5/5/22

EVANGELIO VIERNES 06-05-2022 SAN JUAN 6, 52-59 TERCERA SEMANA DE PASCUA

 




En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

                                                            Es palabra de Dios
REFLEXION

El Evangelio de ayer terminaba con la invitación de Jesús a comer su carne. El texto evangélico de hoy comienza con la murmuración de los judíos ante esta promesa de un pan que es su carne: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Ante el escándalo de los judíos Jesús insiste en que es imprescindible comer su carne y beber su sangre para participar de su vida. Su carne y su sangre son verdadero alimento y verdadera bebida, comunican la vida y ponen en comunión personal con él, que es el portador y mediador de la vida divina.

No se trata de comer su carne física y beber su sangre física. Se trata de aceptar y asimilar su presencia, que alimenta nuestras vidas. Y alimentar nuestras vidas significa que las llena de sentido, de fortaleza, de gracia, para seguir caminando. Comer y beber el cuerpo y sangre de Cristo es transformarnos en él mismo, es hacerse uno con él, habitar en él.

Pero el que come y bebe, está dispuesto a su vez a ser alimento para los demás.

Cuando comemos ese pan que es Cristo, entramos en comunión con él, nos comprometemos a realizar la comunión entre nosotros, a transformar nuestra vida en don, sobre todo para los más pobres, para los que sufren.

Sor Cristina Tobaruela O. P.
Monasterio de las Dueñas (Salamanca)

05 DE MAYO : SAN VICENTE FERRER

 




Vive con gran disciplina la vida regular. Su pureza, su carácter franco y jovial, y su amor por la austeridad lo habían preparado para las numerosas misiones que le encomendaron. Fue el mayor predicador de su tiempo y recorrió Europa buscando constantemente la paz y la unidad de la Iglesia.

Vicente nació en Valencia (España) en 1350 y a los diecisiete años entró en la Orden. Vivió con gran disciplina la vida regular, dejando un claro testimonio en su Tratado sobre la vida espiritual.Tuvo una sólida formación filosófica y teológica como consta por los diversos tratados que escribió. Su pureza angelical, su carácter franco y jovial y su amor por la austeridad le habían preparado para la gran misión a la que se sintió llamado por el mismo Cristo: predicar por toda Europa occidental el Evangelio de la penitencia, en todas partes con inmensa afluencia del pueblo. Fue el más popular y eficaz predicador de su tiempo, dejando en todas partes una profunda impresión, renovando espiritualmente regione enteras y llevando por todas partes la paz y buscando la unidad de la Iglesia con su autoridad y consejos. Murió en Vannes (Francia) el 5 de abril de 1419 y su cuerpo se venera en su catedral. Fue canonizado el 29 de junio de 1455.


4/5/22

EVANGELIO JUEVES 05-05-2022 SAN JUAN 6, 44-51 TERCERA SEMANA DE PASCUA

 




En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

                                                     Es palabra de Dios
REFLEXION

Estando como estamos, celebrando por cincuenta días el domingo de Pascua, se nos proclama el capítulo sexto del evangelio de san Juan. Y en este contexto se comprende mejor lo que dice a propósito del signo que ha realizado. El Misterio pascual que se actualiza en cada Eucaristía, nos introduce en la obra salvífica llevada a cabo por Jesús, que nos ha amado hasta el extremo, entegando su vida para que la tengamos en abundancia. Generosidad en el amor significado en el “mejor vino”. Generosidad en el pan multiplicado, que sacia y sobra para alcanzar a otros. Porque el amor de Dios es así, abundante, generoso, sin límite ni concidiones previas. Tanto amó Dios al mundo que le entrega a su propio Hijo.

Le dice al gentío: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado...” Y a todos atrae Dios porque lo que desea es que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.  Y como esa es la finalidad de la encarnación, todos serán ganados por el amor que en Jesús se ha revelado.

