30/11/24

DOMINGO 01-12-2024 : PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

 




Comenzamos con este Domingo el tiempo del Adviento, el tiempo litúrgico con el que los cristianos comenzamos el nuevo Año Litúrgico. Tiempo de espera y de preparación, de camino y de horizonte, tiempo anterior a la Navidad, tiempo que nos prepara para la venida de Cristo.

¿Pero qué venida es esa? Jesús de Nazaret, el Verbo hecho carne, el Hijo de Dios vivo, ya vino hace dos mil y pico de años. ¿Cómo decir entonces que esperamos el nacimiento de Cristo? ¿Cómo decir que esperamos su venida?

La Iglesia espera la venida de Cristo desde tres prismas. Tres dimensiones hay en esta espera, en este anuncio de la Venida de Cristo, que tienen que ver tanto con las virtudes teologales de la Fe, el Amor y la Esperanza, como con las Tres Personas Divinas de la Trinidad. Tres venidas que son la histórica en la que ya llegó Cristo, la diaria en la que viene el Espíritu a nuestra vida, y la que vendrá, en el final de los tiempos, el mismo Padre para llevar a la creación a su plenitud.

Fray Vicente Niño Orti
Convento Santo Tomás de Aquino 'El Olivar' (Madrid)

LECTURAS DEL DOMINGO 01-12-2024 : PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

 




Primera Lectura

Lectura del profeta Jeremías 33, 14-16

Ya llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.
En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra.
En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.

                              Es palabra del Señor



Salmo

Sal. 24 R. A ti, Señor, levanto mi alma

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza. R/.



Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 3, 12 — 4, 2

Hermanos:
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguid adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

                         Es palabra del Señor

REFLEXION

Iª Lectura: Jeremías (33,14-15): El Señor es nuestra justicia

 Forma parte esta hermosa lectura de los oráculos de salvación del profeta, oráculos que presentan al pueblo la restauración, oráculos de esperanza (cc. 30-33). Todos estos epígrafes encuentran su equivalencia en esos oráculos que proponían la restauración del reino del Norte, Israel y también para Judá. Quizá no responden a una etapa demasiado concreta de su vida de profeta “quemado” por la palabra de Dios. Pero un profeta no sería verdadero si además de anunciar el “juicio” no se atreviera también con la salvación y la restauración. Jeremías, asimismo, tenía alma y sensibilidad para ello. Un profeta perseguido como él siempre se atreve a ver más allá de lo que los demás ven o experimentan. Es un oráculo que se repite en su obra como podemos cotejar en Jr 23,5-6. El profeta juega con el nombre nuevo que ha de llevar el descendiente de David: “Señor, justicia nuestra” (Yhwh sidquenû), de la misma manera que Isaías 7,14 le pondrá, simbólicamente, al descendente de Acaz, “Dios con nosotros” (Inmanûel), y ya sabemos la trascendencia que ese nombre ha tenido para la teología mesiánica cristiana. Los nombres significan mucho en la Biblia y si son simbólicos con más razón.

 El exhorto del profeta Jeremías reza así: el Señor es nuestra justicia. No es un título, sino el proyecto y el compromiso del Dios de la Alianza, con Israel y con todos los pueblos. Ese es el Dios que se encarna, el que hace justicia. Que es más que dar a cada uno lo que le pertenece. Esa idea de justicia (sdq) es algo pobre para el Dios de Jesucristo. Significa mucho más: Dios levanta al oprimido; hace valer al que no vale, porque a Él todos los seres humanos le importan como hijos; hace abajarse al que se ha levantado hasta las nubes sin valer, apoyándose en un poder que no le pertenece. Ese proyecto y ese compromiso divino, sin embargo, no se impone por la fuerza, como hacen los poderosos de este mundo con sus estrategias, sino que se nos llama en el Adviento a considerarlo como una espera y esperanza para convertirnos a El. Así podemos precisar el primer paso del Adviento: la conversión al Dios de una justicia prodigiosa. Y la conversión es mucho mas que hacer penitencia; es un cambio de mentalidad, un cambio de rumbo en nuestra existencia, un cambio de valores. Porque cuando se cambian los valores de nuestra vida, transformamos nuestra forma de ser, de vivir y de actuar.

