Es palabra de Dios
REFLEXION
El Evangelio de hoy nos presenta dos imágenes sugerentes y cotidianas. Jesús afirma a sus discípulos, los de todos los tiempos... los de ayer y los de hoy, que son sal y luz. Una bonita manera de hacer entender lo que significan las “buenas obras”, y cómo el objetivo de éstas no es otra que presentar a Dios y que todos lo podamos alabar.
Sin embargo, el Evangelio de hoy no es tan sencillo y directo. Jesús provoca y nos provoca... ¿Y si la sal no tiene sabor? ¿Y si la luz no está en el lugar adecuado para alumbrar?
Por eso, el Evangelio de hoy nos lanza de forma muy sutil la inquietante pregunta de valorar el sabor de mi vida y si el lugar en el cual estoy responde a las necesidades actuales de presentar a Dios.
Mucho se habla hoy de contextos secularizados o en proceso de secularización, donde parece que Dios ya no encuentra espacio, ya no es necesario. Y sin embargo, nuestro tiempo se caracteriza por una búsqueda profunda de sentido... Por eso, nuestro hoy es el tiempo de la oportunidad... de ofrecer sabor de Evangelio con una vida comprometida y coherente con el proyecto de Dios, de ofrecer la luz que nos habita en la fragilidad de nuestra vasija de barro.
Somos sal y luz, pero ¿Qué sal y qué luz? Si nuestra vida tiene el sabor de las buenas obras y la luz que presenta el Amor de Dios, entonces, sí somos los discípulos del Maestro, somos los amigos de Dios.