30/6/24

EVANGELIO LUNES 01-07-2024 SAN MATEO 8, 18-22 XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla.
Se le acercó un escriba y le dijo:
«Maestro, te seguiré adonde vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
Otro, que era de los discípulos, le dijo:
«Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre».
Jesús le replicó:
«Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos».

              Es palabra del Señor

REFLEXION

El texto parte del éxito de masas que tiene Jesús. Su palabra, sus hechos, su modo de ser ha atraído a muchos hacia él. ¿Qué buscaban en Jesús? ¿Simplemente estaban fascinados por él? ¿Les gustaba su proyecto de vida? ¿Buscaban el poder curativo de Jesús? La de un leproso, la del criado del centurión, la de la suegra de Pedro, preceden en el texto evangélico a este movimiento general de unirse a él.

Sería el momento de aprovechar la coyuntura del éxito para multiplicar los seguidores. Pues, no: es el momento en que Jesús avisa con claridad de las exigencias de su seguimiento: no tiene nada que ofrecerles, ni siquiera una casa donde recibirles; es además una opción radical, ni siquiera los lazos familiares, filiales, de tanta dimensión humana, -en aquella sociedad más que en la nuestra de hoy-, han de prevalecer sobre su seguimiento. Jesús no es un político, un populista, que por rodearse de seguidores -de votantes- ofrece paraísos en la tierra. En esa línea, en otros momentos a los apóstoles les avisó de lo que le esperaba de persecución, hasta la muerte, del fracaso de su causa, que les dejaría a ellos sin la persona que les había congregado, y se dispersarían. Tampoco ellos quisieron entenderle.

Es un aviso que el cristiano no debe olvidar. Seguir a Jesús no lleva al éxito económico, ni social, ni a la comodidad de quien no se compromete con causa alguna. No podemos engañarnos, Jesús no nos engaña.

Lo que no impide que el seguimiento de Jesús esté impregnado de atractivo. El atractivo de la bondad, de la búsqueda de la verdad de lo que somos cada uno, los demás y el Dios de todos, y, por lo tanto, de encontrar sentido al vivir… Y con ello la felicidad de las bienaventuranzas. Felicidad humana, honda, que llega adonde somos lo que somos, nuestro interior. Nunca total, como no lo es nuestra bondad, ni alcanzamos la verdad plena.

Las renuncias por ser fieles a seguir a Jesús, merecen la pena por lo que se consigue en nuestra realización personal, en la fidelidad a ser lo que somos, como personas humanas, como cristianos, que es en lo que se ha de fundar la felicidad, que todos deseamos.

Interiorizar esto puede que sea lo que nos pide la Palabra de Dios que escuchamos en la eucaristía hoy.

Fray Juan José de León Lastra O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo

VISITA DE DIRIGENTES NACIONALES DE LA ASOCIACION DE LA MEDALLA MILAGROSA

 







Durante el fin de semana recién pasado, la Parroquia Todos los Santos de Los Lagos, recibió la visita de parte de la Directiva Nacional de la Asociación de la Medalla Milagrosa.

 En dicho encuentro que se extendió durante los días sábado y domingo, pudimos recibir la animación y alegría de cuatro dirigentes: Paulina, Sor María, Cecilia y Vicente.

 El sábado realizamos visitas domiciliarias, en algunas de ellas pudimos administrar los sacramentos, orar y hacerle entrega la medalla milagrosa. Por la tarde realizamos visitas de caridad haciendo entrega de alimentos a diferentes familias de nuestra parroquia finalizando el día con la Eucaristía.

 El domingo rezamos el santo rosario antes de la Eucaristía para prepararnos antes de la celebración y en la santa Misa la Señora Mathzuri y P. Cristopher se consagraron a la Virgen de la Medalla Milagrosa, recibiendo la medalla y el pañolin distintivo de la Asociación. Por la tarde participamos de la Eucaristía en la comunidad de Riñihue acompañando a la feligresía de ese lugar.

 Agradecemos la visita a nuestra parroquia que nos anima a seguir cultivando el carisma vicentino en el sur de nuestro país.


 


29/6/24

AYUDA PARROQUIAL POR INUNDACIONES

 







A través de los medios de comunicación hemos sido testigos del frente de mal tiempo que afecta al centro sur de nuestro país. En particular como parroquia vicentina queremos informarles la situación de nuestra localidad; en la misión que se encuentra peregrinando en la comuna de Los lagos.