IIª Lectura: Iª Tesalonicenses (3,12-4,2): La dedicación a lo divino

 Esta es una invocación de Pablo, urgido y urgiendo a la comunidad para preparase a la pronta “venida del Señor”. Hoy día no cabe duda que Pablo pensó ver este momento con sus ojos. Como la mayoría de los primeros cristianos pensaba que la “parusía”, la presencia efectiva del Señor resucitado estaba a punto de llegar. Después fue cambiando poco a poco esa mentalidad influida por un perfil apocalíptico por una visión histórica más concorde con la realidad de “transformar” el mundo y “transformarse” personalmente a imagen de Cristo, por medio del amor y de la muerte. Eso es lo que se infiere del final de esta invocación que habla de la “manifestación (parousía) de nuestro Señor Jesucristo”. Después Pablo llegaría a la conclusión personal de que esa experiencia de la manifestación había que vivirla personalmente en el momento de la muerte (cf 2Cor 4,7-15; Flp 3,7-11).

 En todo caso ¿qué expone como punto práctico?: pues una disposición que hay que tener para el día del encuentro del Señor (también expresado en lenguaje apocalíptico): un amor más grande a todos los hombres, porque esa es la forma de progresar en la santidad. Muchas veces nos preguntamos qué es ser santo. Pues aquí encontramos una buena respuesta: es vivir amando siempre, cada vez más, sin excepción, como Dios mismo hace. Por eso se le define a Él como el Santo: porque no excluye a nadie de su amor. Sin duda que el Apóstol nos habla de algo inconmensurable, utópico: ¡cuando amemos a todos los hombres! Así es la respuesta, la conversión, al Dios de la justicia, al Dios de la encarnación, al Dios de la Navidad, para lo que nos prepara el Adviento. ¿Cómo podemos, pues, vivir dedicados a Dios? Amando a todos los hombres. Esa es la dedicación del cristiano a lo divino.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

EVANGELIO DOMINGO 01-12-2024 SAN LUCAS 21, 25-28 Y 34-36 PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

                                   Es palabra del Señor

REFLEXION

 Todos los años comenzamos el nuevo ciclo litúrgico con el Adviento, que es presencia y es llegada. Es una presencia de siempre y constantemente renovada, porque nos preparamos para celebrar el misterio del Dios que se encarna en la grandeza de nuestra miseria humana. En el Primer Domingo de Adviento, "Ciclo C" del año litúrgico, que estará apoyado fundamentalmente en el evangelio de Lucas, se ofrece un mensaje lleno de fuerza, una llamada a la esperanza, que es lo propio del Adviento: Levantad vuestras cabezas porque se acerca vuestra liberación. Esa es la clave de la lectura evangélica del día. No son los signos apocalípticos los que deben impresionar, sino el mensaje de lo que se nos propone como oferta de parte de Dios. Los signos apocalípticos, en este mundo, siempre han ocurrido y siempre estarán ocurriendo.