Lo que toca es ser dicípulo de Dios. Y lo que corresponde al discipulado es “escuchar y aprender”. Porque el discípulo al convivir con el maestro, aprende a escuchar y escuchando como es debido, aprenderá adecuadamente lo que se le está comunicando. La verdad de la escucha y el aprendizaje se evidencian en la adhesión a Jesucristo.  Por eso dice: “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí” Es lo que se aprende del Maestro que dice de sí mismo: Yo no hago sino lo que veo hacer a mi Padre.” Y en otro lugar: Yo no digo sino lo que escucho a mi Padre.

Yo soy el pan de la vida 

Puesto que él se ofrece para la vida del mundo, el signo realizado que relata la generosa abundancia, apunta a él mismo, que revela cuánto amó Dios al mundo al entregarlo para que el mundo se salve por él.

Es necesario comprender que los signos del pasado de Israel, encuentran su plena realidad en Jesús mismo. Por eso dice: “Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.” El és el último signo ofrecido por el Padre. Todos los demás apuntaban a él, y en él todo está cumplido. Por eso al gentío que le sigue, le ofrece alimentarse de su misma vida, mediante su cuerpo entregado y su sangre derramada. Es su amor sin límites el que sostiene al que le recibe y lo convierte, en comunión con él y con todos, en signo sacramental de un amor más grande.

Termina el pasaje con la extraordinaria afirmación: “Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.” Es esta carne concreta, asumida en la encarnación, en la que se puede palpar todo el amor de Dios, que entregándose permite al ser humano llegar a experimentar, vitalmente, hasta qué punto está siendo amado en Jesucristo.

Pensemos qué resonancia tiene en nuestra vida lo que él dice: “Todo el que cree tiene vida eterna.”

Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)

04 DE MAYO : BEATA EMILIA BICHIERI

 





Monja de clausura en el Monasterio de Santa Margarita en Vercelli (Italia). A pesar de ser elegida priora del Monasterio contra su voluntad, lo gobernó con tacto y habilidad. Realizaba muy contenta en la vida de comunidad los servicios más humildes de la casa. Siempre fue agradecida por los dones recibidos de Dios.

Emilia nació en Vercelli (Piamonte, Italia) en 1238 y fue monja de clausura del monasterio de Santa Margarita, fundado con la ayuda de su padre. «Abandonó el camino espacioso del siglo», deseosa de servir al Señor por los caminos más estrechos que él le destinara. Fue varias veces priora y siempre muy servicial con todas las hermanas. Murió en Vercelli el 3 de mayo de 1314 y su cuerpo se venera desde 1811 en la catedral. Su culto fue confirmado en 1769.


3/5/22

EVANGELIO MIERCOLES 04-05-2022 SAN JUAN 6, 35-40 TERCERA SEMANA DE PASCUA

 





En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

                                          Es palabra de Dios

REFLEXION

Bien sabemos que el amor pide presencia. El que ama siempre quiere disfrutar de la presencia de la persona amada. Jesús, que nos conoce a fondo y sabe bien este deseo nuestro, quiere que gocemos siempre de su presencia. Como es Dios y tiene mucho más poder que nosotros, inventa la eucaristía justamente para que podamos gozar de su presencia. “Yo soy el pan de vida”. En esta misma línea nos asegura que “Al que venga a mí no lo echaré fuera”, porque esa es la voluntad de su Padre.

Y su amor apasionado por nosotros, no se queda ahí, no se queda en nuestra etapa terrena. Quiere que gocemos de su presencia amorosa después de nuestra muerte, sin las limitaciones terrenales, porque está dispuesto que al que crea en Él, “yo lo resucitaré en el último día”, a una vida de total felicidad y para siempre.

