Ante las preguntas por la llegada del Reino, Lucas nos presenta esta reflexión sobre la llegada del fin de los tiempos, en que Jesús nos describe la actitud que debe ser propia del cristiano: estar vigilantes, dispuestos, preparados.
Hoy también, como en tiempos de Noé y de Lot, nos perdemos en las tareas de cada día: comer, beber, comprar, vender, construir, casarse…, nos quedamos despreocupados en nuestras ocupaciones, distraídos en la rutina de lo habitual y se nos puede olvidar la dimensión espiritual de la vida.
Además, de dos personas que están haciendo lo mismo, nos dice que una será llevada y la otra dejada. Porque ante Dios lo que cuenta no son las tareas externas, sino la actitud con que las hacemos. Con estas palabras nos propone Jesús que pensemos en el sentido de nuestros actos. Nos invita a vivir en la responsabilidad, a tomar la vida en serio.
Por esto Cristo nos dice que quien pretenda guardar su vida la perderá; y quien la pierda, la guardará, esto es, que quien haga de esta vida el valor fundamental, está cayendo en un gran error: pierde la vida eterna. Por el contrario, quien esté dispuesto a renunciar a las comodidades de este mundo, a perder lo terreno, lo material, a resistir hasta la muerte a los enemigos de Dios y del alma, en esa lucha ganará la eterna felicidad. Es preciso la conversión: perder la vida, pero en el servicio a los demás.
La única manera de estar preparados es vivir una vida basada en el amor, en la entrega de la vida, poniendo el corazón en el Señor y orientando desde Él toda nuestra vida.