 En la madrugada del viernes recién pasado un fuerte viento que reunió las condiciones para generar un tornado afectó a la localidad de Folilco, destruyendo arboles de la zona y afectando lamentablemente algunas viviendas que resultaron en la pérdida total de sus hogares.

 Junto con esta tragedia también damos cuenta de las inundaciones que han provocado estas intensas lluvias en la zona, muchos hogares se han visto afectados, tanto en sectores urbanos como rurales.

 Nuestra parroquia no podía quedar ausente ante esta tragedia que afecta, con lo que convocamos una campaña para ir en ayuda de algunos hogares. En la misa del reciente domingo pudimos recolectar alimentos que gracias a la colaboración de los fieles hemos podidos reunir 9 cajas de alimentos no perecibles.

 Hoy hemos dado inicio en la entrega de estas cajas que son una pequeña ayuda ante la necesidad que suscita nuestra colaboración. Agradecemos a todos quienes nos ayudaron en esta campaña. Dios les bendiga.

 Parroquia Todos los Santos


DOMINGO 30-06-2024 : DECIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 





Las lecturas que nos presenta la liturgia de este domingo decimotercero del tiempo ordinario, nos dan paz interior; porque nuestro Dios es un Dios en la persona de su Hijo Jesucristo, que trae la curación a nuestras heridas del espíritu, nos levanta para seguirlo en nuestra vida y poder gozar de su salvación.

Si la muerte entró en el mundo por el pecado, como enseña el libro de la Sabiduría, fue vencida por la fuerza del Señor Jesús. Fuerza que tenemos que recabarla por medio de la oración, (que no está en alza día hoy en día), como manera de relación con esa Vida, meta de última de nuestra salvación.

Hoy en día, hay muchos “salvadores”, que no dan esa Vida Divina, semilla de inmortalidad, que Dios preparó para todos sus hijos por él creados: “Dios creó al hombre para la inmortalidad” (1ª lectura).

Esta es la gran riqueza que el Sumo Hacedor ha compartido con sus criaturas, y que como beneficiarios de ella, nos anima y empuja para compartirla haciéndosela llegar a los demás.

Como enviados al mundo, y con cariz misionero en cualquiera de los estados de vida en que se esté, hay que compartir las riquezas, no solo materiales, que también, sino, también las espirituales que dan salvación y ayudan a soportar la desesperación y el fracaso, como ocurre con los personajes del evangelio de hoy.

La actitud positiva de la liturgia de este domingo, nos afianza en el canto de alabanza del Salmo 29. El Señor nos ha sacado de la fosa, y también, cambia nuestro luto en danzas.

Fr. Carlos Recas Mora O.P.
Convento del Santísimo Rosario (Madrid)

LECTURAS DEL DOMINGO 30-06-2024 : DECIMOTERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primera Lectura

Lectura del Libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24

Dios no hizo la muerte ni se complace destruyendo a los vivos.

Él todo lo creó para que subsistiera y las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo reina en la tierra.

Porque la justicia es inmortal.

Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a imagen de su propio ser; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los de su bando.

                                                     Es palabra del Señor

Salmo

Sal. 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R/.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.



Segunda Lectura

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 8, 7. 9. 13-15

Hermanos:

Lo mismo que sobresalís en todo - en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño y en el amor que os hemos comunicado -, sobresalid también en esta obra de caridad.

Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.

Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En este momento, vuestra abundancia remedia su carencia, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad.

Como está escrito:
«Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba».

                              Es palabra del Señor

REFLEXION

  • Iª Lectura: Sabiduría (1,13-15;2,23-24): Muerte, vida y sabiduría

 El libro de la Sabiduría (1,13-15; 2,23-24) nos ofrece hoy una de la reflexiones más hermosas sobre la vida y la muerte. Este es un libro tardío del Antiguo Testamento, escrito en griego, que recoge una gran tradición judía helenista y que ha marcado un hito en la gran cuestión de la existencia humana. Su afirmación de que Dios ha creado al hombre para la inmortalidad viene aminorada por el tópico de que la muerte no depende de Dios, sino de la envidia del diablo. De ahí su afirmación de que la muerte no entra en los planes creadores de Dios

 ¿De qué muerte habla aquí el autor del libro? Indiscutiblemente de las dos muertes de nuestra existencia. El considera muerte, también, la vida sin sentido, la que viven los impíos; mientras que la vida vivida con sabiduría es la vida que Dios otorga. Saber morir, pues, es lo mismo que saber vivir según la reflexión del autor de este extraordinario escrito. Pero sigue siendo absolutamente irrenunciable que Dios nos ha creado para la vida y no para la muerte, porque «es un Dios de vivos».

