En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón.
Y predicaba en las sinagogas de Judea.
Es palabra del Señor
REFLEXION
El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús sanando, restaurando la vida. Primero a la suegra de Pedro, luego a muchas personas más que se acercan a Él con sus heridas y sufrimientos. Jesús no se guarda nada para sí. Se entrega, se deja tocar, se deja interrumpir. Y sin embargo, al amanecer, se retira a un lugar apartado. Busca a Dios, porque necesita momentos con el Padre. Necesita orar.
Pero hay un detalle que llama la atención en este Evangelio: cuando todos quieren retener a Jesús, que se quede, que siga haciendo milagros allí, Él responde con firmeza: "También a otras ciudades tengo que anunciarles el Reino de Dios, para eso he sido enviado". No se instala, no se acomoda, no se queda en lo fácil. Jesús vive en constante salida, siempre con el corazón puesto en los que aún esperan, en los que todavía no han escuchado la buena noticia.
Este Evangelio claramente nos llama a no quedarnos encerrados en nuestros propios pequeños "éxitos" o en los espacios donde nos sentimos cómodos. El amor cristiano no se mide solo por lo que hacemos, sino también por nuestra disposición a salir, a movernos, a cruzar fronteras, por incómodas que sean. El Reino crece cuando dejamos de vivir para nosotros y empezamos a vivir para los demás.
Preguntas:
- ¿A quiénes podría dar gracias hoy por su fidelidad, por su forma de vivir la fe con amor y esperanza? ¿Los he reconocido alguna vez públicamente?
- ¿Estoy ayudando a que mi comunidad crezca en el amor y dé fruto, o me he acostumbrado a solo “recibir” sin entregarme?
- ¿Me cuesta salir de mi zona de confort cuando ya me siento “bien” en mi vida de fe?
- ¿Dónde me está llamando hoy el Señor a llevar su presencia: a qué personas, situaciones o lugares aún no he acudido por miedo o comodidad?