Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca.
Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Ser madre es una vocación a vivir en amor, entrega, servicio... La maternidad es un don sagrado que implica la grandeza de educar y guiar a los hijos, un compromiso con la transmisión de la vida y la familia.
Dios Padre eligió a María de entre todas las mujeres para ser la madre, según la naturaleza humana, de su Divino Hijo. Como es Madre de Cristo en el orden natural, es también la Madre de Su Cuerpo Místico, la Iglesia, de la cual Él es la Cabeza en el orden de la gracia. (Lumen Gentium 61).
Jesús nos da a su madre como madre nuestra. Ahí tienes a tu madre. Estas palabras de Jesús son revelación salvífica en la que vemos a María como "mujer" que es "consagrada", como Madre de la Iglesia desde lo alto de la cruz, así se establecen relaciones nuevas de amor entre María y sus hijos. No estamos huérfanos, tenemos una madre que hace nuevas nuestras mutuas relaciones personales.
De María hemos de aprender a vivir en «una Iglesia que es madre que va por el camino de la ternura; Ella conoce el lenguaje de la sabiduría, de las caricias, del silencio, de la mirada, Ella sabe de compasión, de apoyo, mansedumbre, sonrisa, que todo lo llena de amor.
María como Madre de la Iglesia nos revela el misterio de su Hijo y nos ayuda a decir sí a la voluntad de Dios. En el rostro materno de María los cristianos reconocemos una expresión particularísima del amor misericordioso de Dios Padre.
Al amor materno de María deberá corresponder un amor filial, acogiendo a María en nuestra casa.
Desde el agradecimiento desde el corazón, habla con María tu Madre, habla de los misterios de Cristo y con el Rosario en la mano dile gracias y ábrele tu corazón para que te siga guiando al encuentro con Cristo su Hijo, nuestro salvador.