tampoco estaba preparada para una vuelta de Jesús resucitado. Ella buscaba afanosamente su cadáver para custodiarlo y llorarlo con la intensidad de su amor durante toda su vida. Dime dónde los has puesto y yo me lo llevaré, dice al que ella imagina como el hortelano del jardín y autor del supuesto robo. Se hubiera conformado con eso, recuperar su cuerpo. Juan presenta a Jesús instruyendo a María Magdalena sobre el significado de la resurrección. Ella piensa que ya ha regresado, lo había prometido. Lo dijo en la Última Cena: «Volveré». Dentro de poco el mundo no me verá; vosotros sí me veréis. Cuando María lo reconoce, al sentirse llamada por Él por su nombre, piensa que ya ha regresado y ahora se quedará con ella y con los demás que le habían seguido reanudando la anterior relación. Jesús había dicho: «Volveré a veros y vuestros corazones se alegrarán con una alegría que nadie podrá quitaros» Ella trata de aferrarse a la fuente de su alegría. Sin embargo, Jesús transforma todas sus expectativas. Transforma su alegría en una fe firme y anunciadora, será la apóstol de la alegría pascual. La cristofanía a Magdalena termina con la ida de ésta junto a los discípulos para anunciarles: «He visto al Señor.» Juan parece hacer una alusión al más grande de los Salmos de pasión: «Proclamaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea té alabaré.» (Sal 22, 23) El Señor es en verdad el nombre de Jesús Resucitado, y «Kyrios» traduce en los LXX el tetragrama, YHWH, que es nombre propio de Dios. «La hora», anunciada en la Última Cena, en que Jesús habría de pasar de este mundo al Padre, ya se ha cumplido. Todo lo que queda es volver para compartir su gloria con sus discípulos. Ahora llega el momento de cumplir la segunda mitad de la promesa: «Me voy para volver». |