  • IIª Lectura: 2ª Corintios (8,7.9.13-15): Compartir y generosidad

 La segunda lectura está entresacada de una especie de billete que Pablo escribió para organizar una colecta para los pobres de Jerusalén, a lo que él se había comprometido en la asamblea apostólica de la ciudad santa, cuando se distribuyeron el campo de trabajo entre los judíos hebreos y los judíos helenistas que habían de trabajar entre los paganos (Cf. Gal 2). Era una forma de mantener la comunión con la comunidad madre desde la que el evangelio debía anunciarse a todos los hombres.

 Pablo habla de generosidad, porque nuestro Señor se ha mostrado muy generoso con nosotros; lo ha dado todo, absolutamente todo, por nosotros ¿no debemos hacer lo mismo los unos con los otros? Incluso, en una propuesta poco radical, se permite pedir lo imprescindible, solamente lo que les sobra, para ayudar a los que lo necesitan. Por ahí se debe empezar, desde luego, como ámbito de la justicia más elemental. Sabemos que la caridad cristiana puede llegar a más y exigirse más, pero comenzar por lo mínimo es, también, un signo de comunión en la justicia.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)


EVANGELIO DOMINGO 30-06-2024 SAN MARCOS 5, 21-43: DECIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.

Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».

Se fue con él y lo seguía mucha gente.

Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

                          Es palabra del Señor

REFLEXION

 El evangelio de Marcos nos presenta hoy todo un proceso pedagógico de cómo debemos afrontar la vida y la muerte desde la fe. Son dos relatos en uno que el redactor del evangelio o probablemente una tradición anterior había reunido con toda la intencionalidad del mundo, para que el retraso de una cosa extraordinaria que “entretiene” a Jesús, lleve así a otra cosa más extraordinaria aún: la vuelta a la vida de alguien que se consideraba muerta. Estos milagros que se nos relatan requieren su interpretación conjunta y exigen códigos hermenéuticos bien definidos. Jairo le pide a Jesús que ponga la mano a su hija enferma, y en el camino una mujer de la multitud se empeña en poner la mano sobre la orla, con la intención de «arrancar» a Jesús una curación para una enfermedad que le llevaba a la muerte. Como es lógico, esto difiere la llegada de Jesús y se produce la muerte. Todo es intencionado. Pero tanto Jesús, como el evangelista, quieren poner un correctivo a esa forma de acercarse a Jesús, de creer en él, como si fuera un simple curandero, y de enfrentarse a la muerte. Si la enfermedad no se ataja nos morimos… pero curar las enfermedades no soluciona el drama de la vida. La cuestión están en enfrentar la muerte en su verdadera dimensión. Tanto la mujer curada, como la hija de Jairo volverán a morir. No se trata de negar el valor del “milagro”, ni el poder extraordinario de Jesús. Pero, fuera del ámbito de la fe, por los milagros Jesús no pasaría de ser un “mago” más, un taumaturgo más de los de aquella época. Los milagros, los prodigios, pueden ser signo de parte de Dios…

 La mujer que le ha tocado el vestido a Jesús tiene que enfrentarse con él, en un tu a tu, para que la fe se llene de contenido. Probablemente su obsesión por tocar a Jesús le ha llevado al convencimiento de que está curada. Pero Jesús no trata a los hombres desde la parasicología, sino como personas que deben aceptar desde la fe a un Dios de vida. Jesús no quiere, pues, que se le considere solamente un taumaturgo al que se puede tocar como se tocaban las estatuas de los dioses (y eso que en la religión judía no se podía representar a Dios). Lo extraordinario que le ha sucedido a la mujer debe reconducirse a la fe: “tu fe te ha curado”. ¿Y cuando la fe no cura? ¡Nada está perdido! Es ahí cuando le fe tiene más sentido y debe expresar toda la confianza de nuestra vida en Dios.

