Primera Lectura
Lectura del Libro del Exodo 24, 3-8
Salmo
Sal. 115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18 R: Alzaré la copa de la salvación, invocando tu nombre, Señor.
Segunda Lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 9, 11-15
Es palabra del Señor
REFLEXION
Iª Lectura: Éxodo (24,3-8): El misterio de la Alianza
En la primera lectura, Moisés, bajando del monte, comunica la experiencia que había tenido de Dios, de sus palabras, que han de considerarse como palabras de la Alianza que Dios había sellado anteriormente con su pueblo con el Código de la Alianza cuyo corazón es el Decálogo. Entonces, pues, se organiza una liturgia sagrada, un banquete, que quiere significar la ratificación de la Alianza que Dios ha hecho con el que ha sacado de la esclavitud. El misterio de la sangre, de su aspersión, expresa el misterio de comunión de vida entre Dios y su pueblo ya que, según se pensaba, la vida estaba en la sangre. Por ello este texto se considera como prefiguración de la Nueva Alianza que Jesús adelanta en la última cena.
IIª Lectura: Hebreos (9,11-15): El sacrificio de la propia vida
La carta a los Hebreos es uno de los escritos más densos del NT. En este texto se nos exhorta desde la teología sacrificial, que pone de manifiesto que los sacrificios de la Antigua Alianza no pudieron conseguir lo que Jesucristo realiza con el suyo, con la entrega de su propia vida. Y esto lo ha realizado «de una vez por todas» en la cruz, de tal manera que los efectos de la muerte de Jesús, la redención y su amor por los hombres, se hacen presentes en la celebración de este sacramento. El recurrir a las metáforas y al lenguaje de la acción sacrificial puede que resulte hoy poco convincente, fruto de una cultura que no es la nuestra. No obstante, la significación de todo ello nos muestra una novedad, ya que todo se apoya en un sacerdocio especial, el de Melquisedec y en una entrega inigualable.
Es uno de los momentos álgidos de la argumentación de la carta. Está hablando del sacrificio de la propia vida que logra una Alianza eterna. Es esa alianza que prometieron los profetas, porque ellos vieron que los sacrificios rituales habían quedado obsoletos y la alianza antigua se había convertido en una “disposición” ritual. Cristo no viene a instaurar nuevos sacrificios para Dios (no los necesita), sino a revelar que la propia vida entregada a los hombres vale más que todo aquello. Así es posible entenderse a fondo con Dios. Es en la propia vida entregada como se logra la comunión más íntima con lo divino, sin necesidad de sustitutivos de ninguna especie. La muerte de Jesús, su vida entregada a los hombres y no a Dios, es el “testamento” verdadero del que hacemos memoria.