Termina el año litúrgico, el ciclo del evangelio de Lucas, y la Iglesia lo dedica a Jesucristo, ya que en El convergen todas las causas justas del mundo. Es una fiesta en sí reciente, pero que poco a poco ha ido perfilándose como lo más adecuado para cerrar el tiempo litúrgico de la Iglesia. Por encima de las catástrofes y de la destrucción, aparece en el horizonte nuestro Señor Jesucristo, un rey sin poder, sin reino, entendido éste como espacio o nación donde reinar. Jesús, en este momento nuevo de nacionalismos, pretende que todos los hombres sean hermanos, que los pueblos no tengan fronteras. Su reinado solamente se puede celebrar y entender desde la solidaridad más universal.
Fray Miguel de Burgos Núñez