 Lucas también nos ha trasmitido el discurso apocalíptico en boca de Jesús (c. 21) a semejanza de lo que hace Mc 13. En Lucas comienza con una enseñanza que contrasta con la actitud de algunos que están mirando y contemplando la grandeza del templo (21,5ss). Los vv. 25-28 se centran en la famosa venida (parousía) del Hijo del hombre que ha de arrancar de los cristianos, ¡no pánico!, sino una actitud contraria: ¡levantar la cabeza, porque ese es el momento de la liberación!. Digamos que esta última expresión es lo propia de Lucas ante las palabras que le ha suministrado la tradición apocalíptica sobre la llegada misteriosa del Hijo del hombre. Lucas es muy conciso sobre los signos extraordinarios que acompañarán ese momento. Pero no puede sustraerse totalmente a esos signos. Y especialmente significativo es en Lucas la actitud que se ha de tener ante todo eso: vigilad (agrupneô) con la oración (v.36). Es lo propio de Lucas: la vigilancia que pide es teológica, la que mantiene abiertos los ojos del alma y de la vida. En la obra de Lucas, el talante de oración es la clave de las grandes decisiones de Jesús y de la comunidad. Y este momento que describe es clave en cada historia personal y de toda la humanidad. En definitiva, la llamada a la “vigilancia en la oración” responde muy bien a la visión cristológica del tercer evangelista: eso quiere decir que la conducta del cristiano debe inspirarse más en la esperanza que en el temor. No en vano Lucas se ha cuidado mucho de presentar a Jesús, en este caso sería el mismo Hijo del hombre, más como salvador de todos que como juez de todos.

 A los hombres, continuamente se nos escapan muchas cosas por los "agujeros negros" de nuestro universo personal, pero la esperanza humana y cristiana no se puede escapar por ellos, porque eso se vive en la mismidad de ser humano. Lo apocalíptico, mensaje a veces deprimente, tiene la identidad de la profunda conmoción, pero no es más que la expresión de la situación desamparada del ser humano. Y sólo hay un camino para no caer en ese desamparo inhumano: vigilar, creer y esperar que del evangelio, del mensaje de Jesús, de su Dios y nuestro, nos viene la salvación, la redención, la liberación. Por eso, en la liturgia del Primer Domingo de Adviento se pide y se invoca a la libertad divina para que salga al encuentro del impulso desvalido de nuestra impotencia.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)


29/11/24

30 DE NOVIEMBRE : FIESTA DE SAN ANDRES, APOSTOL

 





Era natural de Betsaida y primero fue discípulo de Juan Bautista. Después siguió a Cristo y le presentó también a su hermano Pedro. Estuvo presente en los momentos importantes de la revelación de su Maestro. Después de Pentecostés predicó el Evangelio en muchas regiones y fue crucificado en Acaya.

Apóstol, Patrono de Rusia y Escocia

Algunos datos

Como su hermano Simón, más conocido después por el sobrenombre de Pedro (Jn 1, 40), Andrés era natural del poblado de Betsaida (Jn 1, 44), situado al Norte del lago de Galilea o de Tiberíades. Eran hijos de un tal Juan o Jonás (Mt 16, 17; Jn 1, 42) que debía de dedicarse a la pesca.

Como su hermano Simón, más conocido después por el sobrenombre de Pedro (Jn 1, 40), Andrés era natural del poblado de Betsaida (Jn 1, 44), situado al Norte del lago de Galilea o de Tiberíades. Eran hijos de un tal Juan o Jonás (Mt 16, 17; Jn 1, 42) que debía de dedicarse a la pesca.

Al parecer, se habían transladado a Cafarnaúm, donde era más fácil mantener algunas relaciones y hacer mejores negocios. Y seguramente estaban abiertos a todos los encuentros. Con los judíos, desde luego, pero también con los muchos extranjeros que pasaban por aquellas ciudades de la ribera occidental del lago. La familia debía de tener una cierta apertura. Como que a él le habían impuesto el nombre griego de Andrés, que significa «el varonil» o «el valiente».

Así pues, en los orígenes mismos del movimiento de Jesús nos encontramos con Andrés Bar Jona, el de Betsaida. No es mucho lo que sabemos de él, pero lo poco que sabemos es muy significativo.

