26/1/23

EVANGELIO VIERNES 27-01-2023 SAN MARCOS 4, 26-34 TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

                           Es palabra de Dios

REFLEXION

Dos hermosas parábolas nos regala hoy la Liturgia: la del sembrador que ve crecer su cosecha sin entender bien cómo y la del grano de mostaza. Dos ejemplos de como hasta lo más pequeño es importante en los planes de Dios. Lo que para nosotros puede parecer insignificante a los ojos del Padre es grande.

Un grano de trigo cae en la tierra, el sol y el agua harán que se rompa y de él brotará una espiga que dará a su vez muchos nuevos granos. El sacrificio de uno da la vida a muchos. Son muchos los significados que podemos extraer de esta parábola. Yo me quedo con ese porque nos habla de solidaridad, de renuncia personal, de vida que brota tras una aparente muerte ¿Y qué decir de un grano de mostaza? La más pequeña de las semillas, la más humilde, se llega a convertir en un arbusto tan alto y frondoso que hasta los pájaros anidan en él.

Muchas veces podemos pensar que somos insignificantes a los ojos de los demás, que valemos poco, que nuestras obras no tienen importancia. Intentamos transmitir el mensaje de Cristo y pensamos que no llega a nadie. Tanto esfuerzo nos parece en vano, pero a los ojos del Padre toda acción, por pequeña que sea, es grande y da fruto. Si creemos en la fuerza del Espíritu Santo, si nos ponemos en sus manos, nuestro trabajo en favor del Reino de Dios será como ese grano de trigo, como esa semilla de mostaza: dará fruto abundante en los corazones de quienes nos rodean. Somos hijos de una Iglesia misionera y no es necesario ir a lejanas tierras para predicar el Evangelio, para hablar de Jesús, de su muerte y resurrección, de su amor por todos nosotros. Lo he dicho muchas veces: podemos, y debemos, ser misioneros en lo cotidiano, en el día a día de nuestro entorno familiar y laboral. Sin miedo, con la valentía de los primeros cristianos y de la mano del Espíritu Santo seremos como el grano de trigo que se rompe en lo hondo de la tierra para hacer surgir la espiga abundante bajo la luz del sol.

D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro

25/1/23

26 DE ENERO : SAN TIMOTEO Y SAN TITO

 





Dos discípulos de San Pablo, originarios de los territorios helenistas que hoy corresponden a Turquía. Compartieron la misma fe, el mismo entusiasmo y las mismas dificultades en la misión. Los dos recibieron de él el encargo de guiar a las jóvenes comunidades cristianas

 Un buen maestro puede dejar marcada para siempre la vida de un discípulo. O de más de uno. Pablo de Tarso fue, sin duda, un personaje excepcional. Pero algunos de sus discípulos, crecidos a su sombra, han contribuido a honrar la memoria del maestro. Eso ocurre con Timoteo y con Tito.

Los dos eran originarios de aquellos territorios helenistas que hoy ocupa la actual Turquía. Los dos siguieron a Pablo compartiendo la misma fe, el mismo entusiasmo y las mismas dificultades en la misión. Los dos recibieron de él el encargo de guiar a las jóvenes comunidades cristianas que iban surgiendo a su paso. A los dos añora cuando están lejos. A los dos envía sendos mensajes, llenos de afecto y de sabiduría.

Timoteo de Listra

Timoteo era natural de la ciudad de Listra. A esa ciudad del altiplano había llegado Pablo en su primer viaje apostólico, acompañado por Bernabé (Hch 14, 6). En aquellas tierras de Licaonia, Pablo fue lapidado y dado por muerto. Recordando aquel episodio, solía decir: » Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios» (Hch 14, 22).

Nacido de padre griego y de madre judía, había sido educado desde niño en el conocimiento de las Sagradas Escrituras (2Tm 3, 15). Seguramente había aceptado la fe en el Mesías Jesús junto con su abuela y con su madre. San Pablo recordará siempre la fe de aquella familia: «Evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti» (2Tm 1, 5).

Timoteo era más joven que Pablo (l Tm 4, 12), que posiblemente conocía previamente a su abuela. Pero Timoteo era ya un miembro respetado de la comunidad cristiana cuando Pablo volvió a pasar por Listra, en su segundo viaje apostólico, esta vez acompañado por Silas. Por eso le fue recomendado por los hermanos de aquella ciudad y también por los de Iconio (Hch 16, 2). Pablo lo circuncidó (Hch 16, 3), quizás para conciliarse con los judíos de la región que seguían tenazmente aferrados a las tradiciones antiguas (cf. I Co 9, 20) y podían escandalizarse al saber que el padre del joven era griego (Hch 16, 3). Seguramente se recordaba en la región que allí Pablo había sido lapidado; así que Timoteo pudo entender bien pronto a lo que se exponía al seguir la fe que Pablo predicaba (Hch 16, 19).

Sin embargo, a pesar de ese momento, habría de comenzar un camino compartido. Pablo y Silas, acompañados ahora por Timoteo (Hch 16, 10), prosiguen el segundo viaje misionero, camino de Tróade, antes de pasar a Macedonia. A partir de este segundo viaje, Timoteo está siempre a disposición de Pablo y siempre pronto para asumir las misiones más difíciles y delicadas. Pablo le llama su hijo querido ( I Co 4, 17) y su hermano (Col 1, 1).

