Es palabra de Dios
REFLEXION
El Evangelio de hoy resalta por esta pregunta de Pedro: “nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué nos va a tocar?”. Sinceramente, no creo que Benito, cuando lo dejó todo y se fue a vivir en la soledad de Subiaco, le preguntara al Señor, ¿qué me va a tocar?
Todo lo contrario, él se dedicó por completo a entregar todo lo suyo al Señor, despojándose de la necesidad de autoafirmación y de ponerse siempre en el centro; también entregó a Dios todos sus afectos interiores y sus inclinaciones, la ira, la venganza, todo lo que nos moviliza interiormente pero que nos aleja de Dios. Por eso pudo comenzar su Regla con esa célebre frase, no anteponer nada al amor de Dios.
Sólo por medio de esta entrega total, pudo Benito hacer honor a su nombre y ser un hombre de bendición y de paz, hacia Dios y hacia los demás. Y todo fundamentado en la oración incesante, cimiento de la vida de San Benito y de sus monjes. También cada uno de nosotros necesitamos poner este sólido cimiento de la oración en nuestras vidas, como ejercicio de escucha de la voluntad de Dios que nos habla por medio de los acontecimientos de nuestra historia, por medio de las personas y situaciones en las que nos encontremos.
Apoyados en la oración, bendiciendo siempre, podremos encontrar cien veces más ahora, y luego alcanzaremos la vida eterna.
¿Qué cosas prefiero o antepongo al amor de Dios en mi vida?
¿Siento mi corazón atado y esclavizado? ¿Qué cosas me esclavizan?
¿Soy consciente de que sólo la caridad ardiente puede liberar mi corazón y ayudarme en el camino de la fe?