Vivamos con profundo agradecimiento a Jesús por estos regalos que nos hace y disfrutemos de ellos.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

MARTES 03 DE MAYO : SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS FELIPE Y SANTIAGO

 





Ambos fueron Apóstoles del Señor y respondieron a la llamada del Señor. Felipe fue un discípulo decidido y dedicado a la causa, preocupado por su Maestro. Santiago el Menor gozaba de gran autoridad en Jerusalén y es una especie de puente con los hermanos que proceden del paganismo.

San Felipe figura con todo derecho en las listas de los apóstoles que nos transmiten los primeros escritos cristianos (Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 14; Hch 1, 13). Tenía un nombre griego, que significa «amigo de los caballos». En los textos bíblicos Felipe se nos muestra como un discípulo decidido y dedicado a la causa, preocupado por su Maestro y por los oyentes del Maestro.

Era Felipe natural de Betsaida, corno Andrés y Simón. Seguramente compartía con ellos las tareas de la pesca. Y posiblemente compartía, al menos con el primero, una insatisfacción interior que parece haberle llevado a escuchar la predicación de Juan el Bautista. Allí le encontró Jesús. Se limitó a decirle: «Sígueme». Felipe es, en efecto, uno de los primeros llamado por Jesús (Jn 1, 43-44).

Pero la escena tiene una continuación interesante. El llamado por la voz de Jesús se convierte pronto en el eco de aquella voz. No puede ocultar el gozo de haber encontrado al que era la meta, más o menos consciente, de la larga búsqueda de su pueblo: «Felipe se encuentra con Natanael y le dice: "Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y también los profetas: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret"». Es cierto que Natanael no comparte el entusiasmo de quien le lanza ese anuncio sorprendente. Natanael no tiene prejuicios contra la persona, sino contra el lugar de su origen. Felipe se limita a responder: «Ven y lo verán Un 1, 45-46). En las listas de los apóstoles, Mateo y Lucas lo emparejan para siempre con Bartolomé, que se suele identificar con Natanael.

Según la Leyenda Áurea, el apóstol San Felipe habría sido crucificado y lapidado a la edad de 87 años.

La reproducción artística más antigua de San Felipe lo coloca en compañía de Pedro, Pablo y Tomás y se encuentra en los capiteles de la iglesia visigótica cíe San Pedro de la Nave (Zamora), que se remontan a finales del siglo VII. También se encuentra en compañía de Bartolomé, sentado a la derecha de Jesús, en la pintura de la última cena, pintada en una de las bóvedas del Panteón de los Reyes (siglo XII), en la basílica colegiata de San Isidoro de León.

Santiago el Menor

Junto a San Felipe, la comunidad cristiana celebra hoy al apóstol Santiago. En todas las listas de los apóstoles se menciona a un tal Jacob (en castellano antiguo Sant Yago), hijo de Alfeo, que curiosamente se encuentra siempre a la cabeza del tercer grupo de los cuatro que constituyen el colegio de los Doce (cf. Mt 10, 3-4; Mc 3, 18-19; Lc 6, 15-16; Hch 1, 13.25).

Ha sido habitual identificar al apóstol Santiago «el Menor», con uno de los parientes de Jesús y con el presidente de la comunidad de Jerusalén. Las referencias antiguas son muy numerosas y las discusiones sobre tal identificación continúan todavía.

Es muy atrayente la tentación de tratar de reconstruir el alcance y los nombres de las personas que constituyen su parentela. Su padre, Alfeo, podría ser el mismo personaje que Cleofás, el marido de aquella María, que el cuarto Evangelio sitúa al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25). Por otra parte, el Evangelio de Marcos recuerda en ese mismo contexto a Santiago llamado «el Menor, haciéndolo hermano de José e hijo de una de las Marías que tuvieron el valor y la compasión suficientes para acompañar a jesús hasta la muerte en cruz (Mc 15, 40). Esto hace creer que Santiago sea uno de aquellos que eran co¬nocidos en Nazaret como »»hermanos» o parientes de Jesús (Mt 13, 55; Mc 6, 3).

