En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos:
«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo azotaron y lo despidieron con las manos vacías. Les envió de nuevo otro criado; a este lo descalabraron e insultaron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, a los que azotaron o los mataron.
Le quedaba uno, su hijo amado. Y lo envió el último, pensando: “Respetarán a mi hijo”. Pero los labradores se dijeron:
“Este es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia”.
Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros.
¿No habéis leído aquel texto de la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?».
Intentaron echarle mano, porque comprendieron que había dicho la parábola por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.
Es palabra de Dios
REFLEXION
Normalmente las parábolas de Jesús son fáciles de entender, sobre todo cuando alguna de ellas se la dirige a alguien en concreto, como es el caso del evangelio de hoy dirigida a los sumos sacerdotes, a los letrados y a los senadores.
En una interpretación de esta parábola, podemos concluir que se trata de la ampliación de la amistad y salvación de Dios del pueblo judío a toda la humanidad. En el Antiguo Testamento, vemos cómo Dios hace un pacto de cercanía con el pueblo judío: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo”. Les envió profetas para mantener esa cercanía, pero a muchos de ellos les mataron. Llegada la plenitud de los tiempos, les envió a su propio Hijo con el deseo de extender su salvación a toda la humanidad. Sin embargo, las autoridades judías de entonces, con la colaboración de la autoridad romana, le rechazaron y le dieron muerte en lo alto de una cruz. Pero al tercer día, Dios Padre resucitó a su Hijo, que pidió a sus apóstoles que extendiesen su buena noticia a toda la humanidad. “Id por el mundo entero y predicad el evangelio a toda criatura”. Dios, a través de su Hijo Jesús, ofrece su amistad, su salvación, a toda la humanidad, no es solo para un pueblo, para un puñado de hombres.
Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)