Más que por su valentía, había de ser conocido por un inefable don que le fue concedido sin mérito suyo. El de la oportunidad. El de estar presente en los momentos importantes de la revelación de su Maestro. El de ser puente entre las gentes y el Mesías. Quizá porque, en el fondo de su corazón, siempre había vivido soñando y esperando un futuro rey para Israel. […]

Según los escritos apócrifos y según algunas noticias transmitidas por los primeros escritores cristianos, San Andrés habría evangelizado primero a los escitas, en la zona del mar Negro, y después en Tracia. Parece que padeció el martirio en Patrás, en la región de Acaya. Sus reliquias y su culto se difundieron desde Constantinopla hasta las islas Británicas, donde sería reconocido como patrono de Escocia.

Siguiendo la suerte de Bizancio, el año 1453 también Patrás cayó en manos de los turcos. Desesperando de una próxima reconquista, el emperador Tomás Paleólogo tomó con él la cabeza de San Andrés y la llevó a Corfú. El día 11 de abril de 1460 la sagrada reliquia llegaría a Roma, donde fue acogida en la iglesia de Santa Maria del Popolo. Dos días más tarde, el papa Pío II —el famoso Eneas Silvio Piccolomini—, en medio de una solemne y multitudinaria procesión, la trasladó a la basílica de San Pedro con la promesa de devolverla a su sede original cuando fuera posible. Como se sabe, ésa fue la razón para que en la nueva basílica de San Pedro, una de las cuatro grandes estatuas del crucero representara precisamente a San Andrés.

Un motivo para el encuentro

Era aquél un traslado provisional, debido a una situación histórica concreta. Pero la reliquia de San Andrés habría de permanecer durante más de cinco siglos cerca de los restos de su hermano Simón Pedro. En el ambiente ecuménico del Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI quiso mostrar un gesto del máximo aprecio a los hermanos cristianos ortodoxos y eligió posiblemente el más significativo para ellos. En consecuencia, el día 23 de junio de 1964 manifestó a los cardenales su deseo de devolver a Patrás la cabeza de San Andrés, que había sido solicitada por el metropolita Constantino.

De esta forma, lo que había sido durante siglos un elemento generador de discordia se convirtiría en medio y signo de concordia. El breve apostólico, que el cardenal Bea llevó al metropolita Constantino de Patrás, termina con una hermosa plegaria en la que el papa Pablo VI expresa su anhelo por la comunión plena con los hermanos de Oriente:
«San Andrés, héroe de Cristo nuestro Dios, tú que fuiste el primer llamado por él y has llamado a Simón tu hermano; tú que, asociado a su alta misión, fuiste su compañero entre los discípulos del Maestro, su asociado en el apostolado y su competidor en el martirio, intercede para que esta noble reli-quia tuya, después de haber hallado refugio junto a la tumba de tu hermano, sea prenda y elemento de fraternidad en un mismo amor de Cristo, una misma fe en él y en la caridad mutua. Esta reliquia vuelve a su patria, donde tú has sufrido tu glorioso martirio, pero que desde ahora sea de alguna manera ciudadana de honor de la ciudad de Pedro y que un mismo amor las una.»

Pasados los años, la figura de San Andrés continúa ejerciendo su influjo apostólico sobre los seguidores del Señor. Se ha hecho habitual que el obispo de Roma felicite al patriarca de Constantinopla con motivo de la celebración del primer llamado (protoklétos) entre los apóstoles, como gustan de llamarlo los hermanos ortodoxos.

Con motivo del Jubileo del año 2000, el papa Juan Pablo II envió a su santidad Bartolomé I, patriarca ecuménico de Constantinopla, un cordial mensaje con motivo de la fiesta de San Andrés, «el primer llamado, el hermano de San Pedro, el protocorifeo, como canta la liturgia».

Después de asegurar su decisión de continuar el diálogo de la verdad y de la caridad y de recordar que ha puesto a disposición del patriarcado ecuménico la iglesia de San Teodoro, en Roma, el papa evoca la figura de San Andrés como signo y prenda del camino ecuménico:

«Ruego al apóstol San Andrés que nos ayude a avanzar por el camino de la unidad y a proseguir nuestras relaciones impregnadas de delicadeza y perdón, para que proclamemos juntos que Cristo es nuestro Salvador y Salvador del género humano»

Jose-Román Flecha Andrés

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO SABADO 30-11-2024 SAN MATEO 4, 18-22 XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, paseando Jesús junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

                                  Es palabra del Señor

REFLEXION

Hoy es la fiesta de San Andrés, hermano de San Pedro. El evangelio nos recuerda el momento más importante de su vida, el que cambió su existencia: el llamamiento de Jesús a seguirle. Se acercó a los dos hermanos, que eran pescadores, y les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. E inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.

Bien podemos sospechar que en ese seguimiento, Jesús le fue aleccionando y adentrando en su evangelio, en su mensaje a toda la humanidad. Después, san Andrés dedicó el resto de su vida a extender la buena noticia de Jesús, hasta que murió mártir. Le mataron por predicar el evangelio. Prefirió morir antes que renunciar a proclamar a Jesús y su evangelio.

De una manera o de otra, principalmente a través de nuestra familia, también a nosotros, nos ha llamado a seguirle, convenciéndonos de que era la mejor manera de vivir la vida humana para encontrar la alegría y el sentido que todos anhelamos y necesitamos.

Podemos aprovechar esta fiesta de San Andrés para dar gracias a Jesucristo porque se ha hecho presente en nuestra vida y nos ha llamado a seguirle. Este seguimiento es lo que marca y colorea toda nuestra vida, todas nuestras actitudes están marcadas por él. En este seguimiento hemos encontrado la mejor manera de vivir nuestra vida. Le podemos pedir que nos mantenga firmes en él.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

28/11/24

EVANGELIO VIERNES 29-11-2024 SAN LUCAS 21, 29-33 XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola:
«Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano.
Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

                                            Es palabra del Señor
REFLEXION

Cuando compramos cualquier dispositivo, o nos lo regalan, tenemos tantas ganas de ponerlo a funcionar que la paciencia no nos da para leer el libro de instrucciones y preferimos utilizar el método de ensayo-error, aunque, probablemente, tardemos más en manejarlo por completo, pero seguro que aprenderemos más que si nos leemos unas instrucciones, que básicamente sólo las entiende quien las ha escrito.

Cuando nos cuentan cómo va a ser la meteorología en los próximos días, si miramos el cielo y vemos que no van bien en las indicaciones, puede que por lo menos esté bien que demos un voto de confianza a lo que nos dicen, porque ya hemos comprobado que todo puede cambiar en un momento y perdamos el control de la situación.

Llegamos al final del año litúrgico, nos aproximamos al final del año, hacemos balance y probablemente seamos conscientes de lo que nos ha hecho frenar, lo que nos ha ayudado a avanzar, lo que nos ha hecho caer y las manos que estuvieron para acogernos y ayudarnos a levantar. No podemos quedarnos únicamente con lo que nos ha hecho daño, porque nos estancaríamos y no seríamos capaces de disfrutar de todo lo que nos rodea; tampoco con todo lo positivo, ya que nos nubla la capacidad de estar alerta ante las posibles dificultades que se nos presentan. Hay que saber prestar atención a lo que vivimos, aprender de los errores y de los aciertos, mejorar la que no nos ha salido bien y lo que nos ha dado seguridad, dando gracias por todo lo que hemos aprendido durante el camino.

¿Tienes los ojos bien abiertos? ¿Mantienes viva la esperanza? ¿Miramos al cielo buscando respuestas?

Hna. Macu Becerra O.P.
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia

27/11/24

EVANGELIO JUEVES 28-11-2024 SAN LUCAS 21, 20-28 XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción.
Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días!
Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo.
“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».

