Es palabra de Dios
REFLEXION
En el Evangelio de Mateo, Jesús explica a sus discípulos por qué les habla en parábolas. La razón que da es que este pueblo tiene el corazón embotado que mira sin ver y escucha sin oír ni entender. No sólo se ha perdido la dimensión del encuentro, también se ha transformado nuestra forma de mirar y contemplar la realidad humana. Ya no se transmite la dignidad, sino que se deshumaniza a la persona.
La escucha se ha convertido en un generar tormentas, la presencia de ruidos evitan el silencio sagrado de considerar la intimidad de lo confiado como un arma que podemos usar para la destrucción de la honra de quien confía. Escuchar sin oír, ni entender, es el modo de huir ante la realidad sufriente que se nos presenta de manera intermitente y que nos indica la guarda de la precaución. Aquí la realidad sufriente se presenta como alarma para la humanidad.
Junto a Dios, hemos aprendido a deleitarnos de la creación, todo fue creado por amor, un amor que convirtió al ser humano en imagen y semejanza de su creador, con capacidad para ser interlocutor de Dios. Y vio Dios que era bueno es el versículo que se repite en cada día de la creación. Expresa una capacidad contemplativa para comprender lo creado, para mirar y ver cuánta maravilla contiene la vida.
Junto a Jesús, el Hijo de Dios, hemos aprendido a oír escuchando. Hoy diríamos a escuchar oyendo. La expresión del evangelio es a la inversa, pero nuestro lenguaje lo ha adecuado con un sentido contrario. Escuchar es poner atención a lo que se oye, y oír es percibir con el oído algún sonido. Lo que hemos aprendido de Jesús es precisamente el sentido que el diccionario da al verbo escuchar, el de poner atención a lo que se dice o se oye. Atender y acoger a quien habla.
Todo ello tiene que ver con la hospitalidad. Quien es hospitalario recibirá al peregrino, al extranjero, al desvalido como si fuera al mismo Dios a quien recibe. Es una exigencia de la fe: cuando alguien acoge a uno de estos hermanos a mí me acoge. Comprender la fe como un habitar del Dios que permanece en nuestra vida y nuestra historia, será el reto a mantener como testimonio del amor de Dios, siempre compasivo y misericordioso.
Oremos por nuestros pastores y agentes de pastoral, para que sientan en la oración el apoyo de Dios, y comprendan que en su sembrar la palabra de Dios, será siempre Él quien recoja los frutos, y nuestro orgullo será haberlo realizado en el nombre de Dios que permanece fiel a nuestra súplica.