Primera lectura
Lectura del libro de la Sabiduría 9, 13-19
Es palabra del Señor
Salmo
Salmo 89, 3-4 5-6. 12-13. 14 y 17 R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a Filemón 9b-10. 12-17
Querido hermano:
Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión Te lo envío como a hijo.
Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad.
Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor.
Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Iª Lectura: Sabiduría (9,13-19): Con Dios, el hombre es más que los dioses
Esta lectura del libro de la Sabiduría forma parte de una reflexión de tipo filosófico y teológico, en que el ser humano entra dentro de sí mismo para preguntarse por las cosas más importantes: ¿qué es el hombre frente a Dios? La experiencia nos demuestra que lo que hacemos y tocamos es frágil, pero intuimos que debe haber algo que no fenece, el misterio de Dios. Para ello se necesita, no facticidades mecánicas, sino Sabiduría para discernir lo que tiene sentido y lo que no tiene.
La debilidad humana no es un misterio de negatividad, sino de necesidad de Alguien que nos busca. La debilidad reclama salvación, ayuda, necesidad de Alguien a quien se le atribuye la creación y la salvación. Esto que es obvio, solamente lo decimos o lo aprendemos en la medida en que la vida se nos escapa de las manos. El deseo natural de trascendencia, de cielo, es algo que llevamos en el corazón, y sólo con sabiduría y espíritu lograremos que no muera nunca.
IIª Lectura: Filemón (vv. 9-10.12-17): La libertad de ser cristiano
La segunda lectura es de la carta a Filemón, un escrito muy breve de Pablo mientras estaba en prisión, probablemente en Éfeso, hacia el año 55. Parece un escrito privado, sin relevancia doctrinal, pero que, no obstante, revela un temática enteramente cristiana. Mientras Pablo estaba prisionero, llega un esclavo, Onésimo, que había huido de la casa de su patrón, Filemón. El esclavo se convierte y Pablo entiende que ha adquirido con la libertad de los hijos de Dios, como se expresa en Gal 4,19, su libertad social. Si vuelve a su amo, según el sistema de entonces, debería sufrir un gran castigo. Pablo, sintiéndose responsable de su libertad humana, pide la misma libertad social que ha adquirido el esclavo con su conversión.
Este pequeño escrito puede ser considerado como el manifiesto cristiano contra la esclavitud. Al cristianismo se le ha acusado siempre de que no había hecho nada por abolir la esclavitud, pero en cierta forma es injusto. Pablo, en pocas líneas, pide al “dueño” de un esclavo que lo tenga como hermano. Es verdad que no hay una propuesta “jurídica” para aquellos momentos ante el terrible problema de la esclavitud. Pero aquí Pablo envía a Onésimo a su dueño Filemón, no para que se someta al rigor jurídico de la esclavitud, sino al calor humano y teológico de ser libre, por ser persona, por ser cristiano como Filemón y porque es hijo de Dios con todas las consecuencias. Es verdad que se debería haber hecho más a través de la historia del cristianismo contra esta lacra. Pero en la entraña misma del evangelio la esclavitud está condenada.