Es palabra de Dios
REFLEXION
La lectura del evangelio expone una ocasión clave de la vida de Jesús. Es el momento de ir a Jerusalén; es el comienzo del “viaje hacia la ciudad Santa” que en el tercer evangelista se recarga de un sentido teológico especial, porque se intenta presentar, de la forma más efectiva, la actividad de Jesús como profeta, a la vez que el evangelista se vale de la significación de ese viaje para enseñarnos a ser discípulos de Jesús. No están claras las referencias geográficas del viaje (9,51-19,28). Nos encontramos con una insistencia clara en que Jesús se dirige a Jerusalén (9, 51-57; 10, 38; 18, 31.35; 19, 1). Estamos casi en el centro del evangelio y Lucas, a diferencia de Marcos, quiere privilegiar toda la “subida” a Jerusalén que será en realidad una “bajada” al abismo de la condena y de la muerte. El texto de hoy está formado por dos narraciones: la repulsa de Jesús en Samaría y las exigencias del discipulado. Él no hizo discípulos enseñándoles una doctrina, como los rabinos, sino enseñándoles a vivir de otra forma y manera.
La renuncia a la violencia que propugnan los hijos del Zebedeo porque no ha sido Jesús recibido en Samaría es ya una declaración de intenciones. Lo es también que el profeta galileo vaya a Jerusalén pasando por el territorio de los herejes samaritanos para anunciarles también el mensaje del Reino. Son rechazados y Jesús cuenta con ello, pero no se le ocurre incitar a la condena y a la violencia. Éste es un aspecto determinante del “seguimiento” de Jesús según Lucas. Merecería la pena comentar este episodio como paradigma de la actitud básica de Jesús en su decisión de ir a Jerusalén.
Por eso, inmediatamente después de la decisión de Jesús, se nos presenta el conjunto de las llamadas de Jesús a seguirle. La forma y la manera es distinta de lo que sucede entre Elías y Eliseo. Aquí es la palabra directa de Jesús, o la petición de los que quieren ser discípulos, o los que quieren informarse, como si fueran candidatos. Pero la radicalidad es la misma. Es una llamada para seguir a Jesús que ha decidido jugarse su vida como portavoz de Dios delante de los jefes y señores de este mundo que están en Jerusalén. Lucas quiere que los discípulos también tomen conciencia de lo que es este viaje, este proyecto y esta tarea. ¿Para qué seguir a Jesús? ¿Por qué romper con las ideologías familiares? ¿Por qué no mirar hacia atrás? Porque la tarea del Reino de Dios exige una mentalidad nueva, liberadora. Los seguidores de Jesús tienen que estar en camino, como Él; el camino es la vida misma desde una experiencia de fraternidad.
Los textos del seguimiento que Lucas ha tomado del evangelio de itinerantes, probablemente galileos radicales (Q), no tienen por qué ser caracterizados como filósofos cínicos. Desde luego, Jesús no lo era, ni lo podía ser. Pero en esos dichos se refleja toda la crítica hacia las instituciones sociales y el desapego, incluso, de lazos familiares que puedan desviar la atención de las exigencias de Reino de Dios. No se trata de odio familiar, pues eso estaría contra el amor a los enemigos que Jesús defendió expresamente. Es, más bien, poner las cosas en su sitio cuando se trata de sacar adelante el proyecto de Dios, que puede no coincidir con intereses religiosos institucionales e incluso familiares. El discípulo de Jesús se abre a un horizonte nuevo, a una familia universal, a una religión de vida y no de muerte. Las palabras del seguimiento son rupturistas, pero no angustiosas; son radicales, utópicas si queremos, porque van a la raíz de la vida y porque son las que transformas nuestra vida y nuestro entorno social y religioso. Jesús quiere que le sigamos para hacer presente el reinado de Dios en este mundo. Y el Reino de Dios es lo único que puede traer la libertad a quien la anhela.