30/9/23

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

 




La Palabra de Dios nos sitúa este domingo ante la responsabilidad personal en el seguimiento de Jesús. Como en tantas otras dimensiones de la vida, la ambigüedad de nuestra condición humana nos plantea una doble perspectiva de nuestra respuesta ante el proyecto-demanda de Dios: la formal de la ideología y la eficaz de nuestro compromiso.

La ideología se mueve, y nos hace movernos, en el orden de las pretensiones teóricas: pensar bien. En cambio, la respuesta eficaz es la que muestra nuestra veracidad: hacer lo correcto. Más allá de las circunstancias concretas de la vida, y de nuestros ritmos de conversión, aquello a lo que nos adherimos de veras, en el fondo, acaba haciendo coincidir nuestra voluntad con la de Dios. Esto es lo justo, lo que a Él le agrada.

Para el profeta Ezequiel la adhesión de nuestra voluntad a la bondad y la justicia de Dios, no es un asunto teórico, sino un compromiso personal, que incluye la conversión y la perseverancia. Para Pablo, esa adhesión es verificable, trayendo a nuestra persona los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús, unos sentimientos que cambian nuestras vidas. Es una pretensión que lleva su tiempo y que implica inexorablemente nuestra conversión.

Fray Fernando Vela López
Convento Virgen del Camino (León)

LECTURAS DOMINGO 01-10-2023 : XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 18, 25-28

Esto dice el Señor:
«Insistís: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que es injusto?
Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.
Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá».

                        Es palabra de Dios



Salmo

Sal 24, 4bc-5. 6-7. 8-9 R/. Recuerda, Señor, tu ternura

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando. R/.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

                      

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 1-11

Hermanos:
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.
No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;
al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia,
se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.

                    Es palabra de Dios


EVANGELIO DOMINGO 01-10-2023 SAN MATEO 21, 28-32 XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero». Pero después se arrepintió y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?».
Contestaron:
«El primero».
Jesús les dijo:
«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

                          Es palabra de Dios

REFLEXION

 El evangelio de Mateo (21,28-32), con la parábola del padre y los dos hijos, es provocativo, pero sigue en la misma tónica de los últimos domingos. Se quiere poner de manifiesto que el Reino de Dios acontece en el ámbito de la misericordia, por eso los pecadores pueden preceder a los beatos formalistas de siempre en lo que se refiere a la salvación. Una parábola nos pone en la pista de esta afirmación tan determinada, la de los dos hijos: uno dice que sí y después no va a trabajar a la viña; el otro dice que no, pero después recapacita sobre las palabras de su padre y va a trabajar.

 Lo que cuenta, podríamos decir, son las obras, el compromiso, recordando aquello de no basta decir ¡Señor, Señor!. El acento, pues, se pone sobre el arrepentimiento, e incluso si la parábola se hubiera contado de otra manera, en la que el primero hubiera dicho que sí y hubiera ido a lo que el padre le pedía, no cambiarían mucho las cosas, ya que lo importante para Jesús es llevar a cabo lo que se nos ha pedido. Sabemos, no obstante, que los dos hijos corresponden a dos categorías de personas: las que siempre están hablando de lo religioso, de Dios, de la fe y en el fondo su corazón no cambia, no se inmutan, no se abren a la gracia. Probablemente tienen religión, pero no auténtica fe. Por eso, por ley de contrastes, la parábola está contada con toda intencionalidad y va dirigida, muy especialmente, contra los primeros.

 El acento está, justamente, en aquellos que habiéndose negado a la fe primeramente, se dejan llenar al final por la gracia de Dios, aunque esto sirve para desenmascarar a los que son como el hijo que dice que sí y después hace su propia voluntad, no la del padre. Los verdaderos creyentes y religiosos, aunque sean publicanos y prostitutas, son los que tienen la iniciativa en el Reino de la salvación, porque están más abiertos a la gracia. El evangelio ha escogido dos oficios denigrados y denigrantes (recaudadores de impuestos y prostitutas); pero no olvidemos que el marco de los oyentes también es explícito: los sacerdotes y ancianos, que dirigían al pueblo. Pero para Dios no cuentan los oficios, ni lo que los otros piensen; lo que cuenta es que son capaces de volver, de convertirse.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

29/9/23

EVANGELIO SABADO 30-09-2023 SAN LUCAS 9, 43b-45 XXV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».

Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido.

Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

                                      Es palabra de Dios

REFLEXION

El pueblo sencillo se admira ante la enseñanza y las obras de Jesús. Ellos entienden lo que se contiene en su enseñanza y el asombro de traduce en adhesión y seguimiento. La gente lo busca, desea retenerlo, quieren estar con él porque se sienten, no solo bien, sino entendidos, acogidos y acompañados.

En este clima, podríamos decir de euforia, Jesús declara a los discípulos: «Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Continuamente repite esta comunicación a los más directos seguidores. Lamentablemente lo olvidamos y se nos va la vida en lamentaciones ante las dificultades y persecuciones, en la pérdida de relevancia social e influencia política a la que hemos estado acostumbrados. Pero está claro: Jesús exige escuchar con atención. No basta oír lo que dice, sino que procede atender con interés a lo que nos dice. La expresión “meteos bien en los oídos” resalta la necesidad de atender y además comprender.

San Lucas reseña dos dificultades: No entendían y les resultaba oscuro, no captaban el sentido. Lo natural habría sido buscar la clarificación de lo que se les está diciendo. Era necesario entender porque lo que se les pedirá para el seguimiento de Jesús es: Negarse así mismo, tomar la cruz cada día y seguirlo. Si el sentido no se entiende ¿se podrá dar una respuesta adecuada? ¿Se podrá seguir a Jesús?

Termina el pasaje indicando San Lucas: “Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto”. Es una salida bastante común: mejor no pedir explicaciones para no verse involucrados en lo que se dice. Pedir explicaciones conduce a complicar la vida. Mejor no pedirlas y quedar tranquilos. Esa parece ser una actitud muy común.

En nuestros días, mejor aferrarnos a lo ya sabido y no prestar oídos a lo nuevo, siempre objeto de sospecha de atentado a una tradición que hemos petrificado. El miedo a la novedad que el Espíritu resalta en el mensaje antiguo y siempre nuevo del evangelio, se alza como una salida desafortunada a las exigencias de Jesús.

¿Nos paraliza el miedo?

¿Entendemos las exigencias actualizadas que Jesús nos presenta?

Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)

28/9/23

29 DE SEPTIEMBRE ; FIESTA DE LOS SANTOS ARCANGELES MIGUEL-GABRIEL Y RAFAEL

 





Hoy la Iglesia celebra, con categoría de fiesta, a los llamados arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios entre Dios y los hombres, así como ejecutores de sus órdenes y transmisores de sus mensajes

La fe de la Iglesia

La angelología no se presenta, hoy día, como campo en el que la investigación teológica se mueva cómodamente. Comenzando por la misma existencia de los ángeles, encontrarnos claras actitudes de rechazo que los relegan al mundo mitológico exclusivamente, o se recala en el desconcierto de no saber exactamente a qué atenerse en este tema. Es evidente que otro es el campo de las representaciones e imaginería con que se presenten, así corno el de las jerarquías angélicas indicadas en sus respectivas designaciones onomásticas.

No es éste el lugar de entrar en toda esa problemática; se trata de recoger la fe de la Iglesia, tal como actualmente se nos ofrece, concretamente en el ámbito de las celebraciones litúrgicas, en orden a su memoria y veneración.

El Catecismo de la Iglesia católica afirma: La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición» (n.° 328). El nombre de «ángel» no es nombre de naturaleza, sino de oficio, de función. Por su naturaleza es 'espíritu», por su función es "ángel" (cf. San Agustín: Psal. 103, 1, 15).

La Carta a los Hebreos (1, 14) los define como «espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación». Su nombre hebreo mal'ak, o griego anguelos, los define como mensajeros».

La fe de la Iglesia en la existencia de los ángeles toma vida y se traduce en oración, en el culto litúrgico, lo que es de capital importancia, según el principio de lex orandi, lex credendi, ya que la liturgia es la expresión concreta de la fe vivida. La liturgia celebra la fe bíblica y la tradición doctrinal de la Iglesia.

La liturgia ha unificado en este día, con categoría de fiesta, la veneración de los llamados arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios entre Dios y los hombres, así como ejecutores de sus órdenes y transmisores de sus mensajes.

