Es palabra de Dios
REFLEXION
Tenemos un fuerte dilema: ¿Mandamos a las gentes a comprar pan o esperamos que Dios solucione el problema? Cuando en unos momentos esta asamblea, esta comunidad reunida para celebrar el banquete eucarístico, haga su oración de los fieles, seguramente habrá una petición que diga algo como: “te pedimos por los pueblos que tienen hambre, para que Dios solucione su situación” o “por los que no tienen un techo donde cobijarse”, y muy ufanos contestaremos: “Padre, escúchanos” o “Te lo pedimos, Señor” y, después de traspasar el problema a Dios, nos quedamos tan tranquilos. No hemos oído, o no hemos querido escuchar, que el Padre ya nos ha dado la solución, pero hacemos como quien oye llover, bien resguardado en su casa. ¡NADA!. Ya hemos encargado al Padre que lo solucione, y Él, si quiere, puede. Perdemos de vista que el Padre ya nos ha escuchado y nos ha respondido alto y claro: “dadles vosotros de comer” y hacemos pasar su palabra, su orden clara y directa, sin hacer nada de lo que nos corresponde hacer. Hace unos días vi una graciosa viñeta en la que alguien enseñaba a un niño un templo lleno, mientras le decía: “Mira cuanta gente pidiendo a Dios que haga lo que tienen que hacer ellos” He visto en la pasada Semana Santa, como desfilaban ante los ojos del pueblo esas procesiones católicas, que nacieron como un servicio catequético para enseñar al pueblo poco culto los misterios de la Pasión, muerte y resurrección del Señor. Bendito propósito que ha derivado en unas espectaculares procesiones que muestran al pueblo la riqueza de las cofradías y fraternidades. Joyas espectaculares adornan las imágenes de Cristo, Santa María y otros santos intervinientes, para las que los cristianos hemos hecho generosas donaciones, mientras las huchas de Cáritas y las colectas del “día del amor fraterno” se quedan míseras o vacías y miramos con fastidio a pedidoras y pedidores que nos acercan sus huchas y rebuscamos en los monederos las monedas más ruines que podamos entregar. ¿Así cumplimos el mandato divino “Dadles vosotros de comer”? ¿Queda nuestra conciencia tranquila? ¿Podemos hablar y alabar una supuesta piedad popular, sin tratar de cambiar las cosas? ¡A lo mejor teníamos que hacérnoslo mirar! |