Es palabra de Dios
REFLEXION
El Evangelio de hoy está enmarcado en el discurso evangélico donde Jesús proclama las bienaventuranzas. Nos dice que somos sal de la tierra y luz del mundo. Nos advierte que no ha venido a abolir la Ley y los Profetas, y que la justicia nueva, es superior a la antigua. Les recuerda a sus oyentes, presentes y futuros: «Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo. La ley judía condenaba en el Decálogo el adulterio, la ley prohibía la acción externa, el adulterio. Esto será tema de los profetas y libros sapienciales. Pero ante esta legislación interpretada restrictivamente, Cristo da su interpretación auténtica: en este precepto está incluido todo mal deseo de adulterio. El corazón es el verdadero responsable ante la moral. Jesús vuelve a insistir en la limpieza de corazón. El adulterio es una injusticia y lo mismo el deseo de cometerlo. El ojo simboliza el deseo. La mano la acción. Ceder al impulso de uno u otra lleva al hombre a la muerte. Jesús nos advierte que hay que eliminar el mal deseo con la pureza del corazón, nos dice en las bienaventuranzas: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. En el Salmo 24, 4 rezamos: «¿Quién subirá al monte de Yahveh?, ¿Quién podrá estar en el recinto santo? El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma». El limpio de corazón se encuentra en paralelo con el de manos inocentes. El limpio de corazón es el que no abriga malas intenciones con su prójimo. El Señor nos sitúa siempre ante nuestra propia conciencia, nos conduce a conocer nuestro corazón, en la profundidad de nuestro corazón vemos de donde salen todos los deseos, buenos y malos, nos lo recuerda Jesús. |