Primera Lectura
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15
Salmo
Sal. 129, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8. R: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 4, 13–5, 1
Es palabra del Señor
REFLEXION
I.ª Lectura (Génesis 3,9-1S): El egoísmo del pecado
Esta lectura (que se usa en la fiesta de la Inmaculada) es la manifestación teológica de un autor llamado ''yahvista" que se limita a poner por escrito toda la tradición religiosa de siglos, en ambientes culturales diversos, sobre la culpabilidad de la humanidad: Adán-Eva. Hoy ya se acepta claramente que no es necesario entender todo esto como si se tratara de una sola pareja humana. Los simbolismos del relato nos permiten todo eso y más, ya que científicamente el monogenismo no resiste un análisis coherente. El pecado, pues, nos abruma, nos envuelve, nos fascina, nos empapa en libertad desmesurada, hasta que vemos que estamos con las manos vacías, desnudos y sin nada de lo que pensábamos que íbamos a conseguir fuera de lo que Dios quiere. Entonces empiezan las culpabilidades: la mujer, el ser débil frente al fuerte, como ha sucedido en casi todas las culturas. Y por medio aparece el mito de la serpiente, como símbolo de una inteligencia superior a nosotros mismos, o de una oscura fuerza que puede con nosotros, que no es divina, pero que parece.
El mal siempre ha sido descrito míticamente. Pero en realidad el mal lo hacemos nosotros y lo proyectamos al que está frente a nosotros, especialmente si es más débil, según la una visión cultural equivocada. ¿Quién podrá liberarnos de ello? Siempre se visto en este texto una promesa de Dios; una promesa para que podamos percibir que el mal lo podemos vencer, sin proyectarlo sobre el otro, si sabemos amar y valorar a quien está a nuestro lado; en este caso el hombre a la mujer y la mujer al hombre, y así sucesivamente, grupos familiares, pueblos, razas. Todos estamos convocados a amar el bien y a trasmitirlo... pero desgraciadamente nuestros caminos su tuercen. Sólo Dios puede garantizamos lo mejor y debemos tenerlo en cuenta, acogerlo, obedecerle, buscarlo siempre.
II.ª Lectura (11.ª Corintios 4,13-5,1): La muerte se va transformando en vida
El tema "escatológico" que plantea Pablo en este momento de 2Cor es de verdadera trascendencia. El apóstol está más abierto que nunca a su propia muerte y ya no está preocupado por la "Parusía" (como se puede constatar en 1Tes y en 1Cor), porque siente que su vida como persona y como apóstol se gasta poco a poco. Por ello no va a echar mano de un planteamiento filosófico, sino de la experiencia personal que todo creyente debe tener con Jesucristo, con su muerte y su resurrección. Pero más aún, el "emisario" del evangelio debe estar en disposición de vivir esta vida en Cristo: entregarse a la muerte, para que los otros vivan de ese evangelio. Así se dice clara y manifiestamente en 4,12: "de este modo, la muerte acontece (energeitai) en nosotros, y en vosotros la vida". Significa que mientras el apóstol, por causa del evangelio, va gastando su vida, en esa medida siembra vida en la comunidad que acoge ese mensaje. Pablo ha expresado esta identificación con Cristo en otros momentos, como en Gál 2,20 o en Flp 3,7-11. Pero el hecho de que ahora apoye su ministerio en el kerygma: muerte y resurrección de Jesús, es porque sirve extraordinariamente a la metáfora paradójica del "vaso de barro" y del "tesoro". El predicador del evangelio, pues, experimenta personalmente la soteriología en su doble dimensión de muerte y de vida. No se puede vivir sino muriendo, de la misma manera que Cristo no ha podido resucitar o "ser resucitado", sino pasando por la debilidad de la muerte. Si todos los cristianos, pues, tienen que acoger esta experiencia soteriológica de identificación con Cristo, no puede ser menos el apóstol que está encargado de este ministerio.
De ahí que el apóstol ligue su suerte y su salvación a la de la comunidad. Es lo que va a expresar con el apoyo, además, de una fórmula de resurrección: "aquel que resucitó (egeíras) a Jesús, nos resucitará (egerei) con Jesús y nos presentará juntamente con vosotros" (4,14). Esta fórmula primitiva de tono apocalíptico, sin duda, parece retocada por Pablo en esa última parte al unir su futuro al de la comunidad. Lo cual se confirma con creces en 4,15, ya que ha vivido y vive esta experiencia personal-apostólica para que la comunidad pueda alabar a Dios. Es una de las páginas escatológicas de Pablo, probablemente la más alejada del comienzo, de 1Tes 4 e incluso de 1Cor 15, y la que más ha dado que hablar en tomo a los conceptos escatológicos de la vida después de la muerte, juntamente con Flp 1,22-25. La conciencia de la nékrôsis, es decir, de la afirmación de la experiencia de la muerte, bajo la imagen de la casa y del vestido, es una aportación sustancial vivida como persona y como apóstol. Las dos cosas, pues, son inseparables. Debemos apostar por leer aquí una persuasión de Pablo de que ya no es necesaria la Parusía como en 1Tes 4,15. En el horizonte de su vida y bajo los sufrimientos, la enfermedad, su misión mira al futuro, no solamente desde el punto de vista existencial, sino verdaderamente escatológico. Pablo no habla dualísticamente, ni solamente del hombre interior, sino de todo su ser, de toda su persona.