El Arcángel San Miguel

Lógicamente la fuente de información básica sobre el Arcángel Miguel ha de buscarse en la revelación bíblica, Mi-ka-'el, literalmente significa „¿quién como Dios?», y está en consonancia con su misión e intervenciones.
La liturgia, que le da culto desde el siglo V, asume el papel protector del arcángel Miguel, tanto en la celebración de la palabra en la misa (primera lectura), como en la liturgia de las horas, en antífonas y oficio de Lectura. En la lectura patrística, fragmento de una «homilía de San Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios», podemos leer: «... Cuando se trata de alguna misión que requiera un poder especial, es enviado Miguel, dando a entender por su actuación y por su nombre que nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer. De ahí que aquel antiguo enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a Dios..., nos es mostrado luchando contra el arcángel Miguel, cuando, al fin del mundo, será desposeído de su poder y destinado al extremo suplicio, como nos lo presenta Juan: Se trabó una batalla con el arcángel Miguel.

Miguel es jefe de la milicia celestial; la Contrarreforma lo convierte en defensor de la Iglesia ante la reforma protestante.

El Arcángel San Gabriel

«Dios es fuerte» o «héroe de Dios«, es su significado. Como dice San Gregorio Magno (oficio de lectura del día) «... se les atribuyen nombres personales, que designan cuál es su actuación propia..., ya que a través de estos nombres conocemos cuál es la misión específica para la cual nos son enviados.

Este ángel Gabriel es el «enviado por Dios..., a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María» (1, 26). El mensaje que transmite es sorprendente y trascendental: sin duda el más importante de la historia de la salvación; se trata del cumplimiento, de forma insólita, de todas las anteriores Escrituras: la llegada del Mesías, revelado como «Hijo del Altísimo... y será llamado Hijo de Dios».

Con razón dice San Gregorio Magno (oficio de Lectura): «Los (ángeles) que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles. Por esto, a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ámgel de la máxima categoría... A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa «Fortaleza de Dios», porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los principados y potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es Señor de los ejércitos y héroe en las batallase.

En el relato de Lucas, el protagonista parece el ángel Gabriel. Mas éste debe tal prerrogativa al designio que comunica. Por consiguiente, Gabriel viene asociado por Lucas con el mensaje. Y, en tal caso, el diálogo pierde en dimensión histórica lo que gana en profundidad teológica. Queda, en realidad, claro que Gabriel, aun siendo el protagonista, carece de importancia «personal» y recibe toda su relevancia del mensaje que transmite» (Antonio Salas).

El Arcángel San Rafael

Rafael significa «Dios cura». Sólo disponemos de la fuente bíblica, del libro de Tobías para hacernos una idea de su identidad y misión.

Rafael se presenta bíblicamente como: protector y compañero en nuestro caminar (también por el camino de la vida), sanador de nuestras cegueras (también espirituales), vencedor del demonio y del mal, abogado defensor en las dificultades de la vida, intercesor ante Dios en favor nuestro. Es uno de los siete grandes ángeles presentes ante la gloria del Señor...

Pero su misión y su protagonismo aparente tienen como finalidad la expresada por él mismo al revelar su identidad: «No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecida Diosporsiempre. Si he estado con vosotros..., ha sido por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar... Y ahora bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios. Mirad, yo subo al que me ha enviado...« (12, 17-20).

La devoción dedicada a Rafael fue promovida en el siglo XVI, al instituir el culto del ángel custodio, el obispo de Rodez, Francisco de Estaing, en 1526. Patrón de boticarios y médicos, protege también a los viajeros.

En todos los casos, las intervenciones angélicas reseñadas, tienen a Dios como protagonista principal, y a la persona humana (individual o colectiva) como beneficiarias. El ángel-arcángel en tanto tiene protagonismo en cuanto transmisor de ese mensaje, siempre salvífico y benefactor. La conclusión siempre debe ser el consejo de Rafael: «Bendecid a Dios por siempre», porque, en realidad, es él quien está actuando,

Sus atributos son: cayado de mensajero (cetro a veces), lirio que reemplaza al cayado o cetro, rama de olivo, filacteria que lleva la salutación angélica «Ave María gratia plena...

Ángel Olivera Miguel

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO VIERNES 29-09-2023 SAN JUAN 1 47-51 XXV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?».

Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».

Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».

