Es palabra de Dios
REFLEXION
Jesús nos enseña a hablar con Dios como él, igual que en otro tiempo Dios enseñó a su pueblo, por los profetas, a vivir en alianza con él. La oración que pone en nuestros labios nos descubre, con palabras sencillas, quién es Dios para nosotros, qué quiere de nosotros y qué está dispuesto a hacer siempre por nosotros.
Nos dice que Dios es Padre nuestro, o sea que nos quiere como a hijos y nos hace hermanos unos de otros; que también es Santo y así quiere que lo reconozcamos, lo confesemos y tratemos de imitarlo; que desea reinar en nuestro mundo y cuenta con nosotros para ello, esperando que secundemos las iniciativas de su voluntad mientras somos peregrinos, como lo hacen los que están ya con él en el cielo.
Y nos dice, además, que ese Padre nos prepara cada día el sustento que mantiene nuestra vida, la del cuerpo y la del alma; que salda magnánimo nuestras deudas con él, por grandes que sean, escuchando a su corazón misericordioso y confiando en que nosotros hagamos otro tanto con los que nos deben algo; que nos da fuerza para luchar contra todo lo que nos perjudica y nos libera de ser esclavos de quien busca nuestra ruina definitiva.
Dios es nuestro Padre: ¿Lo tratamos con sentimiento filial y nos tratamos entre nosotros con afecto fraterno? Dios quiere establecer su reino en este mundo: ¿Hacemos nuestro ese propósito y le ayudamos a conseguirlo? Dios sacia nuestra hambre: ¿Remediamos nosotros en alguna medida la indigencia de los necesitados? Dios nos perdona siempre: ¿Estamos nosotros siempre dispuestos a la reconciliación? Dios fortalece nuestra debilidad frente el mal: ¿Pasamos también nosotros por este mundo, como Jesús, haciendo el bien?
Si nuestra respuesta a estas preguntas es: “No”, tal vez no debiéramos seguir rezando el Padrenuestro…