Con dedicación ejemplar acompañan a Pablo los fieles Silas y Timoteo (cf. Col 1, 19). Éste, en concreto, asiste a la fundación de las Iglesias de Macedonia en los años 50-51, aunque no nos consta que hubiera de sufrir el suplicio al que fueron sometidos sus compañeros en Filipos (Hch 16, 19-40), ni tampoco el tumulto que se desató ante ellos en Tesalónica (Hch 17, 5-9).

Continuando el viaje se encuentra en Berea, donde permanece un tiempo junto a Silas, mientras que Pablo tiene que escapar por mar hacia Atenas, aunque rogándoles que se reúnan con él lo antes posible (Hch 17, 14-15).

Desde Atenas, Pablo manda a Timoteo a Tesalónica para confortar en la fe a los hermanos. Así lo escribe el mismo Pablo: «No pudiendo soportar más, decidimos quedarnos solos en Atenas y os enviamos a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el Evangelio de Cristo, para afianzaros y daros ánimos en vuestra fe, para que nadie vacile en sus tribulaciones» (l Ts 3, 1-3). Las impresiones que allí recibió fueron excelentes. Así que, como portador de buenas noticias sobre la fe y el amor que florecen en aquella comunidad (l Tm 3, 1-6), Timoteo vuelve a encontrar a Pablo, esta vez en Corinto (Hch 18, 5). [...]

Timoteo parece tener un carácter reservado, incluso tímido, como parece desprenderse del aviso que Pablo formula a los corintios: «Si se presenta Timoteo, procurad que esté sin temor entre vosotros, pues trabaja como yo en la obra del Señor. Que nadie lo menosprecie. Procuradle los medios necesarios para que vuelva en paz a mí que le espero con los hermanos» ( I Co 16, 10-11). Con motivo de la revolución promovida por los orfebres de Éfeso, Pablo hubo de abandonar la ciudad y también Timoteo se dirigió a Corinto. Seguramente es en esa ciudad donde Timoteo, fiel colaborador de su maestro, se asocia en los saludos que Pablo manda a los romanos (Hch 20, 3; Rm 16, 21). También desde allí firma con Pablo las cartas dirigidas a los cristianos de Tesalónica.

Timoteo forma parte del grupo que se reúne con Pablo en Tróade, con el fin de controlar los resultados de la colecta que han promovido para ayudar a los pobres de Jerusalén (Hch 20, 4-5). Después de la detención de Pablo y de su envío a la capital del imperio, Timoteo debió de compartir con él la primera cautividad en Roma. Seguramente es ahí donde firma con él la breve misiva a Filemón (10) y la carta agradecida que Pablo envía a los Filipenses, anunciándoles, de paso, que les va a enviar a Timoteo (Flp 1, 1; 2, 19).

Pablo le había impuesto las manos (2Tm 1, 6; cf. l Tm 6, 12). y lo había dejado al frente de la comunidad en Éfeso (lTm 1, 3). Según el historiador Eusebio de Cesarea, Timoteo fue el primer obispo de Éfeso.

Nada más sabemos de Timoteo. El apócrifo Hechos de Timoteo, describe su martirio en esa ciudad en el año 97, bajo el emperador Nerva. Sus reliquias habrían sido trasladadas a Constantinopla en el 456. Nos queda de él el recuerdo de un discípulo fiel al Evangelio y fiel a Pablo, testigo de la fe en las diversas comunidades que visita y celoso responsable de la Iglesia de Éfeso.

Tito, el Griego

Junto a Timoteo, la liturgia de este día nos recuerda la figura de Tito. Tito era griego, del amplio mundo helénico, posiblemente oriundo de Cilicia. Pablo le llama su auténtico hijo, según la fe común (Tt 1, 4). Durante veinte años estuvo colaborando con Pablo.

Tito habría de ser no sólo un buen creyente, sino también un compañero fiable y un hábil pacificador en los conflictos. En el tercer viaje misional, durante su estancia en Éfeso, Pablo tiene noticias alarmantes procedentes de la comunidad de Corinto. En primer lugar, envía allá a Timoteo, después va él mismo en persona y ha de afrontar el dolor de verse rechazado por algunos miembros de la comunidad. Vuelve desolado a Éfeso y decide enviar a Tito, como mediador y portador de una carta personal a los corintios. Pablo da gracias a Dios, que ha puesto en el corazón de Tito el mismo interés que él atesora por los fieles de Corinto (2Co 8, 16-23).

Después de salir de Éfeso, Pablo se muestra impaciente por no haber encontrado a Tito en Tróade, como hubiera deseado (Hch 16, 8; 2Co 2, 13). Sin embargo, Tito se reunió con él en Macedonia para comunicarle la buena noticia de la pacificación de la comunidad de Corinto, con gran alegría para Pablo, que había encarecido muchas veces ante su discípulo las excelentes cualidades de aquella Iglesia (2Co 7, 7.13-14).

