El evangelio de hoy nos presenta una parábola que trata de la administración de los bienes, sólo está en el evangelio de Lucas. Se la conoce como la parábola del administrador deshonesto. El final o conclusión de la parábola es desconcertante. Lucas dice: “El Señor alabó al administrador infiel porque había obrado con sagacidad”. ¿Cómo es posible que Jesús puede elogiar a un empleado corrupto? No, no puede ser, debemos buscar el verdadero sentido evangélico, y no quedarnos fácilmente con actitudes mundanas que hoy siguen repitiéndose ampliamente en nuestra sociedad “El Señor alabó al administrador injusto porque había obrado con sagacidad, pues los hijos de este mundo son más sagaces con los de su clase que los hijos de la luz.” Jesús no alaba el robo, ni el soborno sino la presencia de espíritu del administrador. Sabe calcular bien las cosas y sabe encontrar una salida, cuando de repente se ve sin trabajo. La historia nos muestra la importancia de la astucia y la previsión. El administrador, aunque deshonesto, fue capaz de anticipar su futuro y actuar en consecuencia. Esta habilidad para prever y actuar es crucial en nuestra vida diaria. Dejemos claro que la costumbre del soborno es una costumbre de “pecado”, se comienza quizá con algo pequeño, ¡pero es como la droga! Pronto ese soborno se convierte en dependencia, y no puede venir de Dios. Esa “costumbre” en nuestra vida nos resta libertad, hace que perdemos la dignidad de seres humanos. Pidamos a nuestros hermanos difuntos que intercedan por todos nosotros ante el Dios de la misericordia. Amén . |