En este domingo celebramos el misterio de la Santísima Trinidad, el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Como escucharemos en el prefacio, al proclamar nuestra fe en Dios “adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en dignidad”. Esto es lo mismo que decir que Dios es Amor. Y el amor es lo contrario de la soledad. Dios es único, pero no solitario, Dios es familia, relación de amor. En su nombre hemos sido bautizados y llamados a vivir como hijas e hijos suyos. Por tanto, a vivir en el amor.
Hoy la Iglesia celebra el día “pro orantibus” (a favor de los que oran). Se nos invita, pues, a tener un recuerdo especial por las monjas y los monjes, por aquellos que nos recuerdan la importancia y la necesidad de la oración. Santo Tomás de Aquino dijo que el cristiano primero contempla y luego transmite a otros lo contemplado. Monjas y monjes dedican su vida a la contemplación del misterio de Dios, a escuchar y meditar su Palabra, y a la alabanza de sus maravillas. Ellos nos recuerdan algo propio de todo cristiano. No dejemos de orar por ellos y por una primavera de vocaciones a la vida contemplativa.