Aprovechando esas buenas dotes, Tito recibe de Pablo el encargo de organizar en Corinto la colecta en favor de los pobres de Jerusalén (2Co 8, 6). En realidad, vuelve a Corinto no sólo por obediencia a su maestro, sino impulsado por su propio interés hacia aquella comunidad (2Co 8, 16-17). Sabemos que en otro momento, el fiel Tito es enviado por Pablo a Dalmacia (2Tm 4, 10).

Tras haber iniciado allí la evangelización, Pablo lo deja en Creta para que acabe de organizar lo que falta y establezca presbíteros en cada ciudad (Tt 1, 5). Hacia el 63-64 Pablo le envía una de las llamadas cartas pastorales. En ella encontramos uno de los más bellos resúmenes de la vida moral de los cristianos, que se fundamenta en el hecho de la aparición de Jesús en la historia humana y en la esperanza que mantiene a los cristianos abiertos a la manifestación de su gloria:

«Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, que nos enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el tiempo presente, aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo; el cual se entregó por nosotros a fin de rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo, fervoroso en buenas obras. Así has de enseñar, exhortar y reprender con toda autoridad. Que nadie te desprecie» (Tt 2, 11-15).

La carta recuerda los deberes propios de algunos fieles y contiene normas muy precisas sobre las medidas pastorales con las que su discípulo y compañero ha de mantener y conducir a la comunidad.

Pero nos ofrece, además, una impagable nota personal. Con un tono conmovedor y fraternal, Pablo invita a Tito a que vaya a su encuentro en Nicópolis, en Epiro, donde ha decidido pasar el invierno:

«Cuando te envíe a Artemas o a Tíquico, date prisa en venir donde mí a Nicópolis, porque he pensado pasar allí el invierno. Cuida de proveer de todo lo necesario para el viaje a Zenas, el perito en la Ley, y a Apolo, de modo que nada les falte. Que aprendan también los nuestros a sobresalir en la práctica de las buenas obras, atendiendo a las necesidades urgentes, para que no sean unos inútiles. Te saludan todos los que están conmigo. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros» (Tt 3, 12-15).

El resto es silencio. La tumba de Tito se venera en Gortina, antigua capital de Creta, aunque su cuerpo fue depositado en San Marcos de Venecia. Pero en la comunidad cristiana permanece viva su figura, como paradigma de los creyentes que en otro tiempo estaban lejos, extraños a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo, pero han llegado a estar cerca por la sangre de Cristo (Ef 2, 12-13).

Timoteo y Tito son para la Iglesia y para cada uno de los seguidores de Jesús modelo de misioneros, entregados con celo y sabiduría al servicio del anuncio del Evangelio.

José Román Flecha Andrés

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO JUEVES 26-01-2023 SAN MARCOS 4, 21-25 TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío:
- «¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero?
No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no haya nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga».
Les dijo también:
- «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».

                                             Es palabra de Dios

REFLEXION

Somos una luz encendida por Cristo. Creer en Cristo es aceptar en nosotros su luz y comunicar con nuestras palabras y obras esa luz a una humanidad que sin Él, anda a oscuras.

Somos una luz puesta en lugar visible que descubre: injusticias, corrupción... Nuestra luminosa vida de cristianos debe denunciarlas.

Somos una luz que sirve a otros en la solidaridad con los pobres, las luchas por la liberación, el cuidado de los más débiles: niños, enfermos, ancianos; en la ternura y fidelidad de los esposos

Haz brillar la luz de la verdad: Si tienes, esperanza, solidaridad, capacidad de compartir, sentido comunitario, anhelo de justicia y paz, misericordia, capacidad de perdonar, Dios te dará todo eso con creces.

"¡Atención a lo que estáis oyendo!". Jesús a todos llama a la conversión: Si estás lleno de egoísmo y codicia, de orgullo, indiferencia, dureza de corazón, cosecharás en tu vida las consecuencias de esa maldad.

Que tu fe ilumine el sentido de la vida.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.
Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)

24/1/23

25 DE ENERO : CONVERSION DE SAN PABLO

 





Se recuerda en este día la conversión de Saulo, judío perseguidor de los cristianos, que se convertirá en fiel seguidor de Cristo hasta el punto de ser uno de los más grandes Apóstoles de Jesucristo, expandiendo la fe cristiana por toda Europa. Murio martirizado en Roma

 

Saulo (Saúl) procedía de una familia judía de la tribú de Benjamín (Rm 11, 1; cf. F1p 3, 5), que vivía por entonces en la diáspora: en Tarso de Cilicia, que le daría el privilegio de gozar de la ciudadanía romana. Esa ciudad, conocida por su universidad, su teatro, su estadio y su gimnasio, le hizo conocer la lengua y la cultura griega (Hch 21, 37.40).

Su nacimiento debió de tener lugar entre el año 3 y el 8 de la era cristiana. Podemos conjeturar esa fecha si tenemos en cuenta que era un «joven» en el momento de la lapidación de Esteban (Hch 7, 58), por el año 36. Por otra parte, él mismo se presenta ya como un anciano cuando escribe a Filemón entre el año 58 y el 60 (Flm 9).

