Hija del rey Andrés II de Hungría, tuvo hijos y enviudó joven. Fue muy cercana a los franciscanos y su vida fue austera, de caridad y de renuncia, en contraste con el fasto de la corte. Se dedicó asiduamente a la oración y a las obras de caridad, abrazó voluntariamente la pobreza, y fundó un hospital en el que servía personalmente a los enfermos.
Duquesa, de la Tercera Orden FranciscanaBratislava (Eslovaquia), 1207 - Marburgo (Alemania), 17-noviembre-1231
Hija del rey Andrés II de Hungría y de Gertrudis de Merano, nació el 1207, en Bratislava. A los 14 años se desposó con Luis IV, Landgrave de Turingia, con quien tuvo tres hijos. Vivió de forma eminente los ideales evangélicos que promovían las recientemente fundadas órdenes mendicantes. Acogió a los primeros franciscanos en su llegada a Turingia (1225), y si no hay documentos de su pertenencia a la Orden Tercera, sí los hay de sus relaciones con los hijos de San Francisco y de su vida según los ideales evangélico-franciscanos. Su vida austera, de caridad y de renuncia, contrastó con el fasto de la corte. Se dedicó asiduamente a la oración y a las obras de caridad, sin que su marido se opusiera a ello. Muerto su esposo en la sexta Cruzada (1227), víctima de la epidemia, antes de llegar a Tierra Santa, parece que las dificultades con sus cuñados la obligaron a dejar la corte de Wartbug, dirigiéndose a Marburgo, donde, sin hacer caso a los ruegos de su familia para que regresara a Hungría, a la corte de sus padres, abrazó voluntariamente la pobreza, y fundó un hospital, dedicado a San Francisco, en el que servía personalmente a los enfermos más desgraciados. Murió en Marburgo el 17 de noviembre de 1231 a los 24 años de edad.
Su tumba se convirtió pronto en meta de peregrinaciones y lugar de milagrosas curaciones. Conrado de Marburgo, principal predicador de las cruzadas en Alemania, en su lucha contra los valdenses propuso el ejemplo de Isabel como modelo de la nueva espiritualidad, resultando de este modo ser el principal promotor de su causa de canonización (1235); escribió, además, como director espiritual suyo la primera biografía de la futura santa, en la que nos ha dejado estos datos y rasgos de su personalidad: «Pronto comenzó a destacar por sus virtudes, consolando y remediando a los hambrientos. Mandó construir un hospital y acogió en él gran cantidad de enfermos e inválidos...; llegó a agotar todas las rengas provenientes de los cuatro principados de su marido, .., se vio obligada a vender a favor de los pobres todas las joyas y vestidos lujosos... Por la mañana y por la tarde visitaba a todos sus enfermos y curaba a los más repugnantes... Su esposo no veía mal estas cosas. Muerto su esposo, quiso mendigar de puerta en puerta... Un Viernes Santo hizo renuncia de todas sus cosas... Fue a Marburgo, hizo edificar un hospital, en el que dio acogida a enfermos e inválidos, sentando a su mesa a los más míseros y despreciados... A esta gran actividad unió el don de la contemplación, de modo que, cuando volvía de la intimidad de la oración, su rostro resplandecía de un modo admirable y de sus ojos salían como unos rayos de sol... Recibidos los santos sacramentos, expiró como quien se duerme plácidamente.
Su culto fue promovido por numerosos monarcas y dinastías principescas de Europa. Se la considera como esposa devota, dotada de carismas espirituales que empleó a favor de pobres, enfermos y necesitados; como viuda ejemplar, que se desprende de todos sus haberes para darlos a los pobres. Muchos escritores de renombre se han ocupado de la vida de Santa Isabel.
Luis Pérez Simón, O.F.M.