20/4/23

EVANGELIO VIERNES 21-04-2023 SAN JUAN 6, 1-15 SEGUNDA SEMANA DE PASCUA





En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

                                             Es palabra de Dios

REFLEXION

Tenemos un fuerte dilema: ¿Mandamos a las gentes a comprar pan o esperamos que Dios solucione el problema? Cuando en unos momentos esta asamblea, esta comunidad reunida para celebrar el banquete eucarístico, haga su oración de los fieles, seguramente habrá una petición que diga algo como: “te pedimos por los pueblos que tienen hambre, para que Dios solucione su situación” o “por los que no tienen un techo donde cobijarse”, y muy ufanos contestaremos: “Padre, escúchanos” o “Te lo pedimos, Señor” y, después de traspasar el problema a Dios, nos quedamos tan tranquilos.

No hemos oído, o no hemos querido escuchar, que el Padre ya nos ha dado la solución, pero hacemos como quien oye llover, bien resguardado en su casa. ¡NADA!. Ya hemos encargado al Padre que lo solucione, y Él, si quiere, puede. Perdemos de vista que el Padre ya nos ha escuchado y nos ha respondido alto y claro: “dadles vosotros de comer” y hacemos pasar su palabra, su orden clara y directa, sin hacer nada de lo que nos corresponde hacer. Hace unos días vi una graciosa viñeta en la que alguien enseñaba a un niño un templo lleno, mientras le decía: “Mira cuanta gente pidiendo a Dios que haga lo que tienen que hacer ellos”

He visto en la pasada Semana Santa, como desfilaban ante los ojos del pueblo esas procesiones católicas, que nacieron como un servicio catequético para enseñar al pueblo poco culto los misterios de la Pasión, muerte y resurrección del Señor. Bendito propósito que ha derivado en unas espectaculares procesiones que muestran al pueblo la riqueza de las cofradías y fraternidades. Joyas espectaculares adornan las imágenes de Cristo, Santa María y otros santos intervinientes, para las que los cristianos hemos hecho generosas donaciones, mientras las huchas de Cáritas y las colectas del “día del amor fraterno” se quedan míseras o vacías y miramos con fastidio a pedidoras y pedidores que nos acercan sus huchas y rebuscamos en los monederos las monedas más ruines que podamos entregar.

¿Así cumplimos el mandato divino “Dadles vosotros de comer”? ¿Queda nuestra conciencia tranquila? ¿Podemos hablar y alabar una supuesta piedad popular, sin tratar de cambiar las cosas? ¡A lo mejor teníamos que hacérnoslo mirar!

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)