Aproximadamente hasta el año 20 de nuestra era, debió de recibir una primera educación en su ciudad natal, a la que podría haber vuelto por los años 30 ó 31. Allí recibiría también su formación para el trabajo manual. Cilicia era famosa por sus tejidos de pelo de cabra —los cilicios—. Muy joven, Pablo parece haberse iniciado en el oficio de tejedor.

Pero, posiblemente entre los años 20 y 25, Saulo recibe también una estricta formación judía, formándose en Jerusalén a los pies de Gamaliel, el maestro fariseo (Hch 22, 3).

Perseguidor de los cristianos

Es en Jerusalén donde aparece por primera vez en público, como un testigo de la lapidación de Esteban. Los asesinos le confían sus ropas, pero Saulo aprueba el suplicio (Hch 7, 58-60). Tras la muerte de Esteban se desata la persecución contra la Iglesia de Jerusalén, o, mejor, contra un grupo de cristianos judeo-helenistas, vinculados con el círculo de Esteban. Saulo asume inmediatamente un papel muy activo en la lucha contra el grupo de los nazarenos, a los que, sin duda, consideraba como un peligro para la identidad e integridad del judaísmo. «Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel» (Hch 8, 3). […]

El mismo Pablo habrá de recordar muchas veces aquel celo que lo llevaba a perseguir a los seguidores de Jesús: 1Co 15, 9; Ga 1, 13; Flp 3, 6; lTm 1, 13. Evidentemente, su fama se debió de extender muy pronto entre las pequeñas comunidades de nazarenos. Su solo nombre evocaba la persecución. Saulo parecía inflexible.

Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

Hasta el día aquel en el que cambió bruscamente el curso de su vida. O tal vez no se trató de un cambio tan brusco. Nadie cambia tan radicalmente en un instante. Seguramente el espíritu de Jesús, al que Esteban veía e invocaba mientras era lapidado, venía lentamente transformando su corazón. Si Saulo era sincero en la fidelidad a la fe de Israel, esa misma fidelidad religiosa debió de ir abriéndole a la grandeza del testimonio que, a su pesar, le aportaban los que eran perseguidos por él. De hecho, el relato de su conversión nos hace pensar que para Saulo fue determinante descubrir una triple identidad. El Dios que hablaba en la luz a los profetas se identificaba ahora con Jesús de Nazaret. Y, por otra parte, Jesús de Nazaret se identificaba con aquellos discípulos a los que él perseguía en las casas y en las sinagogas.

Es preciso leer atentamente el relato de aquel acontecimiento (Hch 9, 1-30), que habría de ser tan importante para la historia del cristianismo. Como se puede observar, el relato parece articularse en tres partes, en las que se describen la conversión de Saulo, su encuentro con la comunidad y el inicio de su apostolado.

En la primera parte se nos ofrece una descripción bastante sucinta de la conversión de Saulo (Hch 9, 3-8). En el texto hay un juego muy sutil de resonancias, que nos recuerda los textos de vocación que se encontraban en el Antiguo Testamento. Todo nos hace pensar que Saulo se encuentra ante una de las teofanías clásicas: hay un resplandor celestial, se oye una voz que interpela usando el nombre propio del llamado y asistimos a la caída del interpelado. Éste dirige una pregunta sobre la identidad del que llama desde la trascendencia y recibe una respuesta que incluye, a la vez, la identidad del que llama y la misión del llamado. […]

El encuentro con la Comunidad

La segunda parte del relato evoca, con un cierto dramatismo, el encuentro de Saulo con la comunidad a la que perseguía, que, a pesar de miedos y reticencias, se muestra acogedora ante el perseguidor (Hch 9, 8-19). […]

Como en otros relatos de vocación y de misión, también aquí la intervención sobrenatural apela a las mediaciones humanas. El Señor, que ha hablado a Saulo, habla también al discípulo Ananías. El encuentro de Saulo con el Señor Jesús ha de continuar en su encuentro con los discípulos del Señor Jesús. Ananías es un profeta para el que ha sido llamado al modo de los profetas. A través de su palabra se revela el sentido último de las palabras de la revelación.
Pero hay más. El relato ve este encuentro como un resumen de la actividad misionera de las primeras comunidades. La palabra que ilustra el camino y señala expresamente la certeza de la persecución, va acompañada por los signos sacramentales que celebran los pasos que va dando el creyente.

La sencilla observación sobre el alimento y las fuerzas recobradas, evoca el ayuno ritual de los catecúmenos, pero también las narraciones de los resucitados que volvían a la vida, como la hija de Jairo (cf. Mc 5, 43). Para Saulo, en efecto, ha comenzado una nueva vida.

