30/11/24

LECTURAS DEL DOMINGO 01-12-2024 : PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

 




Primera Lectura

Lectura del profeta Jeremías 33, 14-16

Ya llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.
En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra.
En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.

                              Es palabra del Señor



Salmo

Sal. 24 R. A ti, Señor, levanto mi alma

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza. R/.



Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 3, 12 — 4, 2

Hermanos:
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguid adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

                         Es palabra del Señor

REFLEXION

Iª Lectura: Jeremías (33,14-15): El Señor es nuestra justicia

 Forma parte esta hermosa lectura de los oráculos de salvación del profeta, oráculos que presentan al pueblo la restauración, oráculos de esperanza (cc. 30-33). Todos estos epígrafes encuentran su equivalencia en esos oráculos que proponían la restauración del reino del Norte, Israel y también para Judá. Quizá no responden a una etapa demasiado concreta de su vida de profeta “quemado” por la palabra de Dios. Pero un profeta no sería verdadero si además de anunciar el “juicio” no se atreviera también con la salvación y la restauración. Jeremías, asimismo, tenía alma y sensibilidad para ello. Un profeta perseguido como él siempre se atreve a ver más allá de lo que los demás ven o experimentan. Es un oráculo que se repite en su obra como podemos cotejar en Jr 23,5-6. El profeta juega con el nombre nuevo que ha de llevar el descendiente de David: “Señor, justicia nuestra” (Yhwh sidquenû), de la misma manera que Isaías 7,14 le pondrá, simbólicamente, al descendente de Acaz, “Dios con nosotros” (Inmanûel), y ya sabemos la trascendencia que ese nombre ha tenido para la teología mesiánica cristiana. Los nombres significan mucho en la Biblia y si son simbólicos con más razón.

 El exhorto del profeta Jeremías reza así: el Señor es nuestra justicia. No es un título, sino el proyecto y el compromiso del Dios de la Alianza, con Israel y con todos los pueblos. Ese es el Dios que se encarna, el que hace justicia. Que es más que dar a cada uno lo que le pertenece. Esa idea de justicia (sdq) es algo pobre para el Dios de Jesucristo. Significa mucho más: Dios levanta al oprimido; hace valer al que no vale, porque a Él todos los seres humanos le importan como hijos; hace abajarse al que se ha levantado hasta las nubes sin valer, apoyándose en un poder que no le pertenece. Ese proyecto y ese compromiso divino, sin embargo, no se impone por la fuerza, como hacen los poderosos de este mundo con sus estrategias, sino que se nos llama en el Adviento a considerarlo como una espera y esperanza para convertirnos a El. Así podemos precisar el primer paso del Adviento: la conversión al Dios de una justicia prodigiosa. Y la conversión es mucho mas que hacer penitencia; es un cambio de mentalidad, un cambio de rumbo en nuestra existencia, un cambio de valores. Porque cuando se cambian los valores de nuestra vida, transformamos nuestra forma de ser, de vivir y de actuar.

IIª Lectura: Iª Tesalonicenses (3,12-4,2): La dedicación a lo divino

 Esta es una invocación de Pablo, urgido y urgiendo a la comunidad para preparase a la pronta “venida del Señor”. Hoy día no cabe duda que Pablo pensó ver este momento con sus ojos. Como la mayoría de los primeros cristianos pensaba que la “parusía”, la presencia efectiva del Señor resucitado estaba a punto de llegar. Después fue cambiando poco a poco esa mentalidad influida por un perfil apocalíptico por una visión histórica más concorde con la realidad de “transformar” el mundo y “transformarse” personalmente a imagen de Cristo, por medio del amor y de la muerte. Eso es lo que se infiere del final de esta invocación que habla de la “manifestación (parousía) de nuestro Señor Jesucristo”. Después Pablo llegaría a la conclusión personal de que esa experiencia de la manifestación había que vivirla personalmente en el momento de la muerte (cf 2Cor 4,7-15; Flp 3,7-11).

 En todo caso ¿qué expone como punto práctico?: pues una disposición que hay que tener para el día del encuentro del Señor (también expresado en lenguaje apocalíptico): un amor más grande a todos los hombres, porque esa es la forma de progresar en la santidad. Muchas veces nos preguntamos qué es ser santo. Pues aquí encontramos una buena respuesta: es vivir amando siempre, cada vez más, sin excepción, como Dios mismo hace. Por eso se le define a Él como el Santo: porque no excluye a nadie de su amor. Sin duda que el Apóstol nos habla de algo inconmensurable, utópico: ¡cuando amemos a todos los hombres! Así es la respuesta, la conversión, al Dios de la justicia, al Dios de la encarnación, al Dios de la Navidad, para lo que nos prepara el Adviento. ¿Cómo podemos, pues, vivir dedicados a Dios? Amando a todos los hombres. Esa es la dedicación del cristiano a lo divino.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)