Tras la primera guerra mundial, eran signos del tiempo, el auge del socialismo comunista, la apostasía en mundo laboral, y la creciente indiferencia entre muchos cristianos. En ese contexto Pio XI estableció la fiesta de Cristo Rey, 1925 : “ Es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey; pues sólo en cuanto hombre se dice de Él que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino, porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutismo sobre todas las criaturas”
Pero según la fe o experiencia cristiana, Dios manifiesta su poder en la misericordia; no imponiéndose por la fuerza sino seduciendo desde el amor. Antes de “todopoderoso Quiere decir que con esa lógica funciona también la realeza e Jesucristo. Es la lógica de la espiritualidad cristiana que venimos celebrando a lo largo del año en la liturgia y de alguna forma se proclama en este domingo con la festividad de Cristo Rey: la muerte por amor es condición para crecer en humanidad.
No se trata celebrar a Jesucristo como rey todopoderoso que se impone por la fuerza sobre los grandes imperios que dominan a los demás por sus ejércitos bien pertrechados de armas sofisticadas. Se trata más bien de ofrecer el camino de servir a los demás con amor como única forma de ejercer el poder económico, político, cultural o religioso. Visión iluminadora para nuestra actualidad donde la nefasta ideología del imperialismo está provocando conflictos que manchan la tierra con sangre de inocentes. La lógica individualista del mercado está pervirtiendo incluso los ámbitos de gratuidad como es la misma familia. Mientras proclamamos la dignidad inviolable de todas las personas, valoramos a hombres y mujeres por lo rentable que son económicamente y por la utilidad que nos aportan.