 Así, se ofrecen los presupuestos para la siguiente escena: cuando llega a la casa Jairo, el llanto de las plañideras de oficio y la pena de los padres cubren la muerte de negrura. Pero no es así la muerte: es una puerta a la vida. El que Jesús, con sus famosas palabras en arameo (Talitha kum) haga que le niña se levante, no puede quedar en una cuestión de magia, sino que es un signo de cómo ve Jesús la muerte: un sueño, un paso, una hermana de la vida. La niña despierta, sí; pero volverá a morir un día y entonces ya no volverá a esta vida, no estará allí a sus pies el profeta de Galilea que la levante de nuevo de esa postración. Por eso no se debería usar el término “resurrección” para este caso de la niña que “vuelve a esta vida”. Solamente el milagro de la verdadera muerte nos lleva a la verdadera resurrección.

 Entonces es cuando asumirán todo su sentido las palabras de Jesús: “la niña no está muerta, sino que está dormida”. Entonces logrará pasar a una vida distinta. Y a esa vida no se entra sino desde la fe, desde la confianza en el Dios que nos ha creado para vivir eternamente. El verdadero significado de la muerte no se afronta con el interés de volver a esta vida, a esta historia. El verdadero significado de la muerte se afronta desde otra dimensión: morir no es un drama de plañideras… aunque es hermoso llorar la muerte de verdad. Morir es el drama de nuestra vida histórica, el parto auténtico de nuestra existencia que nos llevará a una vida nueva. Eso es lo que debemos hacer: asumir la muerte, desde la fe, no como una tragedia, sino como la puerta de la verdadera resurrección.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

28/6/24

SABADO 29 DE JUNIO : SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

 




Los santos Pedro y Pablo son las columnas de la Iglesia. Por caminos a veces paralelos y a veces divergentes, pero guiados por un mismo Espíritu, extendieron el Evangelio entre los judíos y entre los paganos. Los dos entregaron su vida por el Evangelio siendo martirizados en Roma

«El día de hoy es para nosotros sagrado, porque en él celebramos el martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo. No nos referimos a unos mártires desconocidos. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Estos mártires, en su predicación, daban testimonio cíe lo que habían visto y, con un desinterés absoluto, dieron a conocer la verdad hasta morir por ella.»

Así se expresaba San Agustín en un sermón que hoy nos transcribe la Liturgia de las Horas.

Simón, llamado Pedro

Parece un hombre sencillo, de una pieza. Y, sin embargo, es de una complejidad inaferrable. No en vano tiene dos nombres: uno se lo dio su familia, allá en Betsaida; el otro lo recibió de Jesús. El primero venía cíe la tierra. El segundo se lo dio aquel que era la piedra angular cantada por los salmos (Mc 12, 10).

Simón es el prototipo del seguidor del Señor. Quizá por eso se nos muestra como un hombre continuamente sometido a la prueba. Su vida parece marcada por tres momentos importantes. La hora de la llamada. La hora de la pregunta. La hora de la huida y del retorno.

La hora de la llamada

[…] El relato de la vocación de Pedro parece concebido según un esquema de tres momentos. Un punto de partida: dejar las redes, la barca, la familia. Un punto de llegada: ser pescadores de hombres. Y una invitación que marca el camino: «venid conmigo».

No se pueden dejar las redes sin haber vislumbrado algo importante. Jesús lo subrayará en la parábola del tesoro y de la perla, Será difícil dejar las redes si uno no ha descubierto para qué las deja, es decir, el sentido último de la llamada.

Simón es pescador y Jesús lo llama a ser pescador de hombres. El Señor llama y pide conservar el talante y los talentos, pero con el fin de ponerlos al servicio de una nueva misión.

Tanto el dejar las redes como el ser pescadores de hombres tienen un eje, un punto de apoyo: Estar con él. Sin esa intimidad no es posible ser pescador de hombres.

La hora de la pregunta

Como todos los demás, lo siguió también hasta Cesarea de Filipo. Las fuentes del Jordán brotan allí de la roca, bajo el templete del dios Pan. Es aquél un buen lugar para el reposo. En aquel escenario, Jesús formula a sus discípulos una doble pregunta, semejante pero diversa. «¿Quién dice la gente que soy yo?» La gente ya ha advertido su presencia y lo reconoce como un profeta, equiparable a los antiguos. Pero él insiste: ,'Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» En nombre de todo el grupo, Pedro lo confiesa corno el Mesías o el Cristo, el Hijo del Dios viviente (cf, Mt 16, 16).

