Nos puede resultar extraño que la liturgia señale un día a la “Dedicación de la Basílica de Letrán”. Por lo que hay que recurrir a la historia. Los primeros cristianos de Roma para orar y celebrar la eucaristía se reunían en sus casas, y también lo hacían a escondidas en las catacumbas por culpa de las persecuciones que sufrían. Las persecuciones cesaron y las cosas empezaron a cambiar. Entonces se pudo construir la primera iglesia, como edificio, la iglesia de San Juan de Letrán, en el siglo IV, que se declaró como la catedral del Papa, el obispo de Roma. Lo que lleva también consigo la unión de todos los cristianos con el Papa. Por eso, a la Iglesia de San Juan de Letrán se la llama “la madre y cabeza de todas las iglesias”. Este el origen y el significado de esta fiesta.
La comunicación es un elemento esencial en la vida humana. Las personas necesitamos la comunicación. Sin comunicación entre nosotros no hay vida humana. Es el medio mejor para llegar a los demás. Es lo que también ocurre en nuestra relación con Dios. Cundo descubrimos que Dios existe, que, en una prueba de supremo amor, nos ha enviado a su propio Hijo Jesús para que se comunique con nosotros, para revelarnos las verdades más necesarias para vivir con sentido, con esperanza, con alegría… nuestra comunicación con Dios y su Hijo Jesús es algo espontáneo, que nos surge de nuestro corazón cristianizado.
Este diálogo, esta comunicación con nuestro Dios y su Hijo Jesús, la podemos y debemos realizar atendiendo a nuestra doble condición de personas individuales y de personas comunitarias. De donde se derivan la oración personal y la oración comunitaria. Nuestras iglesias, nuestros templos, son lugares donde podemos realizar esta doble modalidad de nuestra oración. Pero quizás resalten más en ellas la oración que los cristianos vivimos como comunidad, como comunidad de hermanos que quieren adorar y dialogar con nuestro Dios.
Y no podemos olvidarnos, como nos dice san Pablo en la primera lectura, que también nosotros somos edificación de Dios, que nos ha edificado poniendo como fundamento al mimo Cristo. Esta es nuestra dignidad, somos edificación de Dios.
El evangelio de ese día nos recuerda que los judíos tenían el gran Templo de Jerusalén justamente para relacionarse y rendir culto a Dios, pero algunos lo había convertido en un mercado para vender sus propias mercancías y animales. Jesús les expulsa y les recuerda que el Templo es la casa de Dios su Padre, con el que han de mantener una relación muy íntima.
Les recuerda también que su cuerpo, su persona es un auténtico santuario, que ningún terremoto, ni su propia muerte podrán destruir. Jesús es el mejor santuario que tenemos al que debemos acudir en todos los momentos de nuestra vida.