Es palabra de Dios
REFLEXION
Bien sabemos que el deseo más profundo que habita en el corazón humano es el deseo de felicidad. Todos queremos ser felices y desechar todo lo que nos conduzca a la infelicidad. Jesús, como no podía ser de otro modo, se enfrenta a este problema y nos da su opinión. No voy a comentar una a una sus ocho bienaventuranzas, los ocho caminos que según Jesús nos llevan a la felicidad. Me voy a limitar a hacer algunas reflexiones en torno a ellas.
Sí se puede afirmar que las bienaventuranzas no son un código moral, ocho actitudes morales, desvinculadas de la persona de Jesús. Las bienaventuranzas solo se entienden desde Jesús, desde lo que él vivió y de todo lo que nos ha dicho de Dios, de nuestra vida, de nuestro caminar por la tierra, de nuestro destino, de su insistencia machacona en que vivamos el amor, el amor a Dios, a los demás y a uno mismo. Se puede decir que las bienaventuranzas brotan de ese continuo amor predicado por Jesús y tienen relación con él. Se trata, en primer lugar, de seguir a una persona que nos ha seducido, encandilado y amado hasta el extremo.
Muy posiblemente, cuando oímos por primera vez las bienaventuranzas, alguna de ellas sobre todo, nos extrañaron. Pero cuando nos hemos adentrado en la vida han dejado de extrañarnos. Y a esta altura de nuestra vida cristiana, afirmamos que Jesús acierta y tiene razón. Que la felicidad humana va por los ocho caminos que nos señala Jesús y no por sus contrarios. Jesús que es la Verdad, acierta con la verdad de sus bienaventuranzas. Volvamos a leer despacio las bienaventuranzas de Jesús y caminemos por los caminos que nos indica, la única manera de empezar a saborear la felicidad humana, siempre limitada en esta vida, antes de llegar a la felicidad total después de nuestra muerte y resurrección.