Hasta Pablo ha llegado una tradición oral que refiere cómo Cristo resucitado, tras aparecerse a Pedro, se mostró también a Santiago y a todos los apóstoles (cf. 1Co 15, 7). No se trata de un detalle sin importancia. Este recuerdo tradicional afirma y contribuye a consolidar la autoridad que Santiago conserva durante el resto de su vida entre los seguidores de Jesús.

Desde el siglo VI, las reliquias de los Santos Felipe y Santiago el Menor se conservan en Roma, en la basílica de los Santos Doce Apóstoles. Allí se encuentra un cuadro de Muratori que los une en el martirio. Santiago se encuentra también representado en un mosaico de la capilla Palatina de Palermo (siglo XII), así como en otro de San Marcos en Venecia (siglo XIII).

Para la comunidad cristiana, Santiago "el Menor" es una especie de puente. Representa, por una parte, la fidelidad a las tradiciones de Israel y, por otra, la necesaria apertura para admitir en el seno de la comunidad a los hermanos que proceden del paganismo. Con él se hace realidad la convicción de que Cristo ha venido a derribar el muro que los separaba y a formar un pueblo único para Dios.

FUENTE : José-Román Flecha Andrés


2/5/22

EVANGELIO MARTES 03-05-2022 SAN JUAN 14, 6-14 TRCERA SEMANA DE PASCUA

 




En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
«Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre" ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

                                                       Es palabra de Dios
REFLEXION

Hoy celebramos la fiesta de dos de los discípulos de Jesús: Felipe y Santiago. Y el texto del Evangelio de Juan, hoy, relata precisamente un desconcertante diálogo de Jesús con los discípulos, en el que Felipe interviene: “Seños, muéstranos al Padre y nos basta”.  Felipe intuye que hay algo más profundo que no acaban de comprender en este inicio del Discurso de Despedida de Jesús.

La respuesta de Jesús parece sonar a reproche: “Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?”. Pero en realidad está cargada de cariño y un deseo entrañable de que comprendan lo que les quiere expresar, para que no se sientan solos o abandonados por Él. Si creéis en mí, haréis obras grandes y se os dará lo que pidáis en mi nombre, les dice. El reto está ahí, y las claves para lograrlo apuntan a Jesús mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

He vuelto hace poco a mi comunidad, porque estuve cerca de un mes en un edificio cerrado que reabrimos para acoger familias refugiadas de la guerra de Ucrania. Recuerdo la noche que llegó el primer autobús, tras casi cuatro días de viaje desde la frontera de Polonia. Una voluntaria me preguntaba nerviosa: “¿Y cómo nos vamos a entender, si no hablan nuestro idioma?”. “Seguro que nos apañamos”, le dije, también yo con mis temores. No hicieron falta muchas palabras, una sopa caliente, la casa calentita y una buena cama, son un lenguaje universal. Pero los días siguientes hubo dos palabras, que todos aprendimos respectivamente, y resonaban continuamente: hola y gracias, indistintamente en español o en ucraniano, acompañadas casi siempre de una sonrisa, esa que hace que lo más humano de cada uno se encuentre con el otro.

El camino que nos señala Jesús es el de la fraternidad, el Padre al que hemos de ir, es el que nos llama hijos. Tampoco hay que darle muchas vueltas, sólo arriesgarse a vivir como hijos de Dios y como hermanos, con todo lo que trae consigo ¡claro!

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo

LUNES 02 DE MAYO : SAN ATANASIO OBISPO DE ALEJANDRIA

 




                Obispo de Alejandría en el siglo IV, es doctor de la Iglesia, ferviente defensor de la encarnación frente a las posiciones arrianas. Por ello fue perseguido en varias ocasiones lo que le obligó a vivir desterrado cobijado por monjes, como discípulo muy próximo de San Antonio.

