Es palabra de Dios
REFLEXION
Jesús nos dice “no atesoréis para vosotros tesoros…” pero nos preguntamos: ¿qué tesoros poseemos o de cuales nos podemos apropiar?
Podemos apegarnos a las obras buenas que hayamos hecho, apropiándonos todo el mérito de esas acciones, cuando en realidad es un don de Dios. Si hay algo bueno en todo ello, se lo debemos a Él, que se ha valido de nosotros como instrumentos suyos. Ese tesoro de buenas obras lo llevaremos en vasijas de barro hasta el cielo, porque será el mérito de Jesucristo en nosotros, que se ha valido de nuestra fragilidad para hacer su obra maravillosa, pero siempre, siempre, es Él quien mueve los hilos de nuestra vida.
Por eso, es tan importante tener la mirada y el corazón limpios, para valorar y colocar todo en su lugar correcto y dar a cada cosa el valor que tiene según el corazón de Dios. Tenemos que buscarle en la intimidad de nuestro corazón, en la oración, para entregarle nuestro ser y ser libres caminando confiados totalmente en El.
También podemos acumular cosas, dinero, bienes, pensando en nuestro bienestar y confort y esto en muchas ocasiones nos lleva a cerrar y achicar el corazón, quitándole espacio al Señor, que es el único Tesoro que tiene que llenarlo y al que debe dirigir toda su atención y cuidado. Si tenemos una mínima sensibilidad, ayudaremos a los demás con alguna limosna para tranquilizar nuestra conciencia, pero, sin tocar nuestro tesoro. No nos damos cuenta que los tesoros de este mundo son pasajeros, nunca nos satisfacen, porque siempre nos parecerán insuficientes y necesitaremos tener un poco más. El corazón se hace pequeño y se queda atrapado, preso y centralizado en nuestro yo.
Es necesario discernir y preguntarse: ¿Tengo el corazón atado?, ¿a qué?, ¿tengo paz o continuamente necesito justificar mis actos incluso delante de Dios?