Las Témporas son días de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual
Sentido de la celebración
San Jerónimo usa una curiosa paradoja cuando afirma que no es la fiesta la que crea la asamblea, sino que es la asamblea la que crea la fiesta: «Verse unos a otros es la fuente de un gozo mayor, (Comm, In epist. ad Gal., 1. 2, c.4; PL 26, 378).
De hecho, los fieles se reúnen en asamblea sobre todo para celebrar en la alegría de la acción de gracias los acontecimientos del misterio de la salvación, También se reúnen para celebrar ritos o momentos de penitencia o de petición ante las diversas necesidades.
Todos estos elementos han convergido desde los primeros siglos de la Iglesia en la institución de estos «tiempos» de celebración llamados las «cuatro témporas«.
El sentido penitencial lleva el ponerse de rodillas en humildad; el ayuno de los miércoles y viernes y después también del sábado; la limosna y las obras de caridad.
El principio u origen de las cuatro témporas coincide con las cuatro estaciones solares del hemisferio Norte y se concreta en celebraciones en tres días de una misma semana: el miércoles, el viernes y el sábado. Así se determinó el sentido de las cuatro témporas: la primera en la semana 3ª de Adviento (invierno); después de la 1ª de Cuaresma (primavera); después del domingo de Pentecostés (verano) y después del 3° domingo de septiembre (otoño). Es preciso que los fieles sean avisados con tiempo de tales celebraciones.
La oración de las «rogativas» es una súplica de intercesión especialmente por las intenciones de interés local. Forma parte de la oración o diálogo entre Dios y su pueblo, y una expresión común es la letanía (Misal Dominicano, I, Edibesa, Madrid, 1993, pp. 1681-1689).
La bendición de Dios, que «desciende» hacia nosotros, que es por excelencia el mismo Cristo, exige la respuesta del hombre, que 'asciende' hacia Dios dándole gracias o diciendo bien de él (Gn 24, 26-27, Jn 11, 41; Ef 1, 31).
El trabajo humano tiene un valor individual, social y también sobrenatural, tal como lo ha descrito el Concilio Vaticano II: como colaboración a la obra creadora de Dios (Gn 1, 28); como perfección de la misma persona humana; como servicio al bien común y como actuación del proyecto de la redención (GS, nn. 34-35). Cristo asume el trabajo humano como una realidad de entregar al Padre, hasta que Dios todo esté en todos (cf. 1Co 15, 28).
La práctica de las rogativas, procesiones y sobre todo la celebración de la Eucaristía por diversas necesidades de la comunidad y de la Iglesia puede y debe mantener actualmente su valor para diversas circunstancias.
Así se celebra desde hace tiempo la semana de oración por la unidad de los cristianos (18-25 de enero) y especialmente también la jornada nacional de acción de gracias al final de los trabajos agrícolas de la recolección y, después de las vacaciones, al emprender de nuevo el trabajo.
La Iglesia quiere matizar estas circunstancias de la vida del hombre de hoy con su oración de bendición, acción de gracias e invocación al Señor. Pero también se debe subrayar que en sus perspectivas está la urgencia de la justicia social, el uso común de la tierra y la dignidad del trabajo humano.
El origen de las «cuatro témporas» está unido a la cristianización del tiempo, en las cuatro estaciones solares, pero que actualmente puede aplicarse oportunamente en nuestras comunidades cristianas como momento de oración y de reflexión que pongan de relieve el misterio de Cristo en el tiempo.
Para ello actualmente, y durante el tiempo ordinario, se podrán usar formularios específicos, o bien en la oración de los fieles o plegaria universal, o bien todo un formulario de las misas para diversas necesidades, como se ha establecido en la ordenación general del Misal romano (OGMR, 3.a ed. típica, Roma, 2000, nn. 368-378; en la anterior: nn. 326-334).
Fr. Antolín González Fuente O.P.