Este pasaje del Evangelio San Lucas lo sitúa en un lugar próximo a Jerusalén, donde Jesús se dirige a completar su misión. Es muy conocido por muchas personas creyentes, y ha sido muy utilizado en retiros espirituales, pues es un pasaje muy rico en contenido y muy pedagógico.
Comienza describiendo las cualidades del personaje que tiene curiosidad por ver a Jesús: rico y jefe de publicanos. A continuación, señala los obstáculos que tiene que superar para poder cumplir con su curiosidad: bajo de estatura física y moral, muy conocido en la ciudad, por tanto, alguien muy importante. ¿No parece sorprendente verle subir a un árbol?
A continuación, narra las sorpresas. No es Zaqueo el que ve a Jesús, sino Jesús, el que ve a Zaqueo. No es Zaqueo el que le invita a su casa, sino es Jesús, el que se auto invita a su casa. Para ello tiene que bajar para que le vean. No describe la conversación de Jesús y Zaqueo, sólo resalta la respuesta de Zaqueo, un cambio radical, una conversión total.
El pasaje está cargado de enseñanzas. La conversión no se da sabiendo muchas cosas sobre Jesús, sino en el encuentro con Él. Es la persona la que nos hace cambiar, no la curiosidad, ni el conocimiento. En el encuentro con la persona es como la conocemos, la tratamos. Le hablamos y descubrimos su personalidad, su misión, y nos animamos a centrar nuestra vida en su proyecto.
Para esa conversión tenemos que bajar de los árboles en los que estamos situados que nos impiden poder cambiar de vida, cambiar de valores, para poder seguir a Jesús en su camino a Jerusalén.