Y le añadió:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

                           Es palabra de Dios

REFLEXION

En el breve evangelio de este viernes, escuchamos a Natanael confesar que Jesús era Hijo de Dios y Rey de Israel. Jesús describe a Natanael detalles de la escena que acabamos de leer en la Profecía de Daniel, en esta ocasión, con ángeles que danzan sobre el Hijo. El subir y bajar de los ángeles de Dios nos permite establecer conexión con el cielo, una comunicación que es, ante todo, escucha, porque Dios tiene algo que decirnos a cada uno de nosotros, a través de Jesús.

Leí un bonito ensayo de unos conocidos antropólogos franceses titulado: El silencio y la palabra contra los excesos de la comunicación, que me pareció luminoso. Hoy vivimos hiperconectados, inmersos en un trasiego comunicativo que provoca un ruido ensordecedor, ruido que nos anestesia frente a la palabra. La palabra necesita silencio para ser engendrada y necesita silencio para ser acogida. Las entrañas silenciosas de María acogieron la palabra. Natanael recibió la palabra antes de ver a Jesús porque Dios ya se había comunicado con él. En la nueva escena vemos la gloria de Dios que se desvela, y revela, lo que ni hemos recibido por herencia biológica ni por mediación humana.

Dña. Micaela Bunes Portillo OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia

27/9/23

EVANGELIO JUEVES 28-09-2023 SAN LUCAS 9, 7-9 XXV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?».

Y tenía ganas de verlo.

                                            Es palabra de Dios

REFLEXION

El evangelio de Lucas nos brinda, entre la misión de los Doce y la multiplicación de los panes, la pregunta de Herodes sobre quién es Jesús. Una pregunta que se sitúa en el ámbito de la curiosidad y es importante darnos cuenta de esto. La curiosidad puede llamar nuestra atención, pero es algo pasajero y momentáneo. La curiosidad para propiciar un crecimiento necesita de nuestra atención y cuestionamiento constante. Entonces nos encaminamos a pasar de la curiosidad a la actitud religiosa que propicia el encuentro con el misterio de la persona de Jesús. Quienes estudian el fenómeno religioso dicen que “el misterio se le presenta al ser humano como realidad suprema en relación a la realidad mundana y al mismo de la persona. No se la puede dominar, domesticar, poseer. Más bien se vive la experiencia de ser poseído por ella.”

La curiosidad de Herodes solo se queda en un nivel superficial. Por eso cuando se dé el encuentro con Jesús querrá exhibirlo y manipularlo, pero no le interesará realmente conocerlo. La curiosidad que suscita una actitud religiosa busca el encuentro, se abre al misterio del otro y permite abrir el corazón a la fe.

También hoy estamos llamados a dejarnos interpelar por la persona de Jesús, por sus palabras, por sus gestos, por sus sentimientos no como algo pasajero sino como una realidad que nos lleva a la trascendencia, a ir siempre más allá.  Ya nos recordaba Juan Martín Velasco: “La relación religiosa es una relación interpersonal en la que el Tú absoluto se hace invitación al hombre, y con ella, posibilita la respuesta en la que el hombre se entrega para salvarse y realizarse”. Que cada día podamos crecer en esta relación con Jesús.

Fray Edgardo César Quintana O.P.
Casa Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)

26/9/23

27 DE SEPTIEMBRE : SAN VICENTE DE PAUL

 





Presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. Nombrado Limosnero Real por Luis XIII, función en la cual luchó por mejorar las condiciones de los campesinos y aldeanos. Realizó una labor caritativa notable, por la cual recibe el título de apóstol de los pobres

El embajador de los pobres, el padre de los pobres, el siervo de los pobres, el apóstol de la caridad, el paladín de la caridad, el genio de la caridad, un constructor de la iglesia moderna, el gran santo del gran siglo..., son algunos de los títulos que distintos biógrafos han dado a Vicente de Paúl en el afán de condensar en una sola frase la vida polifacética del santo fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. Todas ellas aciertan en cierta medida, pero ninguna consigue expresarlo en su totalidad.

Una infancia campesina

Vicente de Paúl era de origen campesino y pobre. Había nacido a fines del XVI, el martes de Pascua de 1581 o 1580, según distintos cálculos en Pouy, un pueblecito del Sur de Francia vecino a Dax, en el seno de una modesta familia de campesinos libres.

Según su primer biógrafo, el muchacho dio pronto muestras de una singular piedad, de un agudo sentido de la caridad cristiana y de una viva inteligencia. Su padre, buen observador, decidió que había que darle carrera. Ahora bien, carrera, en el cerrado horizonte de la sociedad estamental en que crecía Vicente, significaba hacerse sacerdote.