A la primera pregunta responden con la simple información. La segunda requiere la confesión del creyente. En aquella respuesta se encerraba toda la plenitud de la fe cristiana, como irán descubriendo los seguidores de Jesús después de su resurrección.

Jesús contesta a Pedro con una bienaventuranza que a todos los cristianos nos gustaría hacer nuestra: 'Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonas, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16, 17). Son dichosos los que han recibido de Dios el don de esa certeza, que no se debe a evidencias inmediatas.

[…] La vida de Simón está marcada por la más radical de las preguntas: «¿Quién decís que soy yo?» Pero esa pregunta es también la que decide la orientación de la vida de todos los creyentes.

La hora de la huida y del retorno

[…] Pedro es el prototipo de los seguidores del Señor. En él encuentran éstos el frescor de la llamada y la radicalidad de quien lo deja todo, el entusiasmo del neófito y la hospitalidad del creyente, las dudas de la noche del espíritu y el fulgor de los días de gloria, las promesas más ingenuas y el desengaño de las propias caídas, la huida y el reencuentro, el miedo y el valor para anunciar la vida del Maestro, la identificación con su misión y la aceptación de su propia suerte.

Todo cristiano se ha visto alguna vez reflejado en Simón Pedro. En la generosidad o en la cobardía, en el fervor o en el llanto, en la intrepidez o en el hundimiento. Pero, sobre todo, en la fe de quien descubre a su Señor resucitado y lo anuncia con una fuerza que ya no proviene de la propia debilidad.

Saulo, llamado Pablo

Saulo (Saúl) pertenecía a la tribu de Benjamín. Nació en Tarso de Cilicia en los primeros años de nuestra era. Sabemos que, siendo todavía «joven» presenció y aprobó la lapidación de Esteban, hacia el año 36, y que ya se consideraba anciano cuando escribía a Filemón desde Roma, entre los años en torno al año 60.

Su puesto es definitivo en la marcha de las primeras comunidades cristianas. Y su figura es gigantesca y polifacética, como persona y como creyente.

En cuanto persona admiramos la riqueza que le daba su pertenencia a tres culturas: era hebreo de raza y religión; conocía la lengua y el estilo de las ciudades helenistas y poseía, en fin, la ciudadanía romana. Al asumir en Chipre el nombre de Paulo –Pablo–, aquel hombre levantaba acta de aquellas pertenencias. Ese caudal le abriría muchas puertas.

En cuanto creyente, sabemos que fue un celoso judío, perteneciente al grupo de los fariseos, y que, una vez convertido, habría de ser un apasionado seguidor del Mesías Jesús.

El testigo

Pablo, que se considera a sí mismo como el "abortivo» y «el menor de los apóstoles (1Co 15, 8-9), recorre las ciudades anunciando la salvación por medio de la fe en el Mesías Jesús. Entretanto, escribe a las comunidades para continuar su predicación y dar solución a los problemas que se van presentando. Y les recuerda el mensaje que recibió y que procura transmitir con fidelidad:

«Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué... Si no, ¡habríais creído en vano! Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo. Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios. Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. Pues bien, tanto ellos como yo, esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído» (1Co 15, 1-11).

El procurador Festo no entendió mucho de lo que se acusaba a Pablo. Pero lo que entendió era el núcleo de su vida y de su mensaje. Sabía que los judíos «solamente tenían contra él unas discusiones sobre su propia religión y sobre un tal Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirma que vive» (Hch 25, 19).

Las discusiones sobre su religión no se limitaban al terreno ritual. Pablo sabía y predicaba que la Ley de Moisés no podía salvar al hombre y que la salvación le venía por la fe en el Mesias Jesús. De ahí, la universalidad de su mensaje. Por otra parte, la afirmación de la resurrección de aquel Jesús que predicaba era fuente de vida, de esperanza y de compromiso moral para él y para todas las comunidades que fundaba y apoyaba.

Esas dos convicciones, que mantenían su camino y alentaban su misión, le hacían escribir a los fieles de Galacia:
««Yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano, (Ga 2, 19-21).

Apoyado en esa fe y esa certeza emprendería su último viaje, superaría un naufragio, llegaría a Roma y allí entregaría su vida por el Evangelio que había recibido y tan generosamente había difundido.

