Es palabra de Dios
REFLEXION
En la Carta a los Corintios se ponía el énfasis en que los apóstoles se saben elegidos y enviados a anunciar la nueva alianza que es Cristo, grabada en nuestros corazones por el Espíritu de Dios que da vida, y no perece. En el texto del evangelio de Mateo, Jesús continúa el sermón del monte enseñando al gentío y a sus discípulos cual es el verdadero sentido de la Ley.
El contexto es importante porque da las claves desde las que Jesús afronta un tema que será tan conflictivo y por el que fariseos y escribas se sentirán permanentemente confrontados. El programa de las Bienaventuranzas rompe con los esquemas sociales y religiosos de cualquiera, y la definición de cuál es nuestra misión, como sal y luz del mundo, implican una coherencia y compromiso extraordinarios. En ese contexto tan novedoso y retador, Jesús dice: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud”.
La plenitud de la Ley es Jesucristo, ya lo decía san Pablo en la primera lectura, Él es la nueva alianza y su ley está escrita, con el Espíritu de Dios vivo, en las tablas de los corazones de carne. Hay dos palabras clave en este pasaje del Evangelio: cumplir y enseñar. Jesús vivió plenamente y enseñó la fidelidad y obediencia al Padre, y también el servicio, entrega y amor hasta el extremo a los hermanos. A vivir con esa coherencia y entrega estamos llamados, que las bienaventuranzas y ser sal y luz para el mundo se graben profundamente en nuestro interior, que así lo cumplamos y enseñemos.
La Ley así asumida y vivida permitirá que de nosotros salga lo mejor del ser humano, que la fraternidad y el bien común permitan y defiendan la dignidad de cada persona, que la vida de todos, especialmente los más vulnerables y desprotegidos, llegue a su plenitud. Cumplir y enseñar la Ley será entonces llevar a la plenitud la obra del Espíritu de Dios que da vida