De todos es sabido que Mateo era recaudador de impuestos, oficio que no era bien visto. Sin embargo, Jesús no se fijó en lo que hacía, en lo que aparentaba ser, sino que escudriñó su interior y descubrió dentro de él un corazón dispuesto a dejarlo todo y a seguirle.
Este relato nos interpela, nos anima a abrir nuestros ojos, a no tener una mirada superficial, que se fija en la apariencia y olvida el misterio de Dios que esconde cada persona.
Mateo fue llamado en el momento oportuno, lo vemos en el hecho de que a la invitación de Jesús a seguirle respondió con prontitud. Si el Señor se hubiera quedado en lo externo, en pensar que como estaba haciendo algo “contrario” a la vocación, mejor era no llamarlo al seguimiento, no tendríamos al gran Apóstol y Evangelista San Mateo.
Pidamos al Señor por la intercesión de San Mateo, que tengamos la valentía de proponer la vocación a los jóvenes de nuestro entorno. Ellos, aún sin saberlo, buscan a Dios, porque buscan la felicidad, muchas veces llamando a puertas equivocadas. Ayudémosles a encontrar el camino de la alegría verdadera, la que sólo Dios puede dar.