Con esta intención, y aconsejado por el juez de la localidad, señor de Comet, lo llevó un buen día al colegio de los franciscanos de Dax. Del colegio de los franciscanos, Vicente pasó a la universidad, o mejor a las universidades, pues estudió una temporada en la de Zaragoza y luego en la de Toulouse. El 23 de septiembre de 1600, Vicente recibía la ordenación sacerdotal.

Desventuras juveniles

[…] Para ganar el jubileo del fin de siglo, Vicente realizó su primer viaje largo, que le llevó hasta Roma. No consiguió la parro-quia, pero, en cambio, se conmovió hasta las lágrimas pisando las huellas de los mártires en las arenas del Coliseo. Es una de las pocas anécdotas edificantes que Vicente cuenta de sí mismo.

A la vuelta de Roma, después de este primer fracaso, Vicente continuó cuatro años estudiando en Toulouse. […] Y entonces sobrevino lo inesperado, uno de esos sucesos imprevistos que cambian el curso de una vida. Al regreso de un viaje a Marsella, adonde había ido persiguiendo una herencia, el barco en que viajaba hacia Narbona fue asaltado por tres bergantines berberiscos. Vicente, herido en una pierna, fue hecho prisionero con el resto de la tripulación, llevado a Túnez y vendido allí como esclavo. Pasó por varios amos. El cuarto era un renegado de Niza, que lo llevó al interior del país para cultivar sus tierras. Allí iba a encontrar Vicente el camino de su liberación. Una de las mujeres del renegado, musulmana de nacimiento, gustaba de ir al campo donde Vicente trabajaba. Un día le invitó a cantar. Vicente entonó con nostalgia y sentimiento el salmo de la cautividad: Junto a los ríos de Babilonia..., y luego, con esperanza y devoción, la Salve Regina. La mujer quedó impresionada de aquellos acentos y por la noche dijo a su marido que había hecho mal en dejar una religión tan bella. El renegado sintió renacer en él, acaso no la había perdido nunca, la vieja fe de su juventud. El caso es que, puesto al habla con Vicente, le prometió que en poco tiempo encontraría el medio de escaparse juntos a Francia, Pasaron diez meses. Por fin, en el verano de 1607, a bordo de un pequeño esquife, amo y criado emprendieron a escondidas la azarosa travesía del Mediterráneo. El 28 de junio lograban arribar a Aguas Muertas. Desde allí se trasladaron a Aviñón, donde el vicelegado Pedro Montorio acogió públicamente al renegado con lágrimas en los ojos y sollozos en la gargama. A Vicente lo incorporó a su séquito y se lo llevó consigo a Roma.

Pero no habían terminado todavía las desventuras de Vicente. En Roma, monseñor Montorio lo mantuvo durante meses con vanas promesas. Cansado de esperar, Vicente regresó a su país probablemente a principios cíe 1609 y se instaló en París con el propósito de gestionar la adquisición de algún beneficio eclesiástico que le permitiera ser provechoso para su familia. Nunca volvería a salir de Francia. Sus años de peregrinación habían terminado.

Llevar el Evangelio a los pobres

[Tras varias laboreles pastorales], una gran familia de la nobleza, los Gondi, a la que pertenecían el obispo de París y el general de las Galeras de Francia, Felipe Manuel de Gondi, necesitaba un capellán. Bérulle pensó en Vicente y lo envió a aquella casa como capellán, director espiritual de la señora, Margarita de Silly, y preceptor de sus hijos. Vicente entró en el castillo de la poderosa familia dispuesto a cumplir sus deberes lo mejor posible. Sólo que, sin que él lo sospechara, era allí donde le iba a ser revelada su vocación definitiva.