Las columnas de la Iglesia

Pedro y Pablo son las columnas de la Iglesia. Por caminos a veces paralelos y a veces divergentes, pero guiados por un mismo Espíritu, extendieron el Evangelio entre los judíos y entre los paganos.

En el prefacio de la misa de hoy se alaba a Dios por esta unidad en la diversidad:

«En los apóstoles Pedro y Pablo
has querido dar a tu Iglesia un motivo de alegría:
Pedro fue el primero en confesar la fe;
Pablo, el maestro insigne que la interpretó;
aquél fundo la primitiva Iglesia con el resto de Israel,
éste la extendió a todas las gentes.
De esta forma, Señor, por caminos diversos,
los dos congregaron la única Iglesia de Cristo,
y a los dos, coronados por el martirio,
celebra hoy tu pueblo con una misma veneración.»

Pedro y Pablo comprendieron que el mensaje evangélico no podía quedar encerrado en Jerusalén. Ambos fueron testigos del florecimientos de la comunidad de Antioquía de Siria y leyeron con ojos de fe los «signos de los tiempos» que allí les invitaban a buscar más amplios horizontes para el nombre y la vida cíe los cristianos.

En Roma anunciaron el Evangelio y en Roma dieron el último testimonio de Cristo con su propia muerte. El sepulcro cíe Pedro es venerado en la basílica Vaticana y el de Pablo en la basílica Ostiense.

En el oficio de lecturas de esta fiesta, leemos y meditamos con gusto la vibrante exhortación de San Agustín: «En un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles. Es que ambos eran en realidad una sola cosa, aunque fueran martirizados en días diversos. Primero lo fue Pedro, luego Pablo. Celebramos la fiesta del día de hoy, sagrado para nosotros por la sangre de los apóstoles. Procuremos imitar su fe, su vida, sus trabajos, sus sufrimientos, su testimonio y su doctrina».

José -Román Flecha Andrés

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO SABADO 29-06-2024 SAN MATEO 16, 13-19 XII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

                                       Es palabra del Señor

REFLEXION

En el evangelio de hoy, ante la pregunta de Jesús: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Pedro responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. San Pedro experimentó que las palabras de Jesús contienen vida, sentido, luz, y llevan a estar a gusto, a llenar el corazón, a tener esperanza. Por eso, se dedicó por entero a predicar a Jesús y su evangelio, y no solo a los judíos sino también a los gentiles, lo que trajo consigo ciertos problemas en la iglesia primitiva.

No todo en la vida de Pedro fue un camino de rosas. Experimentó la debilidad. También Pedro fue débil. Tan débil que llegó a negar a su Maestro y Señor en el proceso seguido contra Él. “Ni le conozco”. Pero Jesús resucitado salió a su encuentro y, en su debilidad y arrepentimiento, le acogió, le perdonó y le puso al frente de su iglesia. Solamente le pidió que no dejase de amarle: “Pedro ¿me amas?”.  Y Pedro nunca dejó de amarle.

Vemos cómo los dos también experimentaron la debilidad humana, la negación a Jesús, el “aquello que no quiero eso hago”. Pero por encima de sus debilidades, se vieron inundados por el amor de Cristo que les mantuvo en su seguimiento hasta el final. Los dos entregaron y gastaron su vida por Cristo y por los hermanos, porque Cristo entregó su vida y la gastó por ellos y los hermanos.

En el fondo, estos rasgos comunes de Pedro y Pablo son los mismos que los de todo cristiano. Por eso, les podemos robar sus  palabras porque son también las nuestras: “Tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero… tú solo tienes palabras de vida eterna…. Para mí la vida es Cristo”.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

27/6/24

EVANGELIO VIERNES 28-06-2024 SAN MATEO 8, 1-4 XII SEGUNDA DEL TIEMPO ORDINARIO

 




Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.

En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme».

Extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero, queda limpio».

Y en seguida quedó limpio de la lepra.

Jesús le dijo:
«No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

                               Es palabra del Señor

REFLEXION

“Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mt 4,23). En este sumario, el evangelista presenta la actividad de Jesús de Nazaret, que anuncia la Buena Noticia a través de palabras y de signos. En el Sermón de la montaña, Jesús ha proclamado el Reino con palabras (Mt 5-7), ahora comienza a hacerlo con signos (Mt 8).

Lo primero que nos encontramos es la curación de un leproso. Éste no tiene solo una enfermedad física, sino que es considerado impuro. El leproso según el libro del Levítico tenía que permanecer apartado de la comunidad y en especial de la asamblea cultual; su mal por tanto era biológico, pero también social y religioso (Lv 13,9-17).