                              Es palabra del Señor

REFLEXION

Lucas nos refiere en este capítulo el discurso escatológico de Jesús, anunciando cómo será el fin de los tiempos, precedido por la destrucción de Jerusalén por los gentiles, y de estos últimos también.

Este evangelio se escribió después de que Jerusalén fuera arrasada y el Templo destruido en el año 70, entonces los anuncios que Lucas pone en boca de Jesús, ya se habían producido, por el rechazo hacia Jesús y su anuncio del Reino, por parte de las autoridades religiosas de Judea.

Enumera una serie de desastres naturales, o signos, que concuerdan más con el lenguaje apocalíptico adoptando una visión de futuro más o menos lejano.

Se relatan situaciones de venganza, donde la estructura del mundo se viene abajo, presentando como ejemplo la desgracia que se cierne sobre las que estén en cinta o criando, los que se hallen fuera que no vuelvan a la ciudad, etc. Pero, sin embargo, aquellos que han creído y esperan la llegada del Hijo de Dios con gran poder y gloria, serán salvados, por eso les anuncia que, cuando todo esto ocurra: “Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”.

Ante este relato, nosotros sabemos que Dios es tremendamente misericordioso, y no toma represalias contra nadie, pero lo que sí debemos hacer es escuchar la Buena Noticia de Jesús como encarnación del Amor de Dios, y confiar totalmente en su divina bondad, seguir su ejemplo y establecer como signo definitorio de nuestra vida el Evangelio del Amor a Dios y a los hermanos.

D. José Vicente Vila Castellar, OP
Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)

26/11/24

EVANGELIO MIERCOLES 27-11-2024 SAN LUCAS 21, 12-19 XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Os echarán mano, os perseguirán, entregándolos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndolos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.

Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

                              Es palabra del Señor

REFLEXION

Jesús es realista. No ignora las dificultades ni intenta ocultar el fracaso y la muerte en que en ocasiones nos encierra el seguimiento de Cristo. Tampoco promete que a partir de ahora será más fácil, ni nos vende un mañana mejor. Exhorta a la perseverancia sin dar demasiadas explicaciones. Porque hay momentos en la vida de fe en los que se trata de permanecer. Esperar en Dios, con la humildad del amigo que confía, y la fidelidad del que no se ha guardado un plan b, por si esto no funcionaba. Puede que nos estemos preguntando si tiene sentido seguir intentándolo un año más, pero, como los discípulos, sin entender demasiado, ¿A dónde vamos a acudir?

Una actitud –la perseverancia− que solo es posible desde el agradecimiento y la alabanza a los que nos invitaba la primera lectura. Nuestra memoria retiene sus beneficios y nuestra fe confía en que llegará un día en que su Amor –ahora velado por el dolor− quedará al descubierto también en este presente desconcertante. Hoy podemos permanecer si conservamos y nos agarramos al el recuerdo y la experiencia del paso de Dios por nuestras vidas.

Una decisión –perseverar− que solo es posible y evangélica cuando se vive desde la conciencia de la presencia de Dios con nosotros, dándonos la fuerza, el consuelo y el sentido para permanecer. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio, y el primer ejemplo, como siempre, lo encontramos en él. Verdaderamente este era Hijo de Dios, exclama el soldado pagano ante aquel que no había desertado del suplicio; y este es el primer fruto de la negativa de Jesús a bajarse de la Cruz. El centurión no vio en aquel condenado a muerte una actitud masoquista o cabezota, sino una perseverancia en el amor y el perdón que solo podía ser de Dios.

Sor Teresa de Jesús Cadarso O.P.
Monasterio Santo Domingo (Caleruega)

25/11/24

EVANGELIO MARTES 26-11-2024 SAN LUCAS 21, 5-11 XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».

                                   Es palabra del Señor

REFLEXION

Jesús oye hablar del esplendor del Templo y declara a sus discípulos: “Esto que contempláis llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra. ¡Todo será destruido!”.

