18/4/23

EVANGELIO MIERCOLES 19-04-2023 SAN JUAN 3, 16-21 SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

 





Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

                               Es pañabra de Dios

REFLEXION

El contexto del Evangelio de hoy es el diálogo de Jesús con Nicodemo que durante estos últimos días vamos siguiendo. Hoy escuchamos el final de este diálogo. No sabemos el eco inmediato que las palabras de Jesús dejaron en este hombre, pero sí más tarde. A través de las otras dos apariciones de este personaje en el Evangelio de Juan, podemos intuir cómo Nicodemo fue haciendo poco a poco su camino de conversión y de acogida de la nueva Vida a la que Jesús le invitaba a nacer.

Nicodemo ha salido al encuentro de Jesús de noche. Y la noche simboliza la propia oscuridad en que tantas veces vivimos, con nuestras dudas y contradicciones.  Pero también simboliza nuestra búsqueda humana de luz; es decir de vivir en plenitud, desde la verdad, desde la autenticidad, con sentido…

El Evangelio de hoy quiere conducir nuestra mirada hacia la fuente de la luz que no es otra sino el inmenso Amor de Dios por cada una de sus criaturas que se ha revelado plenamente en la vida, en la muerte y en la Resurrección de Cristo. En Él Dios nos lo ha dado todo “para que el mundo se salve por él”. No hay otro deseo en Dios sino abrazar a su criatura, abrazar nuestra humanidad y salvarla.

La Palabra de hoy nos invita a contemplar ese “tanto amor que Dios nos tiene” en Cristo; y también a hacernos conscientes de que es a través de nuestras actitudes, nuestra manera de vivir, nuestras decisiones, como vamos acogiendo y haciendo germinar este amor en nuestras vidas, haciéndolas más luminosas o al contrario, lo vamos rechazando y en consecuencia entrando en una dinámica de oscuridad y autodestrucción.

El amor apela una y otra vez a nuestra libertad humana. El ser humano es capaz de Dios, pero esta capacidad que es un don, se convierte también en tarea de ejercitarla a través de cada elección cotidiana.

Hna. María Ferrández Palencia, OP
Congregación Romana de Santo Domingo