Un día de enero de 1617 se encontraba Vicente acompañando a la señora de Gondi, en el castillo de Folleville, por tierras de Picardía. Desde la cercana localidad de Gannes llegó el aviso de que un campesino moribundo quería ver al señor Vicente. Éste acudió inmediatamente a la cabecera del enfermo y le animó a que hiciese confesión general de toda su vida. Aquel hombre tenía fama de honrado y virtuoso. Pero en su conciencia ocultaba pecados que nunca había confesado. Ahora los declaró todos. Vicente tuvo el sentimiento de que, en un último momento de gracia, arrancaba un alma de las garras del maligno. El campesino sintió lo mismo. De no haber sido por aquella confesión general, se hubiera condenado eternamente, Le invadió un gozo incontenible. Hizo entrar en la pobre estancia a su familia, a sus vecinos, a la misma señora de Gondi y confesó públicamente pecados que antes no había osado revelar en secreto. Daba gracias a Dios, que le había salvado por medio de aquella confesión general. La señora de Gondi se estremeció de terror: «Señor Vicente: ¿qué es lo que acabamos de oír. Si este hombre, que pasaba por hombre de bien, estaba en estado de condenación, ¿qué ocurrirá con los demás, que viven tan mal.? ¡Ay, señor Vicente, cuántas almas se pierden! ¿Qué remedio podemos poner?.

De común acuerdo, Vicente y la señora encontraron uno. La semana siguiente Vicente predicaría en la iglesia de Folleville un sermón sobre la confesión general y la manera de hacerla bien. Se escogió para ello el miércoles 25 de enero, fiesta de la Conversión de San Pablo, Vicente habló con claridad y fuerza. Instruyó, conmovió, arrastró. «Dios bendijo mis palabras», dice él sobriamente. La gente acudió en masa a confesarse. Vicente y el sacerdote que le acompañaba no daban abasto. Hubo que pedir ayuda a los jesuitas de Amiens, de lo que se encargó la señora. Aun así se vieron desbordados pot' la afluencia de penitentes. En los días siguientes repitieron la predicación y las exhortaciones en las aldeas vecinas, siempre con el mismo éxito clamoroso. Fue una revelación. Vicente sintió que aquélla era su misión, aquélla era para él la obra de Dios: llevar el Evangelio al pobre pueblo campesino.

En los meses siguientes, Vicente se entregó con ardor a la tarea de predicar misiones. Pero le disgustaba tener que dedicar tanto tiempo a las confesiones de la señora y a la instrucción de sus hijos. Secretamente le pidió a Bérulle que le liberase de aquella servidumbre. Bérulle le buscó otro empleo. Le envió de párroco a un pueblecito de la diócesis de Lyon, Chátillon-les-Dombes. Sin despedirse de los Gondi, Vicente se trasladó a su nueva parroquia. Reemprendió los trabajos que había desempeñado en Clichy y, en poco tiempo, logró transformar en fervorosa una feligresía mediocre y tibia, Estando en ello, tuvo la segunda gran revelación.

La misión y la caridad organizada

Un domingo de agosto, mientras se revestía para la misa, le avisaron de que en las afueras del pueblo, una pobre familia se encontraba en estado de extrema necesidad. Vicente aprovechó la homilía para exponer a los fieles la situación, Su compasión fue contagiosa o, como él diría, «Dios tocó el corazón» de los oyentes. Por la tarde, cuando él se dirigía a visitar a aquella familia, fue encontrando por el camino, con sorpresa suya, multitud de personas que iban o venían del mismo caritativo cometido. Vicente administró los sacramentos a los más graves. Vio también la gran cantidad de socorros que los feligreses habían aportado. Aquel espectáculo despertó sus reflexiones. «Esta caridad no está bien ordenada», pensó. Era necesario organizarla.

Tres días más tarde, Vicente reunió a un grupo de piadosas señoras y las animó a crear una asociación para asistir a los pobres enfermos de la villa, Las damas se comprometieron a empezar la buena obra al día siguiente, realizando el servicio cada día una, por orden de inscripción. Vicente redactó un reglamento, lo hizo aprobar por el vicario general de la diócesis y erigió formalmente la cofradía el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada. Había nacido la primera asociación de caridad.

Así fue como Vicente descubrió en la doble experiencia de 1617 las dos indigencias que aquejaban a los pobres: el hambre y la falta de instrucción religiosa, con sus dos gravísimas secuelas: la muerte física y la condenación eterna. Él lo resumiría más tarde en una frase lapidaria: 'Los pobres se mueren de hambre y se condenan». Pero al mismo tiempo descubrió los dos grandes remedios con que había de hacer frente a ambos males: la misión y la caridad, los dos cauces de su vocación.
La señora de Gondi no estaba dispuesta a privarse de su capellán. Puso en juego todas sus influencias, incluida la de Bérulle, para hacerle regresar a su casa. Así tuvo que hacerlo Vicente en la Navidad de aquel mismo año, 1617. Pero lo hizo con una doble condición: que le dieran un ayudante en el cargo de preceptor de los pequeños Gondi y que se le permitiera dedicar su tiempo libre a la predicación de misiones por las aldeas. Poco después entró en contacto con otra gran personalidad que influiría notablemente en su pensamiento, el obispo de Ginebra, San Francisco de Sales (-24 de enero), que, llegado a París con una misión diplomática, se hospedó en la casa de los Gondi. Vicente le trató asiduamente y el fundador de la Visitación, a su marcha de la capital, confió la dirección del primer monasterio de París a aquel desconocido sacerdote, que, a sus ojos, empezaba ya a ser un santo.

