Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.
Mirad, pues, cómo oís. Pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».
Es palabra del Señor
REFLEXION
«Mirad, pues, cómo oís», de este modo se nos llama la atención en el pasaje del evangelio con la firme intención de que hagamos una reflexión personal acerca de una de las actitudes fundamentales que tiene que tener el discípulo: la escucha. Esa actitud, que va precedida de otra acción, el cultivo de una mirada profunda sobre mi realidad personal, acciones, gestos, palabras, que debo de emplear si quiero dar un testimonio fiel y creíble.
El evangelista Lucas nos presenta toda una reflexión teológica del seguimiento desde la clave de la «Luz». El verdadero discípulo debe entrar en la dinámica de la luz que llena de sentido la vida cristiana. De este modo, como dice el salmo, llegará a comprender que el Señor ha estado grande el tú vida.
Para rastrear un poco la clave luz nos trasladamos al Génesis, en el que se nos dice dos cosas importantes:
La manifestación al principio de todo con la ausencia de «Luz», es decir, la tiniebla: «mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas» (Gn 1,2). Un problema grave es que el discipulado no termine de llegar a centrarse en la luz que proporciona la vida en Cristo y su vida no llegue a la plenitud sino a lo mediocre, a lo malogrado. Por tanto, a la vida en lo gris.
«Dijo Dios: «Exista la luz». Y la luz existió» (Gn 1,3). A través de la Palabra viene todo a la existencia. La Palabra de Dios es en definitiva para el discípulo es «Luz» en medio del sendero. Que Jesucristo es la «Luz» que viene al mundo y a la realidad humana, manifestando la fuerza de la vida: «En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» (Jn 1,4). Por tanto, descubrir con una mirada profunda de dónde nos viene la «Luz», y de este modo, seremos capaces de profundizar en la escucha del precepto, y ponerlo por obra.
Para de este modo, una vez reflexionado en quién es la «Luz» en tu vida, podrás tener actitud de discípulo: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). La escucha es un mandato fundamental, sin embargo, hoy no escuchamos, si acaso oímos una serie de ruidos, que no somos capaces de descodificar. No tenemos paciencia para el ejercicio de la escucha, damos respuesta inmediata y sin pensar. La escucha nos lleva a darle al otro un lugar importante en mi vida, dignificarlo como persona, acogerlo como alguien importante, acompañarlo y dejarlo también que sea capaz de abrirse a la luz de la vida que es Cristo como integración total de la persona. Hazte lámpara con copioso aceite de la compasión para los demás.