Pablo, el Apóstol de Jesús

La tercera parte del relato traza ya el esbozo de la actividad misionera del apóstol. No faltan aquí las alusiones al núcleo de su predicación, al asombro que suscita, al riesgo de muerte al que se expone el antiguo perseguidor, a las suspicacias que despierta entre los hermanos. Es especialmente llamativa la intervención de Bernabé que presenta a Saulo ante la comunidad como un nuevo profeta, que ha «visto al Señor en el camino» y que «ha escuchado» su voz (Hch 9, 19-30). […]

Aquel acontecimiento de la conversión de Saulo estaba llamado a tener una enorme importancia, tanto en su vida como en la de las nacientes comunidades. Por lo que a él se refiere, el antiguo perseguidor ha vivido una experiencia tan fuerte que ha sometido a crisis sus convicciones más fuertes y sus actitudes más llamativas. Ha sufrido lo que hoy se podría llamar como un profundo cambio en sus opciones fundamentales.

Vemos cómo Pablo describe aquel momento con rasgos que evocan la transfiguración de Jesús en el monte. La luz de lo alto, acompañada de una palabra trascendente, revela la identidad del Señor y, al mismo tiempo, muestra al llamado la vocación a la que ha sido llamado. En esta ocasión, las palabras originales del Señor parecen haber sido ya enriquecidas con la maduración de la conciencia de su propia misión, que Pablo ha ido consiguiendo con el tiempo y con su rica experiencia apostólica. Ha sido llamado a ser servidor de Dios y testigo de su revelación. Ha sido enviado a los gentiles para ofrecer la salvación de Dios a los pueblos que no pertenecían a la herencia de Israel. Su incorporación al pueblo de los «santificados» tiene lugar por medio de la fe en Jesús y conlleva la conversión y el perdón de los pecados. […]

José-Román Flecha Andrés

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO MIERCOLES 25-01-2023 SAN MARCOS 16, 15-18 TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo:

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».

                                  Es palabra de Dios

REFLEXION

En el evangelio, Jesús nos dice que la tarea de la Iglesia -evangelizar-, no es exclusiva de nadie, ni va dirigida a grupos concretos, por muy entendidos que se consideren. Jesús envía a sus amigos al mundo entero para que sigan adelante con su misma misión: que todas las personas tengan vida, y vida en abundancia.

Está claro que para los que decimos haber recibido esa Buena Noticia, no la hemos recibido para tenerla escondida, sino para anunciarla; para compartirla, para comprometernos en  irla realizando.

En el mismo evangelio de hoy Jesús nos dice que no es solo cosa de palabras y sermones. Y para que lo tengamos claro, El nos indica las señales que nos acompañarán si lo hacemos bien.

Nuestro mensaje ha de ser un anuncio de liberación, tanto para las personas como para los pueblos y los que lo acepten, se verán liberados del dominio de aquellas ideologías que proponen un modo de vida esclavo del consumo, insensible ante el sufrimiento ajeno, apegados al triunfo y al dominio.

Hablaremos lenguas nuevas cuando logremos romper  las barreras  que nos impiden comunicarnos y solucionar los conflictos, no con la prepotencia y las armas, sino con el diálogo respetuoso.

Y si vivimos el amor que Dios nos tiene a cada uno, y lo proclamamos, esto será  fuente de Vida para todos, una Vida que vencerá a la enfermedad y la muerte.

Nuestro anuncio será creíble y sincero si va acompañado por acciones que traigan salvación, traigan más felicidad, más justicia y más dignidad para todos.

Hna. Mari Cruz OP
Dominica de la Anunciata

23/1/23

MARTES 24-01-2023 : SAN FRANCISCO DE SALES, PATRONO DE LA FAMILIA SALESIANA

 





Obispo de Ginebra, doctor de la Iglesia, fundador de la Orden de la Visitación, patrono de escritores y periodistas. La obra espiritual más importante de Francisco de Sales es el Tratado del amor de Dios

 El Santo de las pequeñas virtudes

Annecy (Alta Saboya), 21-agosto-1567 - Lyón, 27-diciembre-1622

Resulta difícil imaginarse a un santo obispo que, familiarmente, pertenece a la nobleza, se ha relacionado con la grandeza de su tiempo, es reconocido como doctor de la Iglesia y, sin embargo, pueda caracterizarse como el santo de las pequeñas virtudes. «Sobre todo —escribía en una de sus cartas de dirección espiritual— a mí me gustan estas tres virtudes insignificantes: la dulzura de corazón, la pobreza de espíritu y la sencillez de la vida; y estos ejercicios pocos vistosos: visitar a los enfermos, servir a los pobres, consolar a los afligidos y, todo ello, sin darle importancia y haciéndolo en plena libertad» (Oeuvres, XII, 205).

Juan Pablo II, en su exhortación apostólica Christifideles laici, decía de él: «Podemos concluir releyendo una hermosa página de San Francisco de Sales, que tanto ha promovido la espiritualidad de los laicos. Hablando de la «devoción», es decir, de la perfección cristiana o «vida según el espíritu», presenta de manera simple y espléndida la vocación de todos los cristianos a la santidad y, al mismo tiempo, el modo específico con que cada cristiano la realiza: En la creación Dios mandó a las plantas producir sus frutos, cada una según su especie. El mismo mandamiento dirige a los cristianos, que son plantas vivas de su Iglesia, para que produzcan frutos de devoción, cada una según su estado y condición. La devoción debe ser practicada en modo diverso por el hidalgo, por el artesano, por el sirviente, por el príncipe, por la viuda, por la mujer soltera y por la casada. Pero esto no basta; es necesario además conciliar la práctica de la devoción con las fuerzas, con las obligaciones y deberes de cada persona (..). Es un error —mejor dicho, una herejía— pretender excluir el ejercicio de la devoción del ambiente militar, del taller de los artesanos, de la corte de los príncipes, de los hogares de los casados (...). Por eso, en cualquier lugar que nos encontremos, podemos y debemos aspirar a la vida perfecta» (CL, n.° 56)» [...]

