Es palabra de Dios
REFLEXION
Esta tercera sección del evangelio de Lucas, nos muestra a Jesús camino de Jerusalén. En ese camino se va percibiendo con más claridad el papel que Él desempeña ante determinadas actitudes de los líderes religiosos y políticos. En concreto, ante los doctores de la ley. Ante su forma acomodaticia de vivir la ley, adaptada a sus intereses, Jesús manifiesta una actitud cada vez más decidida y asertiva, reprochándoles directamente sus engaños. Es la razón por la que también el enojo y la inquina de sus adversarios se va acentuando. Los versículos que hoy meditamos nos muestran la reacción de Jesús ante las posturas hipócritas de los doctores de la ley. No es extraño, por eso, que creciera en esos doctores el interés por arrestarlo y condenarlo, ya que Jesús va siendo un problema para ellos, al hablar con claridad de un modo de entender la relación con Dios que difiere bastante del modo como ellos la practican. Él ataca la hipocresía que percibe en el comportamiento de los jefes del pueblo: “Imponéis cargas insoportables a los hombres y vosotros no las tocáis ni con un dedo”. Una frase como esta es la denuncia más clara de una costumbre malvada que manifiesta abuso de poder y falta de coherencia en lo que se enseña. Una actitud que contradice el papel de quienes deberían ser modelo y ejemplo para los demás. Ellos no cumplen lo que enseñan. Peor aún, con su actitud, impiden que otros accedan al Reino. La hipocresía es el vicio más claro de una conducta desviada. El Papa Francisco, en una de sus homilías en Santa Marta, expresa un enojo semejante: “La hipocresía es el lenguaje del demonio, es el lenguaje del demonio que entra en nuestros corazones y es esparcido por el maligno… tenemos que aprender a acusarnos a nosotros mismos, a reflejar lo que está dentro de nosotros, a ver el pecado, la hipocresía y la maldad que está en nuestros corazones, y decirlo con humildad delante de Dios”. En ese enfrentamiento con los doctores, Jesús les recuerda algo duro de oír. La vieja y persistente costumbre en todas las sociedades, de eliminar a aquellos que son fieles en la proclamación de la Palabra de Dios y denuncian los atropellos realizados en nombre de la ley. Ahí están todos esos profetas que, a lo largo de la historia, han sido condenados por aquellos que no soportan su fidelidad a la Verdad. Es la larga historia repetida y testificada siempre. Muchos testigos de Dios han sido asesinados, y lo siguen siendo, por aquellos que se sienten acusados en su malvado proceder. Es una forma de acabar con el mensaje y con el mensajero. Es la conducta de quienes, hoy y siempre, desde el poder, destruyen y acallan la voz de aquellos que denuncian la injusticia y el abuso de los poderosos. La forma de actuar de los dirigentes del pueblo es condenable y Jesús tiene para ellos palabras muy duras: “¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia! ¡No habéis entrado vosotros, y a los que querían entrar se lo habéis impedido!”. Las palabras de Jesús ponen el acento en un hecho muy grave: el proceder de los doctores de la ley impide que otros puedan entrar en el Reino de Dios. Esas conductas hipócritas son las que se vuelven intolerables para Jesús; de ahí su condena. Los que deberían ser ejemplo para los demás, se convierten en impulsores de leyes y conductas que abandonan a los pobres y sencillos desviándolos de su camino hacia Dios. Una vez más, Jesús nos hace volver, desde lo formal exterior, hacia lo profundo de nuestro corazón. Dios no es el fiscal dispuesto a probar que somos culpables. Él mira dentro de nuestros corazones donde se halla el origen de todo lo que llevamos a cabo. Aplicado a nuestra propia vida, es una llamada a la coherencia exigente que indica que, lo que hay en el corazón, tiene su proyección en nuestros actos. Por eso es necesario cultivar nuestro interior, conscientes de que eso es lo que expresaremos en nuestra conducta. Revisar lo que somos y lo que expresamos en nuestro comportamiento, es una necesidad, si no queremos dejarnos arrollar por nuestra rutina o el mero formulismo. Ser coherentes con lo que creemos, es garantía de vida sincera. Nuestra fe no es mera formulación de ideas. Es una forma de vida que abarca todo lo que somos. Ese esfuerzo nos ha de conducir a expresar en nuestros actos los mismos valores de Jesús. Ese ha de ser nuestro objetivo: imitar a Jesús acomodando nuestra conducta a su modo de obrar. Él ha de ser para nosotros Camino, Verdad y Vida. Buen día y que Dios nos de fuerza para vivir de verdad su evangelio. |