El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Es palabra de Dios
REFLEXION
El texto recoge dos momentos distintos de las manifestaciones de Cristo resucitado. El primero el anuncio de María a Simón Pedro y a Juan de que se han llevado del sepulcro a al Señor y no vemos donde lo ha puesto”. No se habla de resurrección, de Jesús vivo, solo, importante signo, de que no está en el sepulcro.
En el otro episodio María - sin “Magdalena”- toma conciencia de que Jesús está vivo, ante ella, cuando la llama por su nombre: fue el oído, no los ojos el que lo hizo reconocible a María. Y el anuncio a los apóstoles será distinto del primero: Jesús no está en el sepulcro, porque no pertenece a los muertos, está vivo, y se junta a “su Padre, y al Padre vuestro”.
Es magnífico que María sea considerada por los escritores santos la primera testigo y predicadora del triunfo de Jesús sobre la muerte. De su presencia viva al lado de Dios Padre. Cierto que, precisamente por ser una mujer, algunos discípulos dudaron de la veracidad de su palabra. Solo cuando Pedro y otros atestiguaron lo que María había dicho se creyó en la resurrección de Cristo. Circunstancia que da qué pensar.
Testimonio válido de la resurrección es el amor, el compromiso afectivo, de todo el ser con la persona y causa de Jesús. Sea quien sea, hombre, mujer, jerarquía o pueblo sencillo. ¿Cómo nos vemos cada uno para que podamos ser testigo de que Jesús, está vivo; y su palabra, su causa siguen vigentes? ¿Cuál es la dimensión de nuestro amar?