Es palabra de Dios
REFLEXION
Jesús llega a “la otra orilla, a la región de los gadarenos” es decir cruza las fronteras, más allá del judaísmo, para salir al encuentro del mundo pagano, alejado de la fe.
Al llegar salen a su encuentro dos endemoniados, dos personas atrapadas por el mal. Se nos dibuja un contexto (viven el cementerio, nadie se atreve a transitar por aquel camino) que nos habla de lo que implica ese mal: una vida de violencia, muerte, oscuridad. Su manera de dirigirse a Jesús indica que reconocen en aquel hombre poder sobre el mal, pero están tan atrapados por él, que no pueden acoger el bien que viene de Jesús y podría salvarlos (“¿Has venido a atormentarnos?”); por eso se ponen a la defensiva. Al mismo tiempo saben que ese bien acabará venciendo, como indica ese “antes de tiempo”.
Frente a la actitud de estas personas, las fuerzas del mal, personificadas en los demonios, se rinden ante Jesús, y aceptan su sitio y su final: su lugar, representado por el cerdo que en el mundo judío era considerado como impuro y su final, ser “precipitados al mar”, es decir su desaparición absoluta.
El Evangelio de este día nos invita a reconocer en nuestras vidas y en nuestro mundo el mal que nos habita y sus efectos sobre nuestra vida personal y las relaciones con los otros, con el mundo, con Dios. Pero también nos llena de esperanza, porque el amor de Cristo es capaz de liberarnos del pecado; sólo Él puede destruir el mal que nos oprime y hacer de nosotros personas nuevas.
Esto que debería alegrarnos, choca con la reacción del pueblo que, ante lo que cuentan los porquerizos, rechazan a Jesús. La pérdida de los cerdos, y por tanto de aquello que les aporta el sustento económico, es para ellos más importante que la curación de dos personas. Son las contradicciones que tantas veces vivimos nosotros mismos: ese querer estar al servicio de la vida y de los otros y al mismo tiempo querer defender el propio interés; dos deseos que a veces entran en conflicto y que nos invitan a tomar postura, a definir qué es para nosotros lo importante, sabiendo que en esa toma de postura, al mismo tiempo, acogemos o rechazamos al Señor.