Los discípulos asombrados le preguntan: “Maestro, ¿cuándo será todo eso? ¿Cuál será la señal de que esas cosas están a punto de suceder?”. Y, Jesús, reorienta la preocupación de los discípulos hacia la actitud existencial de compromiso y esperanza vigilante con la cual hay que vivir en el presente.

El final histórico del Templo, es símbolo del final de toda la historia ante el que Jesús advierte: que nos os engañen los falsos mesías que quieren suplantarle diciendo: “yo soy o el tiempo está cerca”. No vayáis tras ellos. Ante rumores de guerras y revoluciones: no tengáis pánico; estos eventos están bajo el control de Dios, no son todavía los signos que indican que la historia está llegando a su fin.

Jesús menciona conflictos étnicos y nacionales, calamidades naturales y grandes señales en el cielo, que en la tradición apocalíptica son símbolo y revelan la intervención de Dios en la historia, en relación con el juicio divino, la justicia de Dios sobre la humanidad.

Enseñanzas de este Evangelio: No somos dueños de la vida: habrá un final; muerte

Dios intervendrá en nuestra historia llevándola a su fin: juicio,

Tu modo de vivir hoy decide tu futuro: infierno o gloria.

No tengas pánico, no te dejes engañar por los falsos profetas y agoreros del fin; “porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por El”. Jn 3,17.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.
Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)

24/11/24

EVANGELIO LUNES 25-11-2024 SAN LUCAS 21, 1-4 XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

                                          Es palabra del Señor

REFLEXION

Como bien sabemos, la lectura de cualquier texto admite muchos puntos de vista e interpretaciones posibles. En términos de Biblia, también, especialmente cuando nos enfrentamos – como sucede en la liturgia -  a fragmentos descontextualizados, lo que nos lleva a preguntarnos por la intención de la autoridad litúrgica al ofrecernos uno de estos fragmentos en una celebración. En el caso del evangelio de hoy, es posible que la interpretación buscada – y, por ende, el mensaje – sea aquella que nos exhorta a entregar toda nuestra vida para posarla confiadamente en las manos de Dios en la espera de su providencia actual y futura.

Si damos por buena esta lectura del texto y la lección que nos regala, podemos plantearnos cuáles son las derivaciones para la vida de esta piadosa viuda que sirve como ejemplo al evangelista. El hecho de que no se trate de una mera figuración sino, por el contrario, de un caso bien real de la vida humana hace que el paradigma de una mujer pobre y en necesidad cobre valor para ponerlo como modelo vital y no como una espiritualización abstracta. Así, ¿qué cabría esperar a esta mujer que deja todas sus opciones en manos de Dios, que apuesta todo a un número?

Para empezar, siempre podemos pensar que, al fin y al cabo, a esta viuda no le queda otra, que, en realidad, no se trata de una apuesta sino de la única inversión a la que puede optar. El presupuesto que sostiene esta hipótesis es que la mujer sabe que en su entorno social no va a encontrar el apoyo que necesita; es el presupuesto de que el mundo es malo y desalmado y, por tanto, sólo cabe la dicotomía Dios providente versus mundo malvado. La confianza en Dios sería, pues, la consecuencia de la desconfianza en los hombres.

Ahora bien, puesta la confianza en la divina providencia, ¿cómo podría manifestarse ésta a favor de esta mujer? Seguramente lo primero que pensemos es que Dios podría obrar alguna acción de tipo sobrenatural – algún milagro  - como que Dios podría hacer que a la pobre viuda le tocara la lotería…  o que encontrara un marido rico; pero, en realidad, con este tipo de soluciones estamos más acudiendo a la noción de buena fortuna o suerte que a lo se supone que un cristiano concebiría como acción divina.

