En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Es palabra de Dios
REFLEXION
No cabe duda de que Jesús se explica bien, como lo demuestra en este pasaje donde quiere dejarnos claro cómo hemos de practicar las buenas obras. La vanidad, el ser reconocidos y aplaudidos por los demás, a poco que nos descuidemos, siempre quiere estar presente en nuestro actuar, buscando el aplauso y la alabanza de los demás. Ante esta posible situación Jesús es rotundo: “Os aseguro que ya han recibido su paga”, pero Dios no entrará en esta paga.
A la hora de dar limosna, de rezar, de ayunar, de… hacer cualquier buena obra, lo que nos tiene que impulsar es seguir a Jesús, tener sus mismos sentimientos, caminar por su mismo camino y… tendremos la mejor recompensa: sentirnos amados por Dios, experimentar la amistad con Dios, sentirnos correspondidos por Dios en nuestro amor, aunque los hombres nos puedan fallar en esta afectiva correspondencia. “Y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará”.
Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)