15/9/25

EVANGELIO MARTES 16-09-2025 SAN LUCAS 7, 11-17 XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores».

Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.

Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».

Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.

                        Es palabra del Señor

REFLEXION

La situación de la mujer a la que Jesús se dirige en el evangelio de hoy no podía ser más trágica: viuda y con el único hijo, muerto. Es decir, una mujer que ya no tenía futuro, pues no tenía –como lo exigía la sociedad de entonces– ningún varón que la pudiera cuidar o ayudarle a gestionar la vida.

Partiendo de la mirada –«al verla»–, la reacción de Jesús ante ella es de compasión. Una compasión activa: «le dijo: “No llores”». Esta frase no representa el consuelo fácil de quien, desde una situación segura, propone un alivio nominal. En Jesús, esta frase asegura el compromiso de Dios de quitar el motivo del llanto: «felices los afligidos, porque serán consolados» (Mt 5). Este compromiso, este “involucrarse” lleva a Jesús (a Dios) a tocar el ataúd –algo prohibido por la Ley– y a invitar al joven muerto a levantarse y a vivir. Le devuelve el hijo a la madre y así, le devuelve el aliento vital –el consuelo– a los dos.

Así, tocar y decir, gesto y palabra conforman el modo como Dios se comunica con la Humanidad y la renueva, la restaura, la levanta a su altura. Ese “modus operandi” de Jesús se repite con cada ser humano, también con nosotros. Jesús nos ve, se nos acerca, toca nuestro corazón y nos habla en la intimidad: «a ti te lo digo, levántate!», alcanza la medida de tu altura, no te arrastres ni estés encorvado, camina erguido, con plena dignidad, la dignidad del hijo o hija de Dios que eres.

Esta visita de Dios a la humanidad, esa visita de Jesús a nuestra vida… es la que nos renueva y nos transforma “a su modo”, para servir como Él, y así caminar atentos para ver, para consolar y para comprometernos por la compasión. Ese es lugar y el único modo desde el cual se puede vivir la vida cristiana y se puede desempeñar todo ministerio en la Iglesia.

Si Jesús era el Signo eficaz de Dios en medio de su pueblo…¿cómo lograr que nuestras comunidades sean una señal visible y actuante de Jesús en medio de nuestra sociedad de hoy, también desesperanzada y con tantas pérdidas? ¿Con qué gestos y palabras podríamos invitar a levantarse a quienes se sienten sin vida y sin fuerzas?

Fray Germán Pravia O.P.

Fray Germán Pravia O.P.
Casa de la Santísima Trinidad, Montevideo, Uruguay

Nací en Montevideo en 1968 y fui ordenado sacerdote en Argentina en 1993, tras una etapa misionera en barrios populares de la periferia de Buenos Aires. Desde 2011 viví en Paraguay, y conocí a los dominicos en el trabajo pastoral de sus barrios inundables, ingresando en la Orden de Predicadores en 2018. Tras el noviciado me licencié en Teología Espiritual en Comillas y me doctoré en Teología en San Esteban de Salamanca. Ahora resido en la comunidad de Montevideo, donde combino la docencia con la pastoral parroquial y el acompañamiento espiritual. Me apasionan la música, la lectura y el servicio desde el acompañamiento personal.