Sobrecoge la confianza que pone este hombre en Jesús: «Señor, si quieres puedes limpiarme.» Se fía de él, considera que tiene el poder de sanar, de salvar, de devolverlo al lugar al que pertenece. Cuando se acerca a Jesús haciéndole su petición, le está pidiendo no solo que lo cure, sino que le devuelva su dignidad, que lo re-integre de nuevo en la comunidad. Jesús, viendo su fe, lo toca, a pesar de que eso implicaba entrar en impureza. Para Jesús, las leyes, incluso las religiosas siempre están al servicio del ser humano y de su dignidad. Por eso proclama: “Quiero, queda limpio”.

El evangelista subraya la realización del signo; las palabras de Jesús no son palabras al aire, siempre se cumplen. El leproso queda sanado y queda salvado. Es curado de la enfermedad, es revestido de su dignidad y son restauradas sus relaciones comunitarias. Pero lo que ha ocurrido no puede quedar en el ostracismo. Si la enfermedad tenía una dimensión social, la sanación también habrá de tenerla. Por eso, Jesús, aunque le pide silencio, para que su mesianismo no se confunda con un mesianismo de espectáculo, lo invita a que vaya al sacerdote que es según la ley el que puede declarar públicamente que el leproso ha pasado de la enfermedad a la salud, de la impureza a ser declarado puro (Lv 13,17). La comunidad ha de volver a integrar al que había excluido.

La Buena Noticia que trae Jesús es una Noticia liberadora, salvadora que restaura la dignidad del ser humano, cuando se ha perdido, que lo devuelve a la “mejor versión de sí mismo”, que lo resitúa en la comunidad cuyas relaciones fraternas y sororales son propias de los que nos llamamos hijos de Dios. ¿Con que confianza me acerco al Señor? ¿Qué le pido que limpie o restaure en mí?

Hoy celebramos a San Ireneo de Lyón, (s.II), padre de la Iglesia que arriesgó y expuso su vida por defender la verdad del evangelio ante aquellos que querían distorsionarla.

Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo

26/6/24

EVANGELIO JUEVES 27-06-2024 SAN MATEO 7, 21-29 XII SEMANA DEL TIEMPÓ ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

Aquel día muchos dirán:
“Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”.

Entonces yo les declararé:
“Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».

Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas.

                                                   Es palabra del Señor

REFLEXION

Este conocido pasaje del Evangelio nos pone frente a nosotros mismos: Jesús nos interpela y nos hace ver que por mucho que hagamos, si en nuestro corazón y en nuestra alma no habita su Palabra de nada nos sirven los actos.

En la vida del cristiano no vale solo con “cumplir los ritos”, ni invocar de manera vacía el Nombre de Dios. El cristiano debe ir un paso más allá, o dicho de otra forma: no podemos empezar la casa por el tejado. Necesitamos cimientos firmes, fuertes, bien asentados ¿Y eso cómo se consigue? Haciendo nuestras las enseñanzas de Jesús, contemplando las Escrituras como forma de oración, haciendo nuestro el Mensaje de Cristo. Y ya después podremos predicar, sanar, echar demonios... pero lo primero es cimentar nuestros actos porque si no al primer envite, a la primera dificultad, nuestra casa se vendrá abajo.

Cristo nos está hablando de la importancia de cumplir la Voluntad del Padre a través del Hijo y con la fuerza del Espíritu Santo. Nos está diciendo que la rutina, la fuerza de la costumbre (aunque lo hagamos con buena intención) no son suficientes para salvar el alma. Es necesario el conocimiento de Dios, de su Voluntad, de sus Mandatos y solo así nuestros actos tendrán la fuerza y la autoridad de la que se sorprendían los que le escuchaban «les enseñaba con autoridad, no como los escribas», todos sabemos cómo eran los escribas…

Nuestra casa interior debe ser fuerte, cimentada en una Fe bien asentada y eso se obtiene mediante el conocimiento adquirido a través de la lectura frecuente de las Escrituras y su meditación como intentamos hacer a diario en este espacio que la Orden de Santo Domingo pone a nuestra disposición. Poco a poco, día a día, iremos construyendo un edificio resistente a las dificultades que encontremos en nuestro caminar.

D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro