En este fragmento del evangelio de Lucas, Jesús nos presenta tres puntos distintos: el Escándalo, el Perdón y la Fe. Parecen tres elementos que no tengan nada en común, pero en realidad los tres están enfocados a conseguir una auténtica convivencia y crecimiento como personas y en la misión de la Iglesia.
Cristo considera que los escándalos son inevitables, pero pobre de aquel que los provoca, más le valdría que le encajasen una piedra de molino y lo arrojasen al mar; es una figura retórica, pero con un fuerte significado, sobre todo refiriéndose a los pequeños, no sólo en edad, sino a los más vulnerables o aquellos que están iniciando su camino en la fe. Desgraciadamente hay muchos casos que incitan al escándalo, que pueden hacer tambalear nuestras convicciones. Debemos aferrarnos a la misericordia de Dios y no dejarnos llevar por los malos ejemplos.
Al hilo de esto, nos invita a abandonar los resentimientos, y cuando alguien nos ofenda, si nos dice que se arrepiente, no tengamos reparo en brindarle nuestro perdón, no nos dejemos llevar por el resquemor, tengamos un corazón abierto a aceptar las disculpas de nuestro hermano, cuando nos las ofrece.
Sólo debemos recordar la frase de Jesús en la cruz “…perdónalos porque no saben lo que hacen”; por muy grave que sea la ofensa que nos han hecho ¿no es mayor el suplicio al que sometieron a Cristo en el Gólgota?
Como reacción a la catequesis de Jesús, los Apóstoles le piden que les aumente la fe, y entonces les pone el símil del grano de mostaza y la morera. Pensamos que tenemos fe porque recitamos el Credo como si fuéramos papagayos, pero ¿hemos meditado detalladamente cada una de las frases del Credo? ¿Estamos convencidos de que Jesús es el verdadero Hijo de Dios encarnado por nosotros para nuestra salvación?
El Señor nos pide que seamos consecuentes y que nuestra mentalidad esté totalmente dirigida y entregada a Dios, que nos olvidemos de las rutinas y que nuestra vida esté guiada por la adhesión a Jesús y su Buena Noticia, y que lo reflejemos hacia los demás.
Hoy la Orden de Predicadores celebra la memoria de todos los hermanos y hermanas que nos han precedido, dándonos ejemplo con su vida, compañía con su amistad y ayuda con su intercesión, para que nos sintamos animados a imitarles y tener, como ellos, una fe inquebrantable en Dios.