Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tornó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
De camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.
Es palabra del Señor
REFLEXION
El Evangelio es una oferta de sentido que solamente en libertad puede ser acogido. El amor no se puede imponer ni exigir, sólo se puede ofrecer.
Desde ahí, aunque para los creyentes nos resulte complejo entenderlo porque para nosotros es un mensaje de plenitud y de verdad que ilumina la condición humana y casi que nos da una especie de manual para vivir bien y para entendernos a nosotros mismos y a los demás, la misma realidad, aunque para el creyente sea difícil entender, también libremente puede ser rechazado.
Se trata de tratar de comprender por qué se rechaza, si por categorías culturales, por prejuicios ideológicos o por experiencias personales que llevan a ese rechazo, para poder quizás dialogar al respecto en respeto e igualdad, pero sin dejar de aceptar de forma adulta, serena y madura, que puede no acogerse libremente.
Algo así es lo que el evangelio de hoy nos recuerda, que no es aceptable la condena ni ningún tipo de represión para quien no acoge la predicación de la Buena Noticia, hasta el punto de que el Señor llega a regañar la iniciativa apasionada de los zebedeos con ese querer mandar fuego. Jesús nos recuerda que libremente se puede no acoger el amor, y que sólo el tiempo puede ablandar los corazones, que solamente desde la libertad responsable puede acogerse el mensaje de plenitud del Evangelio.
¿Cómo ando de libertad en mis elecciones del evangelio? ¿Visito la escritura como una fuente de sentido en mi vida? ¿Escucho la Palabra sin prejuicios pero también críticamente? ¿Busco encontrar lo mejor en los demás y no solamente desde la crítica y el señalar lo que no está bien?