Porque, en el fondo, ¿cómo puede explicarse un cristiano esa providencia divina? Tomás de Aquino, en el siglo XIII respondió a esta cuestión sin necesidad de acudir a acontecimientos extraordinarios irrumpiendo en el mundo terrenal. Como afirmó, Dios, causa primera de todas las cosas, actúa a través de causas segundas, esto es, Dios actúa en el mundo a través de las realidades del mundo. Si aceptamos esta prudente propuesta, en relación a nuestro caso, ¿cómo cabria pensar que Dios ayude a esta pobre mujer que se ha confiado a Él? La respuesta sería: a través del entorno social en que vive esta mujer, es decir, mediante las personas, el mundo. El recurso que Dios pone a disposición de esta mujer no es sino aquel mismo mundo del que desconfió primero para ponerse en manos de Dios.

Parece, pues, que hemos llegado a una contradicción partiendo de nuestras premisas; lo cual nos lleva a cuestionar nuestros presupuestos iniciales; y lo primero a cuestionarse es la maldad intrínseca de la sociedad, maldad que sería la causa de la desconfianza en la humanidad y, en última instancia, de la búsqueda de Dios por parte del hombre en situación angustiosa. De principio, resultaría cuento menos sospechosa aquella fe que busca en Dios lo que en el mundo no acierta a encontrar, pues, si las circunstancias cambian – cambia la suerte – aquella fe estará de más.  En segundo lugar, cuestionémonos la interpretación y mensaje del evangelio que hemos dado por buena: cuando la viuda está echando sus monedas en el Templo, al igual que los ricos, en realidad, ¿qué gesto están haciendo? ¿A quién están entregando su dinero? ¿A Dios? Obviamente, a Dios no le vale para nada. Sin embargo, estas personas están contribuyendo a una función social con sus aportaciones. Sabemos que, entre otras funciones, el Templo de Jerusalén se constituía en la principal institución de la nación y que, como tal, servía a fines no exclusivamente cúlticos sino también sociales, uno de los cuales era la atención a los necesitados. Estas personas, pues, cada una a su nivel, independientemente de la significación que pretendieran dar personalmente a su gesto, están contribuyendo al sostenimiento de un sistema de apoyo social, por precario que fuera. Teniendo, además, en cuenta que la aportación al Templo estaba regulada (impuestos), estamos hablando de un auténtico proceso de redistribución de la riqueza (por muy deficiente que fuera) reglamentado institucionalmente. Es por tanto, una forma de solidaridad institucionalizada vehiculada mediante la religión. Lo que es más, el Templo de Jerusalén no es caso único, sino común en la antigüedad precristiana. Por ende, si esto siempre ha sido así, tenemos un argumento sustancial en contra de la maldad intrínseca en la sociedad, que siempre, aún en sus notables deficiencias, ha sido capaz de incorporar sistemas de solidaridad en sus propias estructuras, con mayor o menor éxito.

En vista de lo cual, cuando nuestra viuda echa sus dos monedillas en el Templo, no está meramente poniendo su vida en manos de un Dios providente para que atienda sus necesidades; ni está “comprando” – como también se puede leer – una supuesta felicidad eterna postmortem. Está contribuyendo con su aportación a la construcción y mantenimiento de un sistema social común, del que también, con sus limitaciones, forma parte un criterio de solidaridad que siempre ha estado presente en la edificación de las comunidades humanas, del cual es elemento constitutivo. La viuda, en efecto, con su gesto, no está desconfiando de la sociedad humana; con su gesto y, en la medida de sus fuerzas, está cooperando en la construcción de la sociedad humana. Esa es su apuesta.

Podríamos, como epílogo, preguntarnos qué diferencia existiría si se elimina a Dios de este esquema. Ciertamente, eso es lo que ha ocurrido en las sociedades modernas. La motivación particular del creyente sería la convicción de que la construcción institucional de una sociedad humana solidaria es el vehículo (la causa segunda tomista) de la acción providente de Dios para con los hombres.

Fr. Ángel Romo Fraile
La Virgen del Camino (León)