San Atanasio debió de nacer en Alejandría o en sus aledaños —según indica la Vida copta— por los años 295-297, de una familia griega o enteramente helenizada, y sin duda también cristiana. El obispo de Alejandría, Alejandro, puesto en contacto con los padres, se encargó de proveer a su educación. Terminada ésta, Alejandro lo incorporó a su clero. En todo caso, hacia el año 320 Atanasio había sido ya ordenado de diácono y ejercía de secretario de su obispo.

Las persecuciones de Diocleciano y sus Augustos y Césares marcaron su infancia y adolescencia: la persecución fue muy dura y particularmente sangrienta en Egipto, pero también abundosa en mártires y confesores de la fe, aunque tampoco escasearon las cobardías, lo que dio lugar al problema de los lapsi o «apóstatas arrepentidos», y al consecuente cisma de los rigoristas intransigentes, con Melecio en cabeza, frente a la postura indulgente y reconciliadora de los obispos alejandrinos: Pedro —mártir él también— y su sucesor Alejandro.

No tardó en recaer sobre Atanasio todo el peso de la responsabilidad eclesial y pastoral inherente al episcopado de Alejandría. Efectivamente, a mediados del año 328, moría el obispo Alejandro, y al cabo de unas semanas de sede vacante, durante las cuales parece que hubo algunas maniobras de rivales, aunque no como insinúa el historiador proarriano Filostorgio, todo el pueblo católico proclamó unánime como sucesor a Atanasio, que fue consagrado obispo de Alejandría el 8 de junio. Las dificultades provenían, sobre todo, del hecho de estrenarse un nuevo procedimiento de elección, establecido por Alejandro.

De momento, tanto los cismáticos melecianos como los herejes arrianos le dejaron en paz y en calma, como parece reflejar su primera carta pascual de 329, ventaja que él aprovechó para realizar su primera visita pastoral a su vastísima diócesis. Esta ausencia suya de Alejandría dio ocasión a los melecianos para intentar despojarle de su sede, y a los arrianos para iniciar sus ataques, más personales que doctrinales, contra él.

En otoño de 334, Constantino invitó a Arrio a personarse en la corte de Nicomedia. Arrio presentó al emperador una «profesión de fe. tan cuidadosamente equívoca —según podemos comprobar en la obra de Sozomeno— que, aun no llevando expreso el término homooüsios, podía perfectamente ser tomada en sentido ortodoxo, por lo que el emperador mandó que Atanasio reincorporase a Arrio en su puesto de la Iglesia alejandrina. Atanasio, al que no engañaba la cauta profesión de fe del hereje, se opuso a esa readmisión, lo que provocó no poco descontento en la corte imperial y general revuelo entre melecianos y arrianos.

En plena actividad de su ministerio episcopal, la muerte sorprendió a este veterano y valentísimo luchador, la noche del 2 al 3 de mayo de 373, rodeado de un clero al que nunca falló y al que no había dejado de animar en la lucha por la ortodoxia; de unos monjes que tantas veces habían compartido con él no sólo techo y pan, sino también la vida, pues le consideraban uno de ellos; y de unos fieles que tantas veces le protegieron y hasta expusieron su vida por defenderle contra los soldados, a él que consideraban su verdadero padre, su «papa».

No fue mártir, pero toda su vida fue un martirio. Confesor de la fe por excelencia, en seguida, tras su muerte, fue objeto del más fervoroso y rendido culto, animado por los panegíricos de las personalidades más relevantes del momento, entre ellas San Gregorio de Nacianzo, quien, después de proclamarlo «pilar de la Iglesia» y «padre de la ortodoxia», dado que «su modo de vivir era la regla del episcopado, y su fe la ley de la ortodoxia», añade: «El fasto de sus exequias sobrepasa los honores que recibió en ocasión de su regreso del destierro, y a pesar del río de lágrimas que provoca, la idea que de sí mismo dejó en el espíritu de todos excede con mucho las manifestaciones exteriores».

Su fiesta se celebró, desde un principio, el 2 de mayo. El Concilio II de Constantinopla (553) le cita corno el primero de los grandes doctores de la Iglesia.

