Es palabra de Dios
REFLEXION
El Evangelio de hoy es la página central de toda la Escritura, de toda la Historia de la Salvación. Dios, en su locura de amor por nosotros, para conducirnos a la Salvación, envió a su propio Hijo para que no perezca ninguno sino que tengamos vida eterna. Se despoja de su rango y toma nuestra condición humana pasando por uno de tantos.
El misterio de la Encarnación es el más sublime y el más escandaloso de todos. Todo un Dios hecho hombre, asumiendo nuestra naturaleza en todo su proceso: engendrado, nacido, crecido, muerto y resucitado. Y todo un Dios que quiere hacer todo esto contando con su criatura, valiéndose de ella, respetando su libertad.
Mucho se podría decir de este texto evangélico pero me voy a parar en un detalle que me ha hecho reflexionar. Dice el texto: El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». María es pura capacidad, en ella no hay nada que impida ni estorbe a que Dios entre en su presencia y la llene de su gracia. Nosotros entramos en la presencia de Dios siempre que lo deseamos porque Dios es el eterno presente, atento y receptivo. Pero, ¿puede Él entrar en nuestra presencia siempre que lo desee? ¿Estamos nosotros presentes y atentos, vacíos y receptivos como lo estaba María? Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos y nos hacemos pura capacidad, como María, si vivimos atentos, presentes y receptivos, Él podrá entrar en nuestra presencia y llenarnos de su gracia, como a Maria.
Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra. María es como ese terreno vacío, limpio y bien arado, preparado para recibir la semilla del Verbo y encarnarla. ¿Cómo está nuestro terreno? Sólo en la medida en que desocupemos nuestra vida de todo lo que la vamos llenando, sobre todo de nosotros mismos, Dios podrá sembrar su Palabra en nosotros y hacernos “encarnación diminutiva del Verbo” para seguir poniendo su tienda en medio de su pueblo a través de nosotros.