El Santo del amor de Dios

La obra espiritual más importante de Francisco de Sales es el Tratado del amor de Dios. El papa Pío XI decía que en esta obra -el santo doctor, como si intentase escribir una historia del amor de Dios, narra cuál fue su origen y su desarrollo y también por qué empezó a enfriarse y languidecer en el ánimo de los hombres; después expone cómo podríamos ejercitarnos y crecer en él. Cuando la ocasión se presenta, explica lúcidamente cuestiones difíciles como la gracia eficaz, la predestinación, la vocación de la fe; y para que el discurso no aparezca conceptual y frío lo adoba con tan festiva gracia y con un aroma tan grande de piedad, y lo reviste con tal variedad de comparaciones y tales ejemplos y citas apropiadas sacadas con frecuencia de las Sagradas Escrituras, que el libro parece brotar, no tanto de su mente cuanto de sus entrañas y de su corazón» (encíclica Rerum Omnium, del 26 de enero de 1923). En efecto, se podría decir que este libro es el diario del alma de dos santos: Francisco de Sales y Juana de Chantal.

Un tema fundamental de la espiritualidad salesiana, magníficamente expuesto en esta obra, es la búsqueda y cumplimiento de la voluntad de Dios: Nada pedir y nada rehusar, decía frecuentemente el santo obispo. En efecto, quien se sabe hecho a imagen y semejanza de Dios, busca identificarse con él, aceptando el proyecto divino sobre su persona, tratando de agradar a Dios en todo su obrar, deseando siempre le bon plaisir de Dieu.

A veces se ha dicho que Francisco de Sales ofrece una espiritualidad poco austera e, incluso, algo festiva: una oración poco exigente, ausencia de disciplina, pocas mortificaciones, etc. ¡Qué poco han leído las obras del santo obispo de Ginebra quienes así hablan! Él sabe bien que si en el Tabor hubo más claridad, fue en el Calvario donde hubo mayor salvación. El Calvario -decía- es el monte de los amantes. Y puesto que el Señor invita a todos sus discípulos a tomar cada día la propia cruz, una y mil veces aconsejaba que había que abrazarse a la cruz. Pero no la cruz que cada uno quisiera labrarse, sino la que Dios nos manda cada día: Prefiero llevar una cruz de paja, que el Señor me envíe, que una cruz muy pesada, pero que yo eligiera.[...]

Valentín Viguera Franco S.D.B.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO MARTES 24-01-2023 SAN MARCOS 3, 31-35 TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dice:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta:
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

                                                   Es palabra de Dios

REFLEXION

Mientras Jesús está enseñando, alguien viene a decirle que su madre y sus hermanos le buscan. Jesús aprovecha la ocasión para proclamar el nacimiento de la nueva familia de los que le siguen, que son aquellos que cumplen la voluntad del Padre y viven de acuerdo a sus enseñanzas.

¿Y cómo saber cuál es la voluntad de Dios? A menudo buscamos la voluntad de Dios donde nos parece que debería estar, pero nos olvidamos que la voluntad del Padre se nos manifiesta de forma concreta y a través de personas y circunstancias concretas. Como decía Pablo Domínguez: « Nos escandaliza lo concreto, mientras que lo genérico nos encanta. Todos somos unos santos en lo genérico cuando decimos: “Hágase tu voluntad… te entrego mi alma, mi vida y mi corazón… pero mi peluche, no” “Te obedezco en tus designios eternos, te abrazo con sublimidad…” Pero luego te vienen con que tienes que ir a tal misión y ya… ¡Algo concreto ya no!» 

En último término, esperamos que Dios admita nuestra idea de lo que debería ser su voluntad y que nos ayude a cumplir esa voluntad, en lugar de aprender a descubrir y aceptar la suya en las situaciones concretas en las que nos pone a diario Debemos aprender a mirar nuestra vida diaria, todo lo que nos sale al paso, con los ojos de Dios; ahí, en las situaciones cotidianas, se nos revela la voluntad de Dios.

La tentación está en no ver en esas circunstancias que nos rodean la voluntad de Dios, pasar de ellas por ser tan habituales e insignificantes, y tratar de descubrir otra “voluntad de Dios” que se ajuste mejor a nuestra idea de lo que debería ser.

La respuesta está en aceptar que son esas cosas donde se nos muestra en verdad la voluntad de Dios, y actuar conforme a ello en cada momento del día, abandonándonos confiadamente al querer de Dios.