Las dos grandes fundaciones

Los años que van desde 1617 a 1633 están ocupados en la vida de Vicente por una gran actividad fundacional. Ante todo, la Congregación de la Misión, o, como él decía simplemente, la Misión.

Entre 1618 y 1625, Vicente misionó todas las tierras de los Gondi, marido y mujer: un total de 30 ó 40 núcleos de población, y en todos ellos fundó la Cofradía de la Caridad. En sus correrías misioneras, se dio cuenta de que necesitaba ayudantes. La señora de Gondi quería hacer de las misiones una fundación permanente. Entonces sugirió a Vicente que fundase una nueva [Congregación]. La idea, que acaso acariciaba ya el propio Vicente, se abrió paso en su espíritu poco a poco.

El pequeño grupo de misioneros estaba formado por cuatro sacerdotes, de los cuales el primero era el fiel Antonio Portail. El arzobispo de París, un Gondi, les cedió para residencia un antiguo colegio universitario de la Sorbona, el de Bons Enfants, del que Vicente fue nombrado principal, haciendo valer para ello su flamante título de licenciado en Derecho Canónico. Allí residieron hasta que, en 1632, la naciente congregación adquirió, por donación de su titular, el viejo y espacioso priorato de San Lázaro, a las puertas de París.

Y empezaron a misionar. Fueron los años heroicos. Los misioneros, dos, tres o cuatro sacerdotes, iban de aldea en aldea, dejando a un vecino la llave de su residencia. Apenas llegados al lugar y descargado el ligero equipaje, empezaban unas jornadas de intensa predicación. Cada misión era como una nueva fundación del cristianismo. Según el tamaño de la población, el trabajo podía prolongarse hasta cinco o seis semanas e incluso dos meses. Nunca bajaba de quince días ni siquiera en las más pequeñas aldeas. El horario se acomodaba al ritmo laboral. Por la mañana temprano, el sermón sobre las grandes verdades, las virtudes y los pecados más ordinarios. A la una de la tarde, el catecismo de los niños. Al anochecer, finalizado el trabajo del campo, el gran catecismo, en el que se explicaban a los adultos los artículos del credo, la oración dominical, los mandamientos de Dios y de la Iglesia, los sacramentos y el avemaría.

Pero no se trataba de un cursillo meramente teórico. La exposición de las verdades —misión catequética— iba acompañada de enérgicas exhortaciones al cambio de vida, Conforme a las recomendaciones de Trento y la experiencia personal de Vicente, »ésa es mi fe y mi experiencia», la misión culminaba con la confesión general y se clausuraba con una bonita fiesta eucarística. Era un cursillo intenso de cristianismo en que todos habían participado. El pueblo, tanto tiempo des-cuidado, descubría como una novedad el tesoro de su fe adormecida. Para coronar su obra, las misiones terminaban invariablemente con la fundación de la cofradía establecida por primera vez en Chátillon.

Vicente se preocupó en seguida de obtener para su congregación la aprobación de la Santa Sede. Tras laboriosas gestiones, el papa Urbano VIII por la bula Salvatoris nostri, de 12 de enero de 1633 aprobaba la Congregación de la Misión.

En los primeros años, la congregación se dedicó exclusivamente a la predicación de misiones, pero muy pronto la providencia le deparó otro campo de apostolado: la reforma del clero. En 1628, el obispo de Beauvais, Agustín Potier, habló a Vicente de la necesidad de instruir pastoral y espiritualmente a los jóvenes aspirantes al sacerdocio. La obra se extendió pronto a otras diócesis y, en particular, a la de París. De ella nacería en 1633 otra institución Vicenciana, las Conferencias de los martes, asociación de eclesiásticos que se comprometían a reunirse una vez por semana para estudiar algunos puntos de moral o liturgia y meditar sobre los deberes sacerdotales.