FUENTE :  Argimiro Velasco Delgado, O.P.

1/5/22

EVANGELIO LUNES 02-05-2022 SAN JUAN 6, 22-29 III SEMANA DE PASCUA

 





Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado».

                                           Es palabra de Dios

REFLEXION

Jesús, el día anterior al fragmento que hemos contemplado, había bendecido los cinco panes y dos peces, con los que alimentó a la multitud que lo seguía y que habían acudido a escucharlo.

La gente, admirada, pretendía, según Juan, hacerlo rey, pero Él se escabulló y se retiró a orar; los discípulos tomaron una barca para dirigirse a Cafarnaúm, soplaba un viento fuerte que encrespó el mar. En plena tormenta ven a Jesús andando sobre el mar acercándose, tuvieron miedo, pero Él les tranquilizó: “Soy yo, no temáis”, y enseguida tocaron tierra.

La gente buscaba a Jesús y al final lo encontraron en Cafarnaúm enseñando, y le preguntaron que cómo había llegado allí. La respuesta de Jesús fue taxativa: “me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis hasta saciaros”, como reprochándoles que les interesaba más la satisfacción de sus necesidades materiales, que lo que realmente significaba el signo del que habían sido testigos; por eso les invita a que trabajen no por el alimento perecedero, sino por el que permanece y da la vida, insistiendo en el sentido eucarístico del pan que comieron.

Jesús con este dialogo está orientando a aquellos que le escuchan y le buscan, para que nos olvidemos de nuestros intereses materiales mundanos y transformemos nuestra vida para tener como meta el adherirnos totalmente a Él, como enviado del Padre, lo cual nos llevará a una auténtica plenitud y así poner a disposición de nuestros semejantes, todo el potencial de humanidad que llevamos en nuestro interior.

Muchas veces cerramos los ojos a los signos que Dios pone ante nosotros, y nos interesa más ocuparnos de lo inmediato, que de lo realmente transcendente.

San Atanasio no cerró sus ojos, se dejó empapar de la gracia de Dios, y dedicó su vida a la predicación de la Buena Noticia, y luchar fervientemente contra el arrianismo.

¿Estamos abiertos a las opiniones de los demás? ¿Ante lo que es contrario a lo que pensamos, respondemos desacreditando? ¿Nos importa más lo transcendente o lo meramente inmediato y material?

D. José Vicente Vila Castellar, OPFraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)


DOMINGO 01 DE MAYO : TERCER DOMINGO DE PASCUA

 




Seguimos celebrando la Pascua del Señor. “Dios resucitó a Jesús y le constituyó Señor”, anuncia Pedro ante el Sanedrín (1ª lectura). Es el centro del mensaje cristiano, en todos los tiempos. Esta convicción profunda de  fe, convierte a los discípulos en apóstoles de la Resurrección: “Nosotros somos testigos de ello” sigue Pedro. La resurrección de Jesús cambió la vida de sus discípulos y dio una identidad definitiva a la comunidad cristiana. Ahora la causa de Jesús les apasiona, les fascina y se lanzan a anunciar el evangelio (M. de Burgos). A ello estamos llamados hoy también nosotros. ¿Cómo ser hoy testigos vivientes de la Resurrección de Jesús?  

No sabemos del todo cómo fue el proceso de conversión a la fe, de los primeros discípulos. El evangelio dice que Jesús “se les manifestó”, se hizo ver, pero al principio no le reconocieron. Fue “el discípulo amado” el que le reconoció y le descubrió a los demás discípulos: ¡Es el Señor!  Y será la triple declaración de amor la que exige Jesús para ponerle a Pedro al frente de la comunidad. ¿En qué gestos de amor manifestamos y pueden los hombres reconocer hoy al Señor?

Fray Jesús María Galdeano Aramendía O.P.Convento San Valentín de Berri Ochoa (Villava)