 La obediencia al querer de Dios conlleva sufrimiento, cruz. También Jesús “aprendió sufriendo a obedecer” (Heb 5, 8). Y para ello hay que morir un poco cada día. La obediencia a Dios requiere conversión, pero es una obediencia que siempre podemos realizar. Y la cruz no hay que buscarla, viene sin pedirla, y hay que aceptarla, como Cristo abrazó la cruz, porque nuestra cruz no es nuestra, es la de Cristo, y Cristo nos llama a corredimir con Él, a ser obedientes con Él al Padre.

Para ello, contemplemos a Cristo obediente, a Cristo cumplidor de la voluntad del Padre, para, siguiéndole a Él como discípulos, miembros de su familia, poder decirle también nosotros al Señor: hágase tu voluntad.

Sor Cristina Tobaruela O. P.
Monasterio de las Dueñas (Salamanca)

22/1/23

EVAGELIO LUNES 23-01-2023 SAN MARCOS 3, 22-30 TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO





 En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:

«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:
«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres:
los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
                          Es palabra de Dios

REFLEXION

Sabemos que desde el principio, hubo personas que aceptaron a Jesús y su predicación  y otros le rechazaron. Y buscaban argumentos para desacreditarle, para que sus oyentes y sus seguidores le diesen la espalda.

Una prueba de estos segundos, la tenemos en el evangelio de hoy, donde “unos letrados de Jerusalén” se pronuncian en contra de él, con el argumento de que “tiene dentro a Belzebú y expulsa los demonios con el  poder del jefe de los demonios”. Un argumento bien débil y que Jesús rebate fácilmente. ¿Cómo uno mismo se va a echar a sí mismo? “¿Cómo va a echar Satanás a Satanás… Si Satanás se rebela contra sí mismo, no puede subsistir, está perdido”.

Y Jesús aprovecha esta ocasión para ofrecernos una buena enseñanza. Nos podemos preguntar si Dios será capaz de perdonar nuestros pecados, por fuertes que sean. Acudiendo a múltiples pasajes de Jesús, la respuesta es afirmativa. Nuestro Dios hagamos lo que hagamos, nos marchemos de su casa como el hijo pródigo, siempre tendrá la mano levantada para seguir ofreciéndosenos su amor y su perdón. Pero hay una excepción. Dios no podrá perdonar a los que no quieran recibir su perdón, al que blasfeme contra el Espíritu Santo, que es igual que ir en contra de la luz. Ese quiere permanecer en las tinieblas, en su pecado. Pero sigue en pie la oferta de Dios de otorgar su perdón al que acuda a él con el corazón arrepentido. Pero Dios no puede perdonar a quien no quiera ser perdonado.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

21/1/23

DOMINGO 22 DE ENERO : TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

 





Celebramos hoy un domingo marcado por tres acentos: Domingo de la Palabra, Semana de oración por la unidad de los cristianos, llamada de Jesús a la conversión y al seguimiento.

“Establezco que el III Domingo del tiempo ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios”. Son palabras del papa Francisco en una carta apostólica que firmó el 30 de septiembre de 2019. También decía: “Urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes (…) Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas”.

La Semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra cada año entre el 18 y el 25 de enero. En la segunda lectura de hoy san Pablo pide a los corintios: «Hermanos: Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir». Su ruego mantiene hoy toda su vigencia.

La llamada a la conversión fue palabra común en los profetas. Hoy la escuchamos con la razón de ser que el mismo Jesús le da: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Nadie se convierte por imposición sino por invitación. Y la invitación procede del Espíritu de Jesús, el mismo que nos mueve a “escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia”, que es en definitiva la mejor conversión y la mejor manera de seguir a Jesús.

Fray José Antonio Fernández de QuevedoReal Convento de Santo Domingo (Almería)

EVANGELIO DOMINGO 22-01-2023 SAN MATEO 4, 12-23 TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 






Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
«Convertíos,porque está cerca el reino de los cielos».
Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

                                                 Es palabra de Dios

REFLEXION

 El evangelio de Mateo está centrado, específicamente, en actualizar el texto de Isaías que se ha leído en la primera lectura, en una aplicación radical a Jesús de las palabras sobre la luz nueva en Galilea. En la tradición de Marcos ya se había dejado bien sentado que Jesús comienza su actividad una vez que Juan el Bautista ha sido encarcelado. Esto obedece, más probablemente, a planteamientos teológicos que históricos, ya que ambos pudieron coincidir en su actividad. En realidad, Juan y Jesús actuaban con criterios distintos. Jesús es la novedad, la buena noticia, para los que durante siglos habían caminado en tinieblas y en sombras de muerte. Si el texto de Is 8,23ss se refería a una época muy concreta que precedió al rey Josías, en la tradición cristiana primitiva se entendió esto como consecuencia del oscurantismo del judaísmo que había hecho callar durante mucho tiempo la profecía, la verdadera palabra de Dios, que interpretaba la historia con criterios liberadores.

