Es palabra de Dios
REFLEXION
El evangelio de Juan destaca con frecuencia la soberanía de Jesús, que es el Señor. En esta ocasión se pone de manifiesto simbólicamente cómo la Iglesia experimenta dificultades en su marcha por el mundo –como los discípulos en la travesía del lago-, que generan muchas veces un desaliento generalizado. Sólo la presencia de Jesús –“soy yo”, dice para identificarse- puede traer calma y confianza a la comunidad; a diferencia de los sinópticos, aquí Jesús no sube a la barca, basta con su presencia divina para dominar lo comprometido de la situación. Es Jesús quien lleva a buen puerto a la Iglesia en la tarea que le ha sido confiada. La primera lectura de hoy nos hablaba de un conflicto concreto en el seno de la comunidad cristiana dedicada a la evangelización. Y nos enseñaba cómo habían reaccionado los hermanos ante ese problema: procediendo a un discernimiento comunitario, presidido por la confianza en el Espíritu. El evangelista nos habla, más en general, de que la Iglesia se enfrenta a los diversos obstáculos que entraña su tarea en el mundo. Para superarlos eficazmente es necesario recurrir al Señor y confiar en el poder de su amor misericordioso. Lo que Jesús representa para sus discípulos en el evangelio lo representa el Espíritu de Jesús en la continuidad de la historia cristiana. ¿Cómo afrontamos nosotros los conflictos internos y las dificultades de todo tipo que nos salen al encuentro en la tarea de la evangelización? ¿Confiamos en Jesús y en su Espíritu, o nos desalentamos y nos desentendemos de esa labor insoslayable? |