En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielos».
Es palabra de Dios
REFLEXION
El evangelio de hoy transcurre inmediatamente después de las bienaventuranzas, Jesús contemplando a sus discípulos les dice: “Vosotros sois la sal de la tierra” “Vosotros sois la luz del mundo” (v 12-13) Al escuchar esta presentación que Jesús manifiesta ante sus discípulos, suscita en mí, en nosotros, diferentes emociones: ¡Qué dicha la nuestra, la mía…!, el Maestro me considera a mí, ser sal de la tierra y luz del mundo. Tomo aliento y enseguida pienso: ¡Cuánta responsabilidad deposita en mi vida, en nuestra vida…!, porque Jesús no dice “tienen que ser”, sino “son”. Y lo somos porque hemos entrado por nuestro bautismo a formar parte de su reino y, desde ese momento, nuestra vida se ha de asociar con la de Él. Esta es mi identidad cristiana.
Vuelvo sobre la imagen que nos presenta Mt y me pregunto maravillada: ¿Quiénes son los que Jesús tiene delante? ¿Quiénes son esos discípulos? Sí es verdad que Él les ha llamado, los conoce, pero son simples pescadores, gente sencilla, sin estudios... Pero, Jesús les mira con los ojos de Dios, y su afirmación se comprende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Vivirlas, es decir, ser pobres de espíritu, ser mansos, ser misericordiosos…entonces sois la sal de la tierra y la luz del mundo. Así de sencillo, así de exigente.
Tenemos un rol vital, una vocación que desempeñar “Vosotros sois la sal de la tierra” “Vosotros sois la luz del mundo” No recibimos este tesoro para guárdale en un cofre y que no se deteriore o para emplearlo sólo en beneficio propio. Jesús al expresarse así está añadiendo un plus a nuestro ser cristiano acentuando para quienes somos, es como si nos dijese: os envío para toda la tierra y para todo el mundo, necesito personas que encarnen mi mensaje de amor, sean amplios de miras, salgan a la luz y no se escondan.
En esta misión no caben medias tintas para trabajar en la construcción del Reino de Dios. Nuestra vida ha de ser como la sal, dar sabor al mundo, y como la luz, que alumbra a otros. Voy a terminar con unas palabras del Papa Francisco: “No se dejen impresionar por sus límites ni por su pobreza. Mediante su Espíritu, que habita en ustedes, Cristo les da el ser sal de la tierra. Dirijan su mirada hacia él para recibir lo que les pide.” (Francisco, 29/12/2014).
¿Con mi presencia, con mis palabras, con mi actuar… estoy siendo sal y luz para los demás?