 Y hay más; esta luz no viene de Jerusalén, sino que aparece en Galilea, en los territorios de las tribus de Zabulón y Neftalí, que siempre habían tenido fama de ser una región abierta al paganismo. Más concretamente, Jesús, dejando Nazaret, se establece en una ciudad del lago de Galilea, en Cafarnaún. Es aquí donde comienza a oírse la novedad de la predicación del Reino de Dios, de los cielos, como le gusta decir al evangelio de Mateo. La otra parte del texto evangélico de hoy, la llamada de los primeros discípulos, Pedro y Andrés, Santiago y Juan, -que puede omitirse-, es una consecuencia de la predicación del evangelio, que siempre, donde se predique, tendrá seguidores. En realidad está siguiendo el texto de Marcos 1,14ss.

 Mateo, pues, ha leído el texto de Marcos sobre el programa de Jesús: el tiempo que se acerca es el tiempo del evangelio, de la buena nueva, que exige un cambio de mentalidad (¡convertirse!) y una confianza absoluta (creer) en el evangelio. Los dos elementos fundamentales de este programa, ya han sido puestos de manifiestos por todos: el reinado de Dios (el reino de los cielos le llama Mateo) y la buena noticia que este reino supone como acontecimiento para el mundo y la para la historia. El evangelista, al apoyar este programa en el texto de Is. 8,23ss, está poniendo de manifiesto que esto es el “cumplimiento” de una promesa de Dios por medio de sus profetas antiguos, en este caso Isaías. La “escuela de Mateo” es muy reflexiva al respecto, dando a entender lo que sucede con la actuación de Jesús, desde el principio: llevar adelante el “proyecto de Dios”.

 Sabemos que ese reino, (malkut, en hebreo) no debe entenderse en sentido político directamente. Pero tampoco es algo abstracto como pudiera parecer en primera instancia. Si bien es verdad que no se trata de un concepto espacial ni estático, sino dinámico, entonces debemos deducir que lo que Jesús quiere anunciar con este tiempo nuevo que se acerca es la soberanía de la voluntad salvífica y amorosa de Dios con su pueblo y con todos los hombres. Por eso basileia (griego) o malkut (hebreo) no debería traducirse directamente por “reino”, sino por “reinado”: es algo nuevo que acontece precisamente porque alguien está dispuesto a que sea así. Este es Jesús mismo, el profeta de Nazaret de Galilea, que se siente inspirado y fortalecido para poner a servicio de la soberanía o la voluntad de Dios, todo su ser y todo su vida.

 Si Jesús anuncia que Dios va a reinar (lo cual no es desconocido en la mentalidad judía) es que está proclamando o defendiendo algo verdaderamente decisivo. Si antes no ha sido así es porque es necesario un nuevo giro en la historia y en la religión de este pueblo que tiene a Dios por rey. No se trata, pues, simplemente de aplicarle a Dios el título de rey o de atribuirle un reino espacial, sino del acontecimiento que pone patas arriba todo lo que hasta ahora se ha pensado en la práctica sobre Dios y sobre su voluntad. Dios no será un Dios sin corazón, sin entrañas; o un Dios que no se compadezca de los pobres y afligidos, sino que estará con los que sufren y lloran, aunque no sean cumplidores de los preceptos de la ley y de las tradiciones religiosas ancestrales inhumanas. En definitiva, Dios quiere “reinar” y lo hará como ya los profetas lo habían anunciado, pero incluso con más valentía si cabe. Esa es la novedad y por eso lo que acontece ahora, unido al concepto “reino de Dios” o “de los cielos”, es el evangelio. Con razón se ha dicho que estamos ante el verdadero “programa” de Jesús, el profeta de Nazaret: anunciar el reinado de Dios como buena noticia para la gente.

 El acierto de la escuela cristiana de Mateo fue precisamente leer las Escrituras, Is. 8,23ss precisamente, a la luz de la vida de Jesús. Ahora se están cumpliendo esas palabras de Isaías, cuando el profeta de Galilea anuncia el evangelio del Reino. Siendo esto así, no se podría entender que el cristianismo no sea siempre una religión que aporte al mundo “buenas noticias” de salvación. Siendo esto así, la Iglesia no puede cerrarse en un mensaje contra-evangélico, porque sería repetir, por agotamiento, la experiencia caduca del judaísmo oficial del tiempo de Jesús. Este es el gran reto, pues, para todos los cristianos. Porque Dios quiere “reinar” salvando, haciendo posible la paz y la concordia. De ahí que el reino de Dios, tal como Jesús lo exterioriza, representa la transformación más radical de valores que jamás se haya podido anunciar. Porque es la negación y el cambio, desde sus cimientos, del sistema social establecido. Este sistema, como sabemos bien, se asienta en la competitividad, la lucha del más fuerte contra el más débil y la dominación del poderoso sobre el que no tiene poder. Y esto no se reduce simplemente a una visión social, sino que es también, y más si cabe, religiosa, porque Jesús proclama que Dios es padre de todos por igual. Y si es padre, eso quiere decir obviamente que todos somos hermanos. Y si hermanos, por consiguiente iguales y solidarios los unos de los otros. Además, en toda familia bien nacida, si a alguien se privilegia, es precisamente al menos favorecido, al despreciado y al indefenso. He ahí el ideal de lo que representa el reinado de Dios en la predicación de Jesús; estas son las buenas noticias que le dan identidad al cristianismo.

(1944-2019)