Entretanto, Vicente no descuidaba el segundo aspecto de su vocación, la caridad corporal. Las misiones habían difundido, por una gran parte de Francia, la cofradía fundada en Chátillon. Muchas parroquias de París la habían establecido. Pero surgió un problema. Las damas de la capital se resistían a ejercer personalmente los humildes oficios exigidos por la asociación, sobre todo el de llevar la comida y cuidar a los enfermos en sus domicilios. Vicente concibió entonces un nuevo proyecto, una comunidad de mujeres que se dedicaran exclusivamente a esos menesteres. La estrecha relación que desde 1624 sostenía con una de las Damas de la Caridad, Luisa de Marillac, viuda de Antonio Le Gras, y el encuentro casual con una candorosa muchachita campesina, Margarita Naseau, deseosa de servir a los pobres, le proporcionaron los medios para llevarlo a cabo. Puso a la joven y a otras, que poco a poco se le fueron juntando, bajo la dirección de la señora Le Gras y en el domicilio de ésta formó el 29 de noviembre de 1633 la Compañía de las Hijas de la Caridad.

De este modo, en 1633, Vicente había puesto en pie todas las instituciones, mediante las cuales iba a poder acometer en su larga y fecunda vida sus grandes realizaciones.

[San Vicente de Paúl] Expiró el 27 de septiembre, a las cinco menos cuarto de la mañana, sentado junto al fuego y rodeado de todos los suyos y bendiciendo una por una todas las obras que había puesto en mar-cha. Su última jaculatoria fue la invocación: «Dios mío, ven en mi auxilio», y su última palabra, el nombre de Jesús. Un testigo ocular dice que permaneció bello y más majestuoso que nunca». Fue beatificado el 21 de agosto de 1729 y canonizado el 16 de junio de 1737.

José María Román, C.M.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO MIERCOLES 27-09-2023 SAN LUCAS 9, 1-6 XXV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.

Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno.

Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.

Y si algunos no os reciben, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de vuestros pies, como testimonio contra ellos».

Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.

                           Es palabra de Dios

REFLEXION

El evangelio que hemos escuchado nos trae la descripción de la misión que los Doce recibieron de Jesús.  Lc nos dice: “convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para sanar las enfermedades” (v 1), es decir que antes de ser enviados a la misión, les re-viste y traspasa algo de lo que Él posee. Jesús  da, antes de mandar, y no envía a nadie a realizar una misión, por ejemplo sembrar  un campo  con las manos vacías. Les dio poder -capacidad para realizar el trabajo- y autoridad –derecho y obligación de realizarlo. No se puede seguir a Jesús  y escuchar su llamamiento si no se está dispuesto a colaborar con Él en su obra. A todos y todas de alguna forma  nos ha capacitado para aportar mi granito de arena en la construcción de su Reino.

Los discípulos están llamados y enviados a realizar la misma misión de su Maestro. Ellos lo entendieron maravillosamente después de la Resurrección y se apresuraron a realizar el mandato de Jesús que Mateo presenta al final de su evangelio (Mt, 28,18-20). 

También hoy  sigue necesitándonos y confiándonos  la continuidad de su obra en la historia, en esta sociedad concreta nuestra. La Iglesia con seguridad existe para evangelizar, actualizando el mensaje del evangelio: anunciar con hechos y palabras la presencia del amor salvador de Dios a toda la humanidad. Pidamos al Espíritu que  ilumine  nuestro caminar.

El mandato de Jesús a sus discípulos es claro y concreto, no les envía a exponer una doctrina extensa y compleja, sino a transmitir una forma de vida, ellos han compartido la vida de Jesús, le ven vivir y actuar, por eso no les da instrucciones sobre lo que tendrán que decir sino cómo deben presentarse: “No lleven nada para el camino, ni bastón, ni provisiones, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir”. Estas palabras de Jesús no necesitan explicación, me faltan las palabras para expresar el asombro que sigue produciendo y produciéndome tal mandato, ¿cómo estamos realizando la misión? Sigamos orando y confiando en la misericordia y compasión de nuestro Dios. Él conoce la fragilidad de la vasija que somos los seres humanos y aún nos ha confiado el tesoro de implicarnos en la evangelización. ¡Deo gratias! No podemos cansarnos nunca  de hacerlo, Él sigue actuando.

Hna. Virgilia León Garrido O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo