Es palabra de Dios
REFLEXION
Ser sal y ser luz son dos tareas que Jesús encomendó a sus discípulos y que nos encomienda hoy a nosotros, sus seguidores.
El uso más común que tiene la sal es para sazonar los alimentos, pero hay que ser muy precisos en las cantidades para que la comida esté buena. Si nos quedamos cortos decimos que la comida está sosa, que no sabe a nada; pero si nos pasamos, estropeamos el plato porque sólo sabe a sal. El secreto para que sea útil está en la cantidad y en el hecho de que tiene que desaparecer para cumplir su misión. Así también, la tarea del evangelizador será eficaz para la salvación de las almas, si no se anuncia a sí mismo, o sea, si desaparece; si no se pone en el centro; si no calla por miedo; si no es un surtidor de palabras sino que pronuncia las palabras oportunas para atraer a todos a Cristo.
La luz tiene la misión de iluminar. Cuando caminamos en la oscuridad de la noche, basta una pequeña luz que ilumine donde tenemos que pisar para poder avanzar. Así, nuestra vida tiene que ser una luz que marque el camino hacia Dios a los que nos rodean. Jesús nos invita a ser luz que ilumine, no que deslumbre y confunda.
Para ser sal que sale y luz que ilumine, es muy importante la mesura, un comportamiento sin estridencias, que nos permita estar en el mundo de un modo diferente pero que nadie se sienta invadido en su intimidad, sino invitado a vivir una nueva vida.
Nos ayudará en esta tarea no dejarnos arrastrar por la tibieza, enfermedad del alma que nos atrofia el entendimiento y la voluntad. La tibieza desvirtúa la vida del creyente, porque apaga el amor y oscurece la fe; pudiendo convertirse en un estorbo en la tarea de la evangelización. Qué triste que estando llamados a ser sal y luz, seamos un estorbo
Hoy, por la intercesión de San Antonio, pidamos la gracia de ser sal y luz.