Es palabra de Dios
REFLEXION
Jesús ha estado rodeado de gente y les ha explicado la exigencia de la vocación apostólica. Ha llegado el atardecer y les da orden a los discípulos de pasar a la otra orilla, despiden a la multitud que ha escuchado su predicación. E inmediatamente se presenta la tempestad en el mar.
La oscuridad que comienza a echarse ofrece, ciertamente, un marco impresionante.
La iniciativa de cruzar el mar parte de Jesús. Con ello se hace absolutamente responsable de todo lo que pueda suceder a continuación. Es un reto muy fuerte ¿somos capaces de asumirlo?
La barca está a punto de irse a pique. Los discípulos alterados y con miedo. En fuerte contraste, Jesús duerme, el evangelista nos da a entender que es expresión de su soberanía y seguridad. Los discípulos despiertan a Jesús en tono de reproche —sólo piensan en ellos, el miedo les puede—. Jesús y los discípulos en la barca a punto de hundirse, plena tensión.
Jesús reacciona a su reproche. Increpa a la tormenta y al mar como si fueran seres vivientes, les ordena silencio y enmudecen, algo así como sucedía con los exorcismos. Los poderes de la naturaleza increpados obedecen a la palabra.
El reproche que les dirige es fuerte.: les acusa de cobardes y de incredulidad.
¿Es que no actuaron correctamente al acudir a su maestro? En realidad, pensaban sólo en sí mismos y no estuvieron dispuestos a correr el mismo peligro juntamente con Jesús. La situación se repetirá cuando huyan ante la cruz.
La cobardía y la incredulidad aparecen juntas en la Escritura.
Es una fuerte advertencia para nosotros, los discípulos de hoy.
«¿Quién es éste?....» Este temor responde a una Epifanía de Dios.
¿Estamos dispuestos